Usted está aquí: lunes 12 de diciembre de 2005 Cultura Celebración a la vida en el homenaje que se rindió a Emilio Ebergenyi

En el teatro Juan Ruiz de Alarcón sus amigos y seguidores convocaron su presencia

Celebración a la vida en el homenaje que se rindió a Emilio Ebergenyi

Hasta el escenario trasladaron la cabina que usó en Radio Educación

PABLO ESPINOSA

Ampliar la imagen Por medio de un video se dej�nstancia del quehacer teatral de Ebergenyi FOTO Roberto Garc�Ortiz Foto: Roberto Garc�Ortiz

La noche del sábado, una conmovida multitud vivió una hermosa ceremonia durante la cual Emilio Ebergenyi (1950-2005) ejerció nuevamente la conjugación de sus tres verbos capitales: sonreír, trabajar y amar.

En el teatro Juan Ruiz de Alarcón, donde Ebergenyi protagonizó en vida buena parte de su trabajo de actor, se instaló su cabina de transmisiones de Radio Educación, que puso al aire y en vivo un homenaje a este hombre de cultura que rindió culto a la vida durante su tránsito fructífero por esta tierra nuestra.

Tomaron la palabra Lidia Camacho, directora de ese oasis en el cuadrante, como bien lo definió la voz en off del homenajeado; María Eugenia Pulido, su compañera de tablas y cabina; cantaron boleros sus amigos Rafael Mendoza, Pepe y Flor, Cruz Mejía, Salvador El Negro Ojeda y Marcial Alejandro, mientras el pianista Alberto Cruzprieto descrucificó del teclado el Vals del Dolor y un homenaje de Francis Poulenc a Edith Piaf.

Sobre una pantalla al fondo del escenario se proyectaron fotografías del niño luego adolescente luego joven luego maduro Emilio Ebergenyi, siempre sonriendo, trabajando, amando.

Su mujer, Hilda Saray, leyó un texto hasta entonces inédito donde Emilio explica su condición zurda de ideas, ímpetu, pasión, su conjugar sus tres verbos del lado izquierdo del cuerpo, justo donde se ubica el corazón.

Además de su prosa zurda, su locución radiante, su vocación radiofónica y su irradiación radial, se conjugaron muchos otros verbos bellos y definitivos:

Del sonreír creció su voluntad postrera de no llorarle, de trabajar fecundó la ceremonia donde todos sus amigos trabajaron junto a él, como siempre, de amar germinó la amistad, el cariño de todos los presentes hacia una presencia de luz que se materializó a la izquierda del escenario, donde esplendió todo el tiempo el micrófono que usó durante ilustres lustros Ebergenyi en Radio Educación. Una luz cenital confirmaba su presencia.

El momento más hermoso ocurrió cuando uno de sus compañeros de cabina leyó el mensaje que nos dejan quienes abandonan el plano terrenal para situarse en su lugar de origen:

Si ustedes me aman, no lloren;/ .../ Piensen en mí así, en sus luchas; / Piensen en esta maravillosa morada/ Donde no existe la muerte y/ donde estoy junto a la fuente inagotable/ De la alegría y del amor./ Si verdaderamente me aman/ no lloren por mí./ Estoy en paz.

En el momento de su voz en el micrófono, Salvador El Negro Ojeda eslabonó después un par de boleros, de acuerdo con la voluntad postrera de su amigo. Antes de iniciar el segundo acotó: "los jarochos somos alegrones, pero pinche Agustín Lara, escribió un Lamento jarocho. Ahí les va".

Luego de que Hilda Saray leyó la prosa inédita de Emilio, que en el futuro cercano verá la luz de la imprenta, anunció en el escenario al gran carnal de Emilio Ebergenyi: Marcial Alejandro, quien la abrazó y abrasó luego a los asistentes y a los radioescuchas así: "sale del escenario la viuda, y entra el viudo". Y leyó unas coplas que escribió a mano a su carnal y que reproducimos en esta página, al igual que otro de los textos hasta ahora inéditos de Emilio Ebergenyi.

Un minuto de aplausos apagó las lágrimas de todos y encendió el final de una bella celebración de la vida.

 
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