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¿BENEFICIOS PETROLEROS? 31 de octubre de 2005

Ronald Buchanan

A METER MANO

"Tráiganme un economista de un solo lado", expresó el presidente de Estados Unidos Harry S. Truman alguna vez, cansado de escuchar los consejos de varios que decían que "por un lado... pero por el otro".

Lo mismo se puede decir de Pemex. ¿Representa más costos que beneficios? Pues, por un lado...

De lo que no cabe duda es que la mayoría de los mexicanos responderían "no" a la pregunta: ¿Tu nivel de bienestar ha mejorado gracias a Pemex? Eso sin contar con las miles de personas afectadas por los daños, tanto materiales como humanos, que Pemex ha causado sin pagar las indemnizaciones correspondientes y sin que un solo empleado de la empresa haya perdido su empleo como consecuencia.

Sin embargo, Pemex paga en impuestos al gobierno seis dólares de cada 10 de ingresos por ventas (se reducirá, pero muy poco, con la reforma que acaba de aprobar la Cámara de Diputados). La mayoría de las empresas petroleras de dimensiones similares pagan, cuando mucho, tres dólares, y en la mayoría de los casos considerablemente menos.

Claro que la mayoría también tiene que pagar dividendos a sus accionistas, un concepto que se supone incluido en los pagos de Pemex al fisco.

"Se supone", porque pocos mexicanos se sienten accionistas y beneficiarios directos de los ingresos petroleros. El problema no es de Pemex, sino del gobierno y del sistema político que lo sostiene.

Los legisladores que vigilan el gasto del gobierno ­del cual, 35 por ciento proviene de los ingresos petroleros­ son juez y parte, ya que ellos, sin duda, se benefician de los ingresos petroleros. Sus ingresos personales, de un promedio de más de 130 mil pesos al mes, o sea el doble de lo que ganan sus equivalentes en Francia y España, donde los niveles de bienestar de la población son mucho más altos que en México. De hecho, si se aplicara la proporción de esos países (cinco veces el ingreso per cápita), deberían ganar unos 40 mil pesos al mes.

De ahí que la percepción generalizada es que hay un enorme despilfarro de los recursos petroleros en rubros como propaganda política, y en un sistema de partidos que poco tiene que ver con la democracia, y más con el reparto de un botín.

El hecho de que una parte de los excedentes petroleros ya va a los estados no hace que el sistema sea más democrático. Al contrario, en muchos de los estados el dispendio es peor.

Por el lado de los costos (aquí sí hay lados), muchas de las críticas de la supuesta ineficiencia de Pemex provienen de puntos de vista ideológicos.

Es útil hacer referencia a empresas privadas de similar tamaño. Así, la comparación con ExxonMobil, la más grande empresa petrolera estadunidense, enciende los focos rojos. Las reservas probadas de petróleo de Pemex (12.9 mil millones de barriles) son muy parecidas a las de ExxonMobil (12.6 mil millones), pero Pemex produce 30 por ciento más. O sea ExxonMobil, que no tiene que explorar para adquirir reservas, sino que puede comprar las ya descubiertas, tiene mucho más seguridad con respecto al futuro del negocio.

Las inversiones de ExxonMobil, de casi 16 mil millones de dólares al año, son mucho más altas que las 11 mil millones de Pemex, y su deuda de 8.3 mil millones es algo así como la cuarta parte. Las ventas de ExxonMobil en 2004 ascendieron a 250 mil millones de dólares, contra 72.3 mil millones de Pemex. Una de las razones de la diferencia, sin duda, era la fuerza de ExxonMobil como detallista. Refinó 5.7 millones de barriles diarios de crudo en 2004, más del doble de lo que produjo; Pemex, en cambio, refinó 1.7 millones, poco más de la mitad producida de barriles § RB

Fue a principios del gobierno de Ernesto Zedillo, hace más de una década. Se había convocado la "consulta popular" sobre el futuro de la industria petrolera para alimentar el Plan Nacional de Desarrollo del sexenio.

Por supuesto ni consulta era, ya que la política fue predeterminada, ni fue popular. La gran mayoría de los participantes eran funcionarios de Pemex o de otras dependencias del gobierno federal. La sede del debate lo decía todo. Era la sala de un deportivo dentro del coto habitacional que mantenía el apartheid entre los trabajadores de Pemex y el resto de la población en Ciudad del Carmen.

Al recién rehabilitado Jorge Díaz Serrano, para sorpresa de algunos, le dieron oportunidad de hacer una presentación. Propuso abrir la exploración y producción al sector privado, y él y su socio Sergio Bolaños ­ex socio también de Joaquín Hernández Galicia, La Quina­ iban a hacer rico a México.

pfp-pemex-%20sa4Ni parpadeó Adrián Lajous, el nuevo director general de Pemex (había llegado al cargo en medio de los enroques de gabinete que siguieron al error de diciembre).

Otra cosa pasó cuando habló el ya fallecido Heberto Castillo, la única voz auténticamente de oposición que se dejó escuchar en el foro. Era un error, señaló Castillo, reiterando su conocida tesis, enfocar la industria petrolera hacia la exportación; los únicos beneficiarios iban a ser los países consumidores. Además, Pemex era un nido de corrupción.

Estallaron los aplausos más fuertes del día, más significativos todavía, ya que la gran mayoría del público eran empleados de Pemex.

Lajous, con la cara enrojecida, no podía contener el enojo. Aunque no le tocó, insistió en salir a la palestra para defender la honorabilidad de sus funcionarios y lo correcto de la política de exportación.

Más conciliatorio se mostró Jorge Eduardo Navarrete, entonces subsecretario de Relaciones Exteriores. Los argumentos de Castillo tenían sus méritos, dijo, pero mantener las exportaciones de crudo ya era vital para la supervivencia de la economía; ni modo.

Corre película. Ya es 2005. Otra vez se presenta la posibilidad de que México deje de ser exportador de crudo, pero ya no como oportunidad, sino como amenaza. Por eso, argumenta el director de Pemex, Luis Ramírez Corzo, hay que cambiar la Constitución para desarrollar los depósitos que, según indican estudios sísmicos, yacen bajo las aguas profundas del Golfo.

El único precandidato a la Presidencia de la República que ha presentado una propuesta energética ­más allá de simples buenos deseos­ es Andrés Manuel López Obrador. En esencia propone avanzar hacia la autosuficiencia: más refinación, más petroquímica, más producción de gas natural para disminuir las importaciones. Sobre petróleo, propone mantener el nivel actual de producción.

Esta última propuesta implica una disminución progresiva en las exportaciones de crudo ya que el consumo interno, a no ser que haya una ya clásica crisis de cambio de sexenio, seguramente aumentará.

¿Sería sensata esa política? Lajous, ya consultor de la industria petrolera internacional, sigue insistiendo que no. Bien es cierto también que no exportar petróleo no es ninguna garantía de éxito económico, como demuestran los países centroamericanos.

Sin embargo, algunos países asiáticos han demostrado el error del lema de que "un país sin energía es un país sin futuro". Corea del Sur, sin reservas de petróleo (es el quinto país del mundo importador de crudo) y con cantidades insignificantes de gas natural, más algo de carbón, ha mostrado un crecimiento económico que deja a México en la sombra.

De tener niveles de bienestar como en los países pobres africanos hace tres décadas, Corea del Sur ya tiene un producto interno bruto per cápita de 19 mil 200 dólares, exactamente el doble de México, y mejor distribuido.

Claramente, las exportaciones del petróleo no han rendido a México los beneficios que se esperaban §

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