Usted está aquí: martes 29 de noviembre de 2005 Política Perspectivas de un gobierno de coalición

José Blanco

Perspectivas de un gobierno de coalición

En los mismos días de la semana pasada Consulta Mitofsky y el diario Reforma publicaron sendas encuestas electorales que arrojaron datos similares. La guerra de las encuestas ha comenzado: pronto hubo un revire con otros resultados.

En las referidas, encontramos: un ajuste a la baja de AMLO en cuanto empezó la campaña Felipe Calderón, y una continuación a la baja de Roberto Madrazo conforme los desacuerdos internos se agravan dentro del PRI.

La trayectoria de este candidato juega en contra suya. Además, el dato de que Carlos Salinas está en el timón de las decisiones priístas se volvió vox populi; esta imagen ya no se modificará porque el propio Madrazo contribuyó contundentemente a crearla, y es probable que ello mismo sea un poderoso factor que empuje la intención de voto por Madrazo hacia la baja.

Quizá Felipe Calderón lleva razón: la decisión respecto a la elección presidencial se dará entre el PAN y el PRD. De todos modos, como es ampliamente sabido, una consulta sobre la inclinación electoral de los ciudadanos es, siempre, una radiografía del momento, susceptible de sufrir modificaciones varias.

Aunque los resultados de ambas encuestas son similares, la de Mitofsky permite ver la evolución de precandidatos y partidos en la perspectiva de un año y las sinuosidades de las curvas que dibujan la inclinación del voto.

Mientras que hoy en breve lapso Calderón va rápidamente hacia arriba, AMLO va en sentido contrario. Lo cual no implica que esas tendencias continuarán en el mismo sentido. Veremos muchos cambios de posición de los tres principales contendientes.

Hay un dato en cualesquiera encuestas que no se modificará: gane quien gane, con la actual organización de gobierno y las actuales instituciones democráticas, la gobernabilidad y el desarrollo no podían ser más complicados: a AMLO o a Calderón les ocurrirá lo que le ocurrió a Fox: tendremos un Congreso partido en tres, cuyo juego político no será el gobierno de la República y la búsqueda del bienestar de la sociedad, sino el juego del pantano: impedir que el ganador pueda gobernar, con la pueril ilusión de ganar todo en la que sigue.

Calderón ha dicho que quiere mayoría en el Congreso. Este pedido a la sociedad no le será concedido porque el nivel de desconfianza de la propia sociedad en la clase política es extraordinariamente alto. Dice también que si ganara y no tuviera mayoría en el Congreso, haría un gobierno de coalición con un programa de gobierno acordado entre los coaligados; un programa en el que una mayoría del Congreso, así conformada, fuera el soporte del mismo.

Una propuesta de un gobierno de coalición en términos puramente políticos no tardaría en irse al traste. Por la proximidad de sus orientaciones ideológicas en materia de política económica, un gobierno panista muy probablemente sólo podría alcanzar mayoría en alianza con el PRI. Este partido en cualquier momento le dará la espalda a tal gobierno, tal como ya hizo Madrazo mismo con Fox en relación a las "reformas estructurales" que el mandatario de las botas pretendía.

Si el ganador fuera AMLO estaría en la misma condición que en la hipótesis de Calderón como ganador. AMLO no podría gobernar más que a través de un gobierno de coalición y un programa conjunto. Pero el permanente juego electoral perverso que hoy existe echaría al pozo la coalición en cualquier momento. Si a AMLO no le satisface la alianza con el PRI, ni con el PAN, quedará tan paralizado como quedó Fox, aunque es probable que intentara decisiones por vía autoritaria, al margen de la ley. Es la experiencia que nos heredó en su paso por el gobierno del Distrito Federal; para AMLO su personal idea de la justicia social es la ley.

Es remoto que Madrazo gane; pero si ganara, estaría en las mismas condiciones de AMLO o de Calderón como ganadores.

No hay vuelta de hoja. Es obvio que sería indispensable un gobierno de coalición, porque la alternativa es el pantano. Pero formar un gobierno de coalición exige una reforma política constitucional y legal que obligue a la conformación de mayorías en el Congreso. Exactamente eso: previsiones de ley vinculantes que obliguen a los partidos a formar mayo-rías. Pero estamos ya fuera de tiempo.

Los partidos políticos de la actual legislatura demostraron hasta la náusea que su perverso juego era el poder y no el gobierno de la República. La partidocracia que padecemos no está en posición de pensar en la sociedad antes que en el poder para sí. Ninguno está en posición de avanzar en el desarrollo de la democracia, "parlamentarizando" en alguna medida el gobierno.

Entre tanto, debido a la frágil condición ciudadana de los votantes, que siguen esperando al caudillo que los salve -resultado a su vez de su débil educación formal-, no es posible que de la propia sociedad emerjan fuerzas suficientes para someter a los partidos. Por tanto, mientras el siguiente gobierno volverá al pantano, los altermundistas mexicanos, muy explicablemente, seguirán aumentando.

 
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