Usted está aquí: lunes 14 de noviembre de 2005 Opinión Libertad, igualdad fraternidad: violencia en Francia

Gonzalo Martínez Corbalá

Libertad, igualdad fraternidad: violencia en Francia

Con la celebración del final del Ramadán en París, el mes sagrado de los musulmanes, y la violencia desatada en toda Francia, los imanes llaman a la calma a los protagonistas y los obispos católicos se suman a los deseos de los líderes religiosos musulmanes, uniendo la Biblia y el Corán en un sólo propósito: acabar con el incendio en el sur de la patria de la revolución que proclamó por primera vez en el mundo la libertad, la igualdad y la fraternidad en el siglo XIX.

Azzedine Gaci, presidente del Consejo del Culto Musulmán de la región de Lyon, explica que "las consignas han sido comunicadas a los imanes para llamar a la calma", mientras en París el imán Larbi Kechat condenó las tentaciones a la violencia, subrayando que las causas reales de los disturbios son "la marginación, la exclusión y el desempleo".

Por su parte, obispos católicos expresaron su "viva preocupación" y agregaron que "pensamos que la represión y la incitación del miedo colectivo no son una respuesta adecuada a estas tensiones", sumando su voz a la de los imanes de la religión musulmana y despejando cualquier sombra de duda de que pudiera estar involucrada en el conflicto la más mínima voluntad de carácter fanático-religiosa de cualquier clase en voz de Jean-Pierre Ricard, presidente de la Conferencia Episcopal de Francia, quien considera además vital dar a los jóvenes "un futuro de libertad, dignidad y respeto del otro" (Le Monde, 6/11/05).

La violencia se había desatado en Francia y extendido por casi todo el país. Los jóvenes amotinados buscaban justicia -¿o venganza?- por la muerte de dos adolescentes electrocutados en Clichy-sous-Bois, tan cerca de París como a una hora de tren o de autobús, supuestamente por culpa de la policía que los perseguía. Y en respuesta fueron agredidos con armas de fuego y los disparos hirieron por lo menos a 10 policías, dos de los cuales hasta el pasado lunes 7 se encontraban hospitalizados en estado de gravedad.

El presidente Jaques Chirac llamó a una reunión de emergencia al gabinete de Seguridad en el más alto nivel y prometió intensificar la acción policial para confrontar la violencia y acabar con ella. "La república está completamente determinada a ser más fuerte que aquellos que pretenden sembrar la violencia o el miedo" (New York Times, Craig S. Smith, 7/11/05), afirmó en una conferencia de prensa en el jardín del Palacio del Eliseo y cerró su declaración expresando que "la última palabra debe ser la de la ley". Respondió así al reto por violencia más serio que ha tenido el gobierno galo en las últimas cuatro décadas, por lo menos.Sin embargo, las palabras del presidente de Francia no parecen haber tenido efecto real en esta semana.

Más de 3 mil vehículos han sido destruidos, junto con docenas de edificios y otros tantos negocios y comercios. Un policía fue muerto durante los motines y varios han sido heridos. La cuenta no parece tener fin todavía. Moussa Diallo, un joven de 22 años, franco-africano y desempleado, afirmó: "esto es sólo el principio". Se refería a las muertes de los dos adolescentes, uno de origen mauritano y el otro tunesino, que algunos estiman fueron accidentales, no así los jóvenes que se han lanzado a la lucha en contra de las autoridades, o quizás sería más propio decir que en contra del sistema, del desempleo entre los jóvenes que viven en los suburbios de París en difíciles condiciones de supervivencia y sin esperanzas de obtener un trabajo remunerativo, con un futuro completamente incierto para ellos y sus familias. Lo cierto es que se trata de una lucha de-sesperada y desigual en contra de una policía bien armada y mejor entrenada.

Los jóvenes han atacado a la policía en Tolosa y Marsella, y en ciudades turísticas como Cannes y Niza, en el sur. En el norte ha habido también disturbios en la ciudad industrial de Lille, y en Estrasburgo al este, a pesar de la desigualdad de fuerzas; es difícil hacer el recuento de los daños a la fecha, y también de los heridos de los dos lados.

La senadora por Verte du Nord, Marie Christine Blandine, culpa al ministro del Interior, Nicolás Sarkozy, quien "adulando a las poblaciones fragilizadas, anunció el fin de la doble pena. Y después de haber incendiado los suburbios con las inaceptables palabras de desprecio, ese gobierno se enfrenta a dificultades provocadas por romper lo que constituye la ley: la intimidad en los domicilios, la escuela a los 16 años, la libre circulación, y se adueña incluso de los medios para restringir mañana la libertad de la prensa" (Le Monde, 10/11/05).

Como puede deducirse fácilmente, en el fondo de todo este gravísimo conflicto en el que se ha desatado la violencia de los jóvenes inmigrantes y de aquellos emparentados, o sencillamente amigos que se sienten agredidos por las mismas causas, de un lado y del otro, la represión de la fuerza pública con la que se pretende dar solución a esta difícil situación, que ya tiene alcances nacionales -y, por lo que se puede deducir, también internacionales, no solamente por la importancia que le han dado los medios de todo el mundo, sino por los alcances que puede tener en nuestro propio país, por las similitudes que se pueden encontrar, y asociarse con los problemas de la juventud mexicana y de los que sin duda se están importando a través de nuestras fronteras, sobre todo en el sur, aunque no exclusivamente-, en el fondo de todo ello hay mucho más que un simple desorden más o menos violento, que se puede resolver por medio de la fuerza pública, como bien dice la senadora Blandine.

Hay mucho mar de fondo que tiene relación con la inmigración del continente africano, con falta de oportunidades para acceder a las escuelas, pero, sobre todo, en la patria de la libertad, la igualdad y la fraternidad parece que hay un grave problema de falta de libertades civiles. Hay que observar cuidadosamente el desarrollo de este conflicto y, sobre todo, las soluciones que finalmente encuentre el presidente Chirac.

Nos parece que no es necesario explicar por qué no podemos cerrar los ojos al conjunto de problemas y de soluciones que se dan en ese país, al que tanto admiramos y queremos, y que esta vez vuelven a ponerse en el escenario de la historia, y no podemos dudar de que encontrarán los mejores caminos para resolver esta grave situación como han hecho tantas veces desde varios siglos atrás. Así lo deseamos.

 
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