Usted está aquí: lunes 12 de diciembre de 2005 Deportes Rafael Herrerías y el GDF violaron el convenio taurino hispano-mexicano

Por primera vez en seis décadas, torearon más diestros extranjeros que nacionales

Rafael Herrerías y el GDF violaron el convenio taurino hispano-mexicano

Desvergonzada actuación de Finito (?) de Córdoba

El Fandi y Flores, sólo detalles

LUMBRERA CHICO

Ampliar la imagen La buena presencia de los de Marco Garfia fue lo mejor FOTO Rafael S�hez de Icaza Foto: Rafael S�hez de Icaza

Con la anuencia del Gobierno del Distrito Federal (GDF), encabezado por Alejandro Encinas, el empresario Rafael Herrerías violó ayer el convenio taurino hispano mexicano que ha regulado las relaciones entre los toreros de ambos países desde 1945 y prohíbe que los diestros visitantes ocupen más puestos que los locales en un cartel, como ocurrió ayer en la Monumental Plaza Muerta (antes México), donde los andaluces Juan Serrano y David Fandila actuaron con el jalisciense Humberto Flores para matar un bien presentado encierro de Marco Garfias.

Suscrito por primera vez al término de la Segunda Guerra Mundial, a petición expresa de los toreros de España que necesitaban detener la invasión de figuras mexicanas como Carlos Arruza, Lorenzo Garza, Silverio Pérez y otras de esa alta estirpe, que estaban desplazando a los coletudos ibéricos, el convenio impidió desde entonces que los extranjeros superaran en número a los nativos del país anfitrión, norma que fue respetada rigurosamente, hasta ayer, a ambos lados del Atlántico.

Refrendado el 25 de noviembre de 1990 en Madrid por los matadores José Ortega Cano de allá y el mexicano Pablo Valle, así como los líderes de picadores y banderilleros Rafael Corbelle y Benigno González Carmona, el convenio agregó una cláusula especial para señalar que en corridas mixtas, de toreros de a pie y de a caballo, los rejoneadores no contarán como iguales a los peatones, acuerdo que fue ratificado en la ciudad de México el 27 de septiembre de este año.

Sin tomar en cuenta esa regla, Herrerías incluyó en el elenco de ayer al caballista potosino Rodrigo Santos, quien lo mismo que Humberto Flores fue acusado de "traición" al convenio taurino por la directiva del sindicato de matadores de toros y novillos, que en breve tramitará su expulsión del gremio, según anunció su líder, el matador Paco González.

Convertida la Plaza Muerta en tierra sin ley, con la complacencia del gobierno capitalino, la séptima corrida de la temporada un poco menos chica 2005-2006 fue protagonizada por dos forasteros mediocres -uno espléndido para banderillear, otro incapaz de ocultar su cobardía-, y dos esquiroles vernáculos que se dedicaron a demostrar por qué nunca han sido ni serán más que peleles de la fiesta.

En su tercera temporada desde que salió de la cárcel, Rodrigo Santos hizo el ridículo de su vida al equivocarse una y otra vez ante el bravo y alegre Mitotero, de la ganadería de José María Arturo Huerta, con el que estuvo a punto de arruinar al caballo Mariscal, después de clavar a la grupa y más allá del morrillo y a veces más bien cerca de la cola, o de las pezuñas, rejones de castigo y banderillas largas que aburrieron incluso a los villamelones que todo lo aplauden.

Luego de matar de una cuchillada trapera al cárdeno caribello, Santos se retiró al burladero entre pitos. Salió entonces Marranillas, del hierro de Garfias, un cárdeno bragado con 565 kilos muy bien hecho, al que Juan Serrano, alias Finito (?) de Córdoba toreó con el pico, sin ocultar el terror que lo embargaba, y mató saliéndose de la suerte en forma eficaz pero indigna. Con la misma desvergüenza despachó a Campero, un negro de 484, precioso, de morrillo astracanado, que fue bravísimo ante el caballo pero que a la hora de la muleta dejó de ver de cerca y empezó a embestir de largo a lo que se movía a lo lejos, abandonando a su execrable lidiador.

El esquirol Humberto Flores estuvo empeñoso con Fundador y Alpinista, que eran los más difíciles del encierro, lo que no obstó para que derrochara fantasía y valor con el capote antes de zozobrar con la muleta y cumplir con la espada. Por su parte, el sevillano David Fandila, El Fandi, experimentó un retroceso respecto de su actuación anterior en la que estuvo elegante y profundo.

Incapaz de dominar al bravo Asesor, que recibiría el homenaje del arrastre lento por instrucciones de Herrerías obedecidas al pie de la letra por la criada bien criada que fungía como juez, El Fandi realizó una tramposa faena de trapazos por la cara que provocó asco y náuseas entre los conocedores. Como banderillero, sin embargo, estuvo extraordinario ante Difusor, su segundo enemigo, un cárdeno nevado, tardo de embestida, al que adornó galopando por el ruedo como un caballo de dos patas al que nada más le faltaba relinchar y que, parando la nalga en la cara del bicho, parecía que toreaba con la cola como una jaca de Hermoso de Mendoza.

Al margen de esos breves alardes de condición física y plasticidad atlética, la tarde que marca el inicio de la desnacionalización de la fiesta en provecho de un pandilla de gachupines vividores como los de ayer, fue intrascendente y profundamente aburrida.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.