Usted está aquí: viernes 18 de noviembre de 2005 Sociedad y Justicia Wilma evidenció la fragilidad social y ambiental de Cancún

Ningún indicio de que la reconstrucción corrija las desigualdades en ese destino

Wilma evidenció la fragilidad social y ambiental de Cancún

La mitad de los habitantes, en condiciones precarias

Los empleos, mal remunerados; las propinas, principal sustento

Un collage de culturas compite por las migajas del turismo, apunta especialista

AURELIO FERNANDEZ Y ALEJANDRA LOPEZ /I

Ampliar la imagen Wilma convirti�s otrora bellas playas de Canc� agrestes montones de rocas FOTO V�or Ruiz /Reuters Foto: V�or Ruiz /Reuters

Cancún, QR. El desastre en Cancún ya estaba anunciado, tal vez desde su misma fundación, hace unos 30 años. El paso del huracán Wilma, del 21 al 23 de octubre, nada más exhibió un poco los rasgos de irracionalidad ambiental y desigualdad social que prevalecen en ese municipio quintanarroense. Lo malo es que la reconstrucción reproducirá y, probablemente, magnificará las mismas condiciones que generan el riesgo. Prueba de ello es que la Secretaría de Turismo es la encargada de asignar prioridades a la ayuda y al enfoque de la recuperación.

Las condiciones que han propiciado la acción social durante el desastre las retrató con nitidez un reportaje de Blanche Petrich (La Jornada, 28/3/2005). La zona hotelera, en un extremo, y la zona atolera, en el otro. Se calcula que 50 por ciento de la población cancunense vive en asentamientos irregulares, la mayor parte carente de servicios; son chabolas hechas con morillos de madera tropical y techos de lámina de cartón asfáltico en terrenos de manglar y selva.

La instalación de infraestructura hotelera a cualquier precio ha transformado drásticamente el paisaje, y ha hecho mucho más frágiles a la costa quintanarroense y sus habitantes frente a los fenómenos llamados hidrometeorológicos, que han sido y serán, según todo parece indicar, crecientes.

Oficialmente se calcula que cada habitación de hotel genera, en promedio, siete empleos, precarios la mayoría; los meseros y otros trabajadores de hoteles y bares pueden ganar en Cancún ingresos relativamente decorosos, siempre y cuando haya visitantes. Estos días de inactividad forzosa, sin turismo, estos empleados sólo cobran su salario base, que es de unos mil 500 pesos mensuales, por ello se les conoce como propineros. Pero hay quienes ganan mucho menos y tienen peores condiciones de trabajo. Existe una población excedentaria en Cancún disponible para que el ejercicio de la actividad turística esté en condiciones de desarrollarse aceleradamente permitiendo exorbitantes ganancias, pero sus condiciones de vida son deplorables.

El huracán Wilma desnudó esta situación. A pesar del "pacto de caballeros" acordado con el gobierno del estado, muchos empleos eventuales se están quedando a la deriva, por ejemplo, en zonas naturales propiedad de la nación que usufructúa el capital privado: el grupo X'Caret despidió inmediatamente a 100 trabajadores, con el disfraz de otorgarles permisos sin goce de sueldo. El Hilton, según declaración hecha por la CROC, planea echar a la calle a 200 empleados, y así ocurre con otras empresas del ramo.

El único motor apreciable en la actividad económica es la reconstrucción. Durante algunos días hubo 15 mil funcionarios federales en Cancún ocupando la hostelería disponible para llevar a cabo los trabajos de "regreso a la normalidad". Las empresas constructoras se lamen los bigotes ante la posibilidad de ganar los ingresos que producirá la rehabilitación de los destinos turísticos: desde la limpieza de las calles hasta la recolocación de tabla roca y unicel en los hoteles.

De pillaje a pillaje

El saqueo y el pillaje, sin duda impactantes para los habitantes de Cancún y para la opinión pública del mundo -sobre todo por la magnificación mediática-, tienen un trasfondo muy complejo que debe analizarse cuidadosamente. Hubo un momento durante el largo impasse del ojo del huracán que la gente salió a la calle y se encontró con multitud de bienes esparcidos por doquier, ventanales y puertas de muchas tiendas rotos. Se combinó una mezcla de inseguridad, al enfrentar los pobladores una duración del fenómeno que no había sido advertida por los expertos ni las autoridades, con la exposición de artículos que parecían no ser propiedad de nadie y el abuso de muchas personas ''que no necesariamente son delincuentes''. Reportes directos indican que policías que resguardaban tiendas de comestibles permitieron la entrada de ciudadanos en pos de alimentos durante el ojo del huracán, ante el hecho de que la primera parte había durado mucho tiempo y la siguiente etapa podía ser igual o peor.

Jesús Manuel Macías, investigador de desastres del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, explica: ''El pillaje aparece para convertirse en un argumento enfilado a reforzar la discriminación social y también es el pretexto idóneo para introducir elementos de represión en momentos en los que se requiere una respuesta contundente de la autoridad. La falta de sentido de protección en la población cancunense fue prohijada por la ausencia de información y por la reclusión forzada de los habitantes. Probablemente la salida fue demandar el control policiaco".

En otras poblaciones no ocurrió este saqueo, señaló. Al ser Cancún una fundación artificiosa, este collage de culturas puestas a competir entre sí por las migajas de la actividad turística no ha alcanzado a constituir lazos de solidaridad, tejido social que permita hacer frente a la amenaza de un huracán y a la incertidumbre que trae consigo.

Macías Medrano declaró en Cancún: ''Han hecho mucho escándalo con el saqueo, pero no hemos visto nada; esperen a que empiece el negocio de la reconstrucción, ése sí va a ser saqueo y muy pocos medios hablarán de él. Si la reconstrucción de los daños de este desastre sigue el padrón que hemos visto en los dos últimos sexenios, se harán grandes negocios de grupos de poder, en perjuicio de los grupos vulnerables, supuestamente auxiliados".

Por lo pronto, agrega Macías Medrano, "la Federación, el propio presidente Fox, ya anunció que hará la reconstrucción bajo su control, a su modo y manera, lo que ha chocado en la mayoría de los casos con las necesidades productivas y los patrones culturales de los damnificados. Las reubicaciones de los anteriores desastres no parecen haber cumplido los propósitos para los que fueron ideadas. Estos proyectos han funcionado tanto para acumular pérdidas al erario por aquellos casos de casas que nunca se han habitado, como para facilitar la discrecionalidad en el uso y mal uso de los recursos federales y estatales, así para la construcción de viviendas como para la adquisición de los terrenos."

El motor de la economía cancunense y de toda la Riviera Maya es la búsqueda de ganancias de los grupos hoteleros de los grandes consorcios, entre ellos los españoles Iberostar, Meliá, Riu, Barceló, Oasis; los italianos Mandarin y Venta Club; los alemanes Robinson, los estadunidenses Regency y los mexicanos Palace y Fiesta Americana, y sus operadores Hilton y Hyatt. Sociedad y naturaleza son puestos al servicio de estos grandes capitales trasnacionales, siempre con el señuelo de la generación de empleos.

A corto plazo nadie puede salirse de este modelo, y menos si no hay quien se lo proponga. En estos momentos la economía del Caribe mexicano está colapsada. Prácticamente no hay turismo en Cancún y otros destinos, y eso impide que la maquinaria trabaje.

 
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