Usted está aquí: miércoles 7 de diciembre de 2005 Opinión Papel: las cosas salieron al revés

Alejandro Nadal

Papel: las cosas salieron al revés

Las cosas suelen salir al revés de lo que se esperaba. Lo que se supone facilita la circulación termina por hacerla más lenta, y lo que parecía iba a dar más seguridad, resulta una amenaza. Los optimistas del "progreso técnico" deben pensar dos veces antes de saltar a sus conclusiones.

Hace unos quince años, cuando comenzaron a difundirse las computadoras, arrancó Internet y se generalizó el correo electrónico, muchos pensaron que el consumo de papel en el mundo iba a disminuir: el que se utiliza en la comunicación escrita, tanto en periódicos como en las oficinas, sería remplazado por flujos de información electrónica. Eso permitiría avanzar en la trayectoria de una "desmaterialización" de la producción debido al predominio de las tecnologías de la información.

Pero ni las computadoras ni el comercio electrónico ni el e-mail han contribuido a reducir el consumo de papel en las sociedades industrializadas. La mayor parte de las empresas de esos países siguen utilizando archivos impresos para sus operaciones de todo tipo, y sólo una minoría de esos registros es guardado en forma electrónica. Las millones de impresoras de tinta y láser que operan en el mundo reclaman una cuota cada día más grande de papel.

En las comunicaciones mundiales, el correo escrito sigue siendo muy importante, y no sólo en los países con menor número de computadoras. En Estados Unidos el volumen de piezas distribuidas por la oficina de correos aumenta en 2 mil millones de piezas cada año (hoy reparte más de 206 mil millones). Mucho de ese volumen está ligado al comercio por catálogo y a listas de distribución de publicidad comercial.

Aunque mucho del papel que se utiliza para periódico en el mundo es reciclado, se espera que el crecimiento de la demanda para los cotidianos del mundo se mantenga estable (2.5 por ciento anual) a lo largo de los próximos años. Esas proyecciones están basadas en el creciente número de lectores en Asia, donde los periódicos tienen tirajes que superan los millones de ejemplares diarios. Por su parte, las publicaciones electrónicas (otra de las promesas para la "desmaterialización") apenas ocupan una parcela inferior a 10 por ciento del mercado editorial en el mundo.

La demanda mundial de papel y cartón se multiplicó por 20 entre 1920 y 2004. El crecimiento más vertiginoso se produjo a partir de 1975. Un componente importante de esta demanda creciente depende de los embalajes y de la industria empacadora. El consumo mundial para estas actividades ligadas a la industria y el comercio se ha duplicado en los últimos diez años y hoy rebasa las 200 mil toneladas métricas.

El consumo per cápita en América Latina y en Asia es de unos 35 y 30 kilogramos anuales, respectivamente. Estudios de la FAO y de UNESCO consideran que se requieren unos 30 kilos anuales por persona para satisfacer las necesidades de comunicación y lectura en una sociedad normal. En los países de Africa el consumo por persona no llega a los 11 kilos por año. El promedio mundial se sitúa en 52 kilogramos, pero en los países ricos el consumo es desorbitado. Europa tiene un consumo por habitante superior a los 134 kilos anuales y Estados Unidos rompe el récord con unos 300 kilos anuales. Se calcula que en promedio un ciudadano estadunidense utiliza alrededor de un kilo de papel diario, ¡más del doble de lo que consumía en 1950! La sociedad del desperdicio se ha ganado a pulso la reputación que tiene.

La mayor parte de la pulpa y papel que se produce en el mundo proviene de la explotación forestal. Una parte de esta producción se origina en bosques sujetos a normas de manejo forestal más o menos aceptables, otra parte (creciente) proviene de plantaciones forestales, algunas de las cuales están sujetas a certificación por organismos que buscan garantizar la sustentabilidad de la explotación. Pero las plantaciones entrañan problemas en la medida en que introducen especies exóticas poco amistosas con el medio ambiente anfitrión. Además, a medida que aumenta la demanda, la presión sobre bosques primarios va a crecer. La industria de pulpa y papel es la otra fuente de problemas ambientales. Es intensiva en agua y energía, y arroja muchos compuestos tóxicos a cuerpos de agua.

Las negociaciones para la continuación de un régimen sobre cambio climático, más allá del año de expiración del Protocolo de Kyoto, seguramente tendrán un efecto sobre las plantaciones y el régimen de manejo forestal al considerar los bosques como sumideros netos de carbono. Esas medidas no resolverán el problema de la acumulación de gases invernadero en la atmósfera. Tampoco van a servir para garantizar el manejo sustentable de los recursos forestales. Sería más productivo comenzar a pensar en normas de reciclaje obligatorio, y un régimen serio y transparente de certificación forestal. Si no se avanza por ese camino, y si se quiere evitar que las cosas salgan al revés, el siguiente paso será establecer metas para reducir el consumo.

 
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