Usted está aquí: martes 6 de diciembre de 2005 Opinión Rothko en el MAM

Teresa del Conde/ I

Rothko en el MAM

Hay que apreciar la moción de traer esta exposición, integrada por piezas de la Rothko Foundation, donadas por los familiares del artista a la National Gallery de Washington. Se muestran sus principios como pintor vinculado al expresionismo, sus incursiones influidas quizá por Gorky, Miró y Andre Masson, que integran una breve etapa relacionada con aspectos no ortodoxos del surrealismo, y luego ejemplares de su producción que encajan en el expresionismo abstracto del que fue notable representante.

La muestra no produce el mismo impacto que una selección equivalente de piezas provocó hace relativamente poco en un museo neoyorquino, porque aquella incluía formatos muy grandes, pero sí da cuenta de Rothko. Quizá se debió haber considerado que como pintor abstracto fue un pintor nocturno, que trabajaba con luz artificial. Si los diferentes sitios en los que pintó, siempre amplios y con techo alto, tenían ventanas, él las mandaba cegar, pues evitaba a toda costa la luz del sol. De sus pinturas en la Capilla Rothko de Houston (no la vio inaugurada, pues se abrió en 1971) parece emanar una luz oscura, valga la paradoja, aunque son negruscas todas y se encuentran en un recinto oscurecido.

Cuando Mark Rothko se suicidó en su estudio, durante un invierno excepcionalmente frío el 25 de febrero de 1970, los integrantes o ex integrantes que quedaban de la llamada Escuela de Nueva York, perdieron a uno de sus más representativos exponentes. Al público en general puede parecerle monótono encontrarse con esos rectángulos redondeados en las aristas, montados uno sobre otro, a veces dos, a veces tres, que combinan colores y atmósferas, pero estas pinturas tienen mayor individualidad que la poseída por los trabajos de aquellos artistas que insisten en que cada orquestación difiera entre sí.

Fue un pintor en cierto modo ''teológico", que buscaba los arquetipos subyacentes a la conciencia y conocía bien tanto a Jung como la literatura hebraica. Fue cercanísimo amigo de Robert Motherwell (a quien conocí personalmente). Al inquirirle sobre él, me dijo: ''había que percibir la magia sacra que lo animaba", porque de otro modo, quien veía sus trabajos podía quedarse sólo con la percepción de los rectángulos que flotan sobre la tela y de ''su propia vaciedad, como la de los filisteos".

Así que Motherwell era filósofo (lo era, se tituló en Harvard) y Rothko teólogo. El primero fue celta y el segundo judío.

Hay en la muestra unos cuadros al acrílico (que me parecen por cierto el súmmum de la elegancia) exhibidos bajo vidrio. En ellos maneja dos colores básicos, un ocre terroso y un negro humo. (No confundir con el negro de humo). Proceden de un intento suyo destinado a hacer combinar estas piezas con esbeltísimas esculturas de Giacometti en cierta exposición a la que fue convocado. Yo no alcanzo a saber si la muestra se realizó o no, pero conviene conocer esto para al menos imaginar el efecto que pudieron haber producido y no quejarse de que se exponen bajo vidrio no antirreflejante. Francis Bacon siempre exigió que sus pinturas así se exhibieran.

El espectador puede advertir que para 1949, con el Num 7, el Rothko que se nos ha quedado en el imaginario es ya perfectamente detectable e inconfundible. Puede ser que uno se diga a sí mismo: ''lo demás son variantes". Sí, pero aunque lo sean, son variantes que implican dosis considerables de teoría del color, de delicadeza y de autoanálisis sobre el modo como los elementos sencillos pueden ocupar un espacio, provocando respuestas que tienen que ver con la atmósfera colorística.

Las manchas (sin atmósfera aún) son detectables ya en 1948, El Sin Título 1950 es una de las piezas más afortunadas del conjunto. Está bordeado en rojo (un rojo casi burdeos, tono que aparece varias veces circundando las composiciones) y los dos rectángulos ovolongos se encuentran divididos por una franja, delgada, verde, que pone en relieve la potencia de los dos colores: ocre apagado y negro. No importa que el negro no sea un color, aquí lo es, como lo fue también en Goya.

Debido a alcoholismo, a una probable depresión endógena y al empleo continuo de tranquilizantes, los últimos años de la vida de este pintor fueron infelices. Era un esteta, ni duda cabe, y un hombre profundamente espiritual, como un rabino de la pintura. Pero surge la pregunta: ¿su suicidio no influiría en la apreciación que ahora varios deparamos a sus pinturas? En el contexto del expresionismo abstracto, Rothko tuvo como colegas a Gorky (también se suicidó y se ubica más bien como antecedente del movimiento) Pollock, De Kooning, Barnett Newman, P. Guston, Lee Krasner, y su cercano amigo Robert Motherwell, entre otros.

 
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