Usted está aquí: sábado 29 de octubre de 2005 Sociedad y Justicia Cumplen tres semanas incomunicadas aldeas de la sierra de Chiapas tras Stan

Cunden las enfermedades respiratorias y gastrointestinales; faltan médicos

Cumplen tres semanas incomunicadas aldeas de la sierra de Chiapas tras Stan

Bases de apoyo zapatistas expresan que seguirán resistiendo contra "los gobiernos corruptos"

HERMANN BELLINGHAUSEN Y GLORIA MUÑOZ R. ENVIADO Y ESPECIAL

Ampliar la imagen Motozintla. Casa de zapatistas damnificados FOTO Colectivo de solidaridad zapatista Foto: Colectivo de solidaridad zapatista

Municipio Autonomo Tierra y Libertad, Chis. 28 de octubre. Comunidades enteras de la sierra continúan incomunicadas a más de tres semanas del paso de Stan, en una región con alto índice de riesgo, pues poblados como Las Nubes y La Laguna están rodeados por cerros severamente agrietados a consecuencia de las fuertes lluvias.

En la ciudad de Motozintla se acumulan enormes cantidades de escombros y basura. El polvo es tan abundante que mucha gente transita con cubrebocas o pañuelos en el rostro. Se han generalizado las enfermedades respiratorias y gastrointestinales, pues el aire está muy contaminado y las condiciones de higiene son mínimas.

Varias familias zapatistas, en su mayoría dedicadas al pequeño comercio, resultaron afectadas en esta ciudad de emigrantes, como todas las de la sierra. En el poblado Chimalapas, a dos horas del centro a pie, otras dos familias autónomas perdieron sus casas, además de cultivos y animales.

En Motozintla, las bases de apoyo se encuentran refugiadas en casas de familiares y no en los albergues oficiales. Es el caso de Ramón, quien afirma que aun ahora que perdió todo seguirá en resistencia contra "los gobiernos corruptos".

Aquí, como en la costa y la frontera, continúa llegando la ayuda de la sociedad civil para los autónomos de Tierra y Libertad. En una semana, el camión Chómpiras de la junta de buen gobierno de La Realidad ha realizado dos recorridos trayendo medicina, víveres y ropa. Hay medicamentos, pero siguen faltando doctores que los receten. Las bases zapatistas son atendidas sólo por promotores de salud del municipio autónomo.

"El agua purifica, alimenta y mata", dice el hombre, y tras una pausa: "Igual que el fuego". Y no es que se ande haciendo el sabio. Lo dice con sencillez. La voz de la experiencia.

Estamos en el pequeño patio de su casa, una más de las miles que desgraciaron las crecidas y derrumbes de octubre en la sierra de Chiapas. La puerta a la calle permanece cerrada. Habíamos entrado por el hueco que dejó el torrente en uno de los muros. Como en un escenario, aquí falta la cuarta pared, pero lamentablemente no es un teatro.

Motozintla padeció la destrucción en septiembre de 1998 por causas similares, pero todos coinciden en que ahora fue "tres veces peor". Buena parte de la ciudad sigue enterrada, sobre todo en las afueras y a lo largo de los cinco kilómetros del cauce y las riberas del río a través de la ciudad.

En su casa, una vez que extrajeron sus pertenencias y sacaron "toneladas de lodo", el hombre y su señora, seguramente abuelos, ya lograron colocar unas sillas y una mesita. Un televisor, limpio de tierra pero inservible, ocupa el centro de una mesa. Se agregan contra la pared una pequeña estufa de gas y una ollita. Eso es todo, y sin embargo hay una dignidad inquebrantable en la pareja. El muro del patio está perforado y vencido. Cuentan que el agua arrastró carros, un autobús, casas de dos pisos, colonias enteras, árboles, el encauzamiento del río ("planchones de concreto de 10 metros, así los levantó el agua, como papel").

"Sólo fueron tres días de desastre", dice el hombre quien, como los demás miembros del municipio autónomo Tierra y Libertad, aun damnificado permanece en la resistencia. "Pero a la siguiente semana volvió el río por allá y acabó de rematar".

A diferencia de ésta, la vivienda de Ramón prácticamente desapareció. Únicamente quedaron los techos y una vitrina de madera que apenas ayer logró desenterrar, a pocos metros de un ramal del río Motozintla, cuyo bordo de concreto fue sobrepasado y destruido por los torrentes.

Es inmensa la extensión de las áreas afectadas en la sierra, la costa y el Soconusco. La sucesión de poblados, colonias, rancherías y ejidos dañados hace pensar en un algo no muy diferente de los terremotos de 1985 en la ciudad de México, aunque por fortuna con muchos menos muertos.

Millares de refugiados en albergues, en buena medida abandonados a su suerte. Niños traumatizados, familias despojadas de literalmente todo. Los escombros se enredan entre desechos de cerros y bosques.

En el centro de Motozintla, donde la vida comercial y administrativa se va reanudando sin borrar por completo las huellas de fango en las fachadas y las conciencias, un estudio fotográfico anuncia, mediante un vistoso cartel naranja fosforescente: "Se venden videocasetes VHS del desastre. Se toman fotos a domicilio". (Es decir, de lo que quedó del domicilio de los potenciales clientes, para que cuando platiquen su experiencia puedan decir: "mira, así quedó donde era mi casa".)

Desde localidades como Tapachula, con su cerca de medio millón de habitantes, hasta pequeños poblados de unas cuantas familias, así como decenas de cabeceras municipales, todas las zonas urbanas y centenares de comunidades campesinas del sur de Chiapas son indelebles las huellas de Stan, de todo lo que se llevó, y lo que trajo.

Montaña adentro, en buena parte de la sierra los caminos siguen intransitables. Decenas de comunidades permanecen aisladas y en ocasiones abandonadas por sus habitantes; muchas destruidas, o en peligro de derrumbe, en los municipios oficiales de Siltepec, Bellavista, El Porvenir, La Grandeza, Bejucal de Ocampo y Chicomuselo. Las laderas desgajadas de los cerros se suceden en la escarpada serranía, abiertas en canal por los incontables aludes.

 
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