Usted está aquí: viernes 18 de noviembre de 2005 Opinión Emilio Ebergenyi: un locutor alivianado y sensacional

Elena Poniatowska/ I

Emilio Ebergenyi: un locutor alivianado y sensacional

Ampliar la imagen El locutor Emilio Ebergenyi, en 2004 FOTO Koh Okabe Foto: Koh Okabe

A las 11:30 de la mañana del jueves 11 de agosto de 2005, entró como el viento a la sala de la casa. Venía de pants y camiseta. Cuando le dije que habría yo podido ir a entrevistarlo a Radio Educación, protestó: ''Cuando Elena lo llama a uno, uno va a su casa", e hizo una reverencia versallesca. Lo invité a sentarse, su pirueta fue igualmente graciosa, tanto que me recordó a Orlando, el de Virginia Woolf. Hace años había yo caído bajo el encanto de su voz en De puntitas y El lado obscuro de la luna, en Radio Educación; más tarde me sedujo su persona en el teatro Santa Catarina, pero nada tan envolvente como su voz. En varias ocasiones amigos y amigas me comentaron que escucharlo era sentirse abrazado, muy bien amado. El timbre de su voz, la naturalidad con la que decía las cosas creaban una atmósfera de familiaridad, de intimidad. ''Es como si estuviera aquí junto a mí, es como si me hablara al oído". ''Me siento muy acompañada". ''Hasta me hace creer en mí misma". ''Quisiera oír su voz para siempre". Era un fenómeno de comunicación humana, Emilio Ebergenyi creaba un espacio comunitario por el solo encanto de su voz. Su sola individualidad favorecía el espíritu comunitario.

Le conté que siempre soñé con escribir un cuento de una mujer que se enamora de él y que lo llamaría ''El día que me enamoré de Emilio Ebergenyi", pero que estaba esperando a que Marta Acevedo me explicara lo de AM y FM; por eso el cuento se había retrasado, como la publicación de la entrevista, porque la quería yo mejor informada, más sabia.

-Sí, son dos bandas, AM, son las viejitas; haz de cuenta, las de más reciente creación son las de FM. Son como más nítidas, pero con menos alcance.

-¿Tú eres AM?

-Sí.

-¿Pueden oírte en toda la República?

-Claramente en el centro del país y estados circunvecinos al área metropolitana. Por rebote (que le decimos en términos radiofónicos) hemos recibido reportes de Terranova hacia el norte, de Argentina hacia el sur. Es un canal libre, la onda viaja pero ya no es constante y si la pescas, qué bueno.

-¿Así que tu audiencia es enorme?

-Es una estación que cuenta con un núcleo de radioescuchas muy fieles a la emisora, que la descubrieron como yo y se quedaron con ella. Además, al final de los años 80, el auge de Radio Educación marcó ruta a muchos programas que hoy se hacen.

-¿Y la radio cultural en México cuenta con muchos radioescuchas?

-El tipo de radioescucha que tienen las estaciones culturales es sorpresivo. A nosotros nos escuchan políticos, pero cierto tipo de políticos, los decentes. Y nos escuchan taxistas y microbuseros pero ¡qué tipo de taxistas y microbuseros! Son microbuseros con mucha más urbanidad que otros.

Un gran deportista

Totalmente pelón, más que comunicador Ebergenyi parecía deportista.

-Entonces, ¿cada año te cortas el cabello? -pregunté intimidada.

-Cada año.

-¿Así, completamente?

-Completamente, a navaja.

-¿Para nadar mejor o qué?

-No, pero sí se descansa.

-¿Y les gusta eso a las mujeres?

-A unas sí, a otras no. Pero si te refieres a mi mamá, a mi hija y a mi mujer, sí.

-¿Cómo se llaman?

-Teresita, mi madre; Hilda, mi mujer e Ingrid, mi hija.

-Ingrid es un nombre alemán, ¿no?

-Sí, tengo una prima a la que quiero mucho y se llama Ingrid. También tengo un hijo al que quiero mucho, se llama Víctor.

-¿Y la nadada?

-Voy al Casino San Angel. Es un club muy yuppie, frente a Televisión Azteca, ahí en Periférico sur. Tiene alberca descubierta, lo cual es rico también, porque aunque nades media hora diaria, te bronceas. Voy al vaporcito, me rasuro. Hay que consentirse, ¿no? Si no se consiente uno, ¿quién?

-Tus radioescuchas te adoran. Ayer te oí decir en Radio Educación, antes de las ocho de la mañana: ''Vamos a escuchar una sonata de Mozart, música que siempre apacigua. Ah, la interpretan mis paisanos húngaros, así es de que seguro va a ser muy bueno".

-¿Tú papá era húngaro?

-Mi abuelo. Llegó aquí con mi tío abuelo y mi bisabuelo, procedente primero de Egipto, por el canal de Suez, y luego llegaron a América por Panamá; de ahí se fueron para el norte, hacia Pánuco, Veracruz. Mi abuelo y mi tío abuelo se conocieron con dos hermanas. Son dos familias Ebergenyi Belgodere. El apellido paterno es húngaro, el materno es Matos.

La radio me acompañó desde niño

-Siempre quise ser locutor. Oírlos se me hacía mágico, porque fui un niño solitario y en la radio encontré cierta compañía. Fui radioescucha desde niño y lo sigo siendo, fervoroso amante.

-¿Qué estaciones escuchas?

-Normalmente la emisora en la que trabajo, que es Radio Educación, que me sigue gustando mucho. Y escucho mucho Radio UNAM o la XEB, que transmite mucha música mexicana, y soy fan de nuestra música.

Radio Educación fue de las primeras estaciones en actuar en situaciones límite, a la hora del peligro, la del desastre, la catástrofe. De por sí ya la gente de esta ciudad vive sobre una bomba de tiempo, en situación de peligro. Radio Educación se dedicó a localizar a los damnificados y comunicarlos con sus familiares en los sismos de 1985, hizo una red muy horizontal; no quiero decir que haya sido la única, pero sí fue la primera en sacar al aire lo de las costureras y lo de las injusticias que salían de los escombros.

-Tú estás en la cabina todos los días, ¿de qué hora a qué hora?

-Mi turno habitualmente, desde hace muchos años, es el mañanero, de 7 a 10 horas. Empiezo con un avance informativo, acompaño con una hora de turno de música, leo espots de actividades que promociona la emisora. Por política no metemos los anuncios que normalmente escuchas en otras estaciones. Tenemos una carpeta con mensajes que lee cada uno de los locutores. Los que hacemos cabina somos ocho o 10 de planta, hay locutores que van entre semana, como yo, está el turno de la madrugada, que va de una a cinco y entro yo de seis a 10 con Maru Pulido, que entró a Radio Educación en la misma época en que yo lo hice. Luego viene un turno en la tarde que ocupan tres locutores y el de la noche, que es de cinco locutores, entre semana.

Levantarse con la radio es padre

-Antes de ser locutor, me acompañaba yo mucho en la noche, antes de dormir con un programa que pasaba en Radio Capital, que se hacía para la comunidad de habla inglesa. Este programa se salía completamente del formato de todos los que había en el cuadrante en ese momento y hasta ahora lo recuerdo. En alguna época de mi vida, entre la prepa y la universidad, fui trailero, y el radio se me volvió fundamental; había una estación regiomontana potentísima que debe existir todavía y que yo escuchaba a lo largo de miles de kilómetros de carretera. Muchos traileros no se han vuelto locos gracias a la compañía de la radio. Es rico oír a alguien que te acompaña, pero si no hay música, pues no.

 
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