Usted está aquí: viernes 9 de diciembre de 2005 Opinión Las encuestas no cuidan casillas

Jaime Martínez Veloz

Las encuestas no cuidan casillas

La fallida propuesta legislativa de dotar de "autonomía" a entidades del sistema financiero mexicano oculta de fondo algo más allá de la aparente motivación de consolidar las instituciones del país. Tan burdo fue el intento de madruguete, que hasta Felipe Calderón debió recular de la propuesta que ya había encontrado defensores oficiosos entre el cúmulo de plumas ideológicas del neoliberalismo local.

Al igual que cuando el desafuero, el PRI se quedó colgado de la brocha. Madrazo no entiende, o no quiere entender: va de fracaso en fracaso. Prefiere lo que en lo inmediato le parece cómodo, pero al final termina pagando el costo de acciones erráticas. El desafuero y la "autonomía" de las instituciones financieras son dos costosísimos errores que van directos a la cuenta del candidato priísta y de su partido. Lo embarcaron o se embarcó, pero al final el PRI paga los platos rotos.

Nadie puede negar la necesidad de institucionalizar las actividades financieras de este país. Regularizar su funcionamiento y evitar la discrecionalidad es imperativo nacional. La pregunta es ¿por qué ahorita, al cuarto para las 12? Si son tan previsores, ¿por qué no lo hicieron al inicio del sexenio?; si tanto interés tenían en evitar la discrecionalidad, ¿por qué no revisan los pagarés irregulares del Fobaproa?

En otro tema de interés nacional, los diputados del PRI y del PAN deciden entregar las concesiones de radio y televisión a los mejores postores, es decir, sólo a los grandes capitales, buscando congraciarse con los dueños de los consorcios televisivos y los promotores del Pacto de Chapultepec. Los diputados del PRD estaban dormidos, les pasó de noche y en siete minutos se aprobó una ley de radio y televisión que el Senado lleva discutiendo y cabildeando varios años, sin llegar todavía a acuerdos concluyentes. De aprobar los senadores el texto de los diputados, se estará abriendo el campo de las concesiones para que incluso el crimen organizado pueda adueñarse de ellas previa subasta, cuando lo que les sobra es impunidad y dinero para comprar lo que se les antoje: 24 mil millones de dólares anuales, calculan organismos internacionales que es el valor del trasiego de la droga que manejan las mafias mexicanas.

El Senado tiene hoy la alta responsabilidad de contener una ley lesiva a los intereses de las mayorías nacionales. Y mientras esto pasa, el país se estremece con el video de los sicarios de Nuevo Laredo; las escenas son estrujantes, pero la realidad lo es todavía más.

Los ciudadanos de la frontera norte viven con el temor a flor de piel. La incapacidad y complicidad de las autoridades es el denominador común. El tema de la inseguridad fronteriza lacera la conciencia nacional y lastima los niveles de gobernabilidad. El tema no figura en la agenda de ninguno de los candidatos: o no le quieren entrar o no saben cómo hacerlo. Este no es un asunto de frases mediáticas o soluciones simplonas; es un tema de seguridad nacional, quizá el mayor para lograr un clima de gobernabilidad democrática. El combate al crimen organizado sólo puede producirse con un pueblo y un Estado organizado y para ello debe haber modificaciones de gran calado en las relaciones Estado-sociedad. La situación es insostenible, el clima de violencia produce escozor, lastima las relaciones sociales y produce una sensación de espanto.

Para la frontera norte, la única posibilidad de explorar nuevos rumbos para detener el tobogán de violencia generalizada es la candidatura de Andrés Manuel López Obrador; los demás ya demostraron con creces sus limitaciones y complicidades. Sin embargo, esta zona es en términos electorales la que presenta mayores debilidades en la estructura que acompaña la candidatura de AMLO. Las organizaciones partidarias de izquierda han tenido muy poca relevancia, su actividad ha sido marginal, sin un perfil ni identidad propia.

La presencia del candidato es mucho mayor que el de las estructuras partidarias, pero se hace necesaria y urgente la creación de un movimiento ciudadano amplio, incluyente, eficaz, creativo para organizar las estructuras electorales. La diferencia entre el triunfo o la derrota de López Obrador no radicará en las diferencias porcentuales de Mitofsky, Covarrubias o María de las Heras, sino en la conformación o no de un ejército electoral para la vigilancia de las casillas y la promoción del voto en cada una de las secciones electorales.

Hay que tener cuidado en dar su justa dimensión a cada tema para no descuidar los demas. El PRI si algo tiene es experiencia y estructura electoral; no se puede minimizar su capacidad de operación electoral, y el PAN tiene un voto cautivo en sectores medios de la población. Donde AMLO no tenga representante, casi es seguro que los votos se esfumarán. Manos a la obra, porque las encuestas no cuidan las casillas.

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