Usted está aquí: martes 15 de noviembre de 2005 Opinión Premio Mata: la final

Juan Arturo Brennan

Premio Mata: la final

Este fin de semana se llevaron a cabo las tres sesiones (dos ensayos y un concierto) de la fase final del segundo Premio Internacional Eduardo Mata de Dirección de Orquesta, en la que participaron el español Carlos Domínguez Nieto, el francés Sylvain Gasançon y el taiwanés avecindado en Austria Ching-Ming Lu. Como era de esperarse, los tres mostraron en esta fase el siguiente escalón de sus respectivas cualidades. En la obra Ludus autumni, de Joaquín Gutiérrez Heras, Domínguez Nieto realizó un minucioso trabajo de ensamble y coordinación, y en la Sinfonía del nuevo mundo de Dvorák abordó en detalle los matices dinámicos y la construcción de texturas. Notable en particular fue su interesante expansión de las pausas en los primeros compases del primer movimiento de la obra. Por su parte, Sylvain Gasançon volvió a mostrar la seguridad y el aplomo que habían caracterizado sus presentaciones en las fases anteriores del concurso. De nuevo dedicó buena parte de su tiempo de ensayo a la construcción cuidadosa, paso a paso, de diversos pasajes de las obras encomendadas. Gasançon tuvo en esta ocasión una mejor respuesta de la OFUNAM en el ensayo y ejecución de Ludus autumni. Para su preparación de la Segunda sinfonía de Schumann, el director francés enfocó su atención, sobre todo, en las complejidades rítmicas de la obra, que son mayores de lo que a primer oído pudiera parecer.

Finalmente, Ching-Ming Lu trabajó detalle, con buen conocimiento de causa, la espinosa cuestión de los matices en las primeras páginas del primer movimiento de la Quinta sinfonía de Chaikovski. A la vez, cuidó que el material temático expuesto al inicio no perdiera sus cualidades protagónicas a medida que el movimiento se desarrollaba. Finalizado este interesante ensayo previo al concierto final, la rumorología, las quinielas extraoficiales y los comentarios informales que corrieron de boca en boca entre algunos asistentes parecieron inclinarse por Sylvain Gasançon.

El domingo por la tarde los tres finalistas subieron al podio de la OFUNAM para presentar al jurado y al público (en ese orden de importancia) el resultado de toda una semana de trabajo aquí y de muchos meses de preparación previa. De este concierto final lo más interesante fue apreciar las diferencias en las tres versiones de Ludus autumni; como en los ensayos, me pareció que la mejor lograda en general fue la del director francés.

En breve coloquio después del concierto, su autor, Joaquín Gutiérrez Heras, me comentó que era difícil elegir una sola de entre las tres versiones de su obra, y que cada una tuvo aciertos individuales. Mencionó de manera particular que la sección final de la obra fue mejor en la versión de Ching-Ming Lu. La deliberación no fue demasiado prolongada y el jurado designó ganador al francés Sylvain Gasançon, quien también había registrado mayores decibeles en ese ubicuo y desconcertante ente que es el aplausómetro del público.

Unos datos complementarios dignos de ser comentados: algunos concursantes eliminados en las fases previas aparecieron esporádicamente para observar el trabajo de sus colegas, y en este sentido el más asiduo y estudioso fue el venezolano Vladimir Prado, quien no se perdió una sola sesión del concurso.

Por otra parte, es evidente que esta segunda edición del Premio Mata no provocó el menor interés entre la comunidad musical ni entre estudiantes de música, y menos entre el público, que apenas ocupó media sala en el concierto final.

Durante las dos primeras fases no asistieron más de 10 o 12 personas en promedio cada día, y en el primer ensayo de la final no pasaron de 25; al segundo llegaron dos. Si bien éste fue un buen concurso por sus resultados musicales, esta ausencia del público (y, sobre todo, de músicos y estudiantes) deja la impresión de que buena parte del esfuerzo de organización cayó en el vacío, porque, además del puñado de melómanos que asistimos a las sesiones previas a la final, nadie se benefició de este ejercicio didáctico-musical más allá de los propios concursantes.

Es imperativo que en ediciones futuras de este premio se realice una convocatoria más intensa y mejor dirigida, para que los frutos del esfuerzo lleguen a donde realmente deben llegar. Asimismo, no sería mala idea apretar algunas tuercas en lo que se refiere a la logística general del concurso, así como al funcionamiento práctico del jurado.

 
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