Usted está aquí: lunes 12 de diciembre de 2005 Opinión Dos juicios a un golpe de Estado y a 17 años de dictadura

Gonzalo Martínez Corbalá

Dos juicios a un golpe de Estado y a 17 años de dictadura

Desde mediados de año para acá ha sido motivo de la atención de la prensa internacional el proceso electoral chileno, que acaba de culminar con las elecciones del pasado domingo. Quien más ha acaparado los espacios de la prensa ha sido Michelle Bachelet, hija de un general torturado por Pinochet y finalmente asesinado durante la aprehensión. Ella misma fue también presa y torturada, y sobrevivió no solamente físicamente, sino políticamente. Fue designada nada menos que ministra de Defensa, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar este cargo, y precisamente mandando sobre un ejército que tiene todavía trazos visibles del dictador. Generacionalmente se da el caso de que quienes participaron en su juventud en el golpe de Estado al presidente Allende como oficiales de baja graduación son ahora los generales que comandan ese ejército.

Sólo hay que recordar que quien encabezó el grupo de jefes y oficiales que dio la bienvenida a Pinochet cuando logró escapar de la orden de aprehensión que le fincó el juez Baltasar Garzón en la Audiencia Española cuando estaba en Londres de visita, tomando el té con su amiga la señora Thatcher, fue precisamente el general Izurieta, comandante en jefe del Ejército chileno, para concluir que la sombra del dictador tenía entonces fuerte influencia en esa institución, por más que la propia candidata dijo el pasado 20 de julio: "Pinochet ya no tiene ninguna influencia en el país; el escándalo de la trama económica ha tenido un efecto letal entre quienes lo defendían".

Michelle Bachelet se presentó en la primera reunión con la cúpula militar cuando tomó posesión como ministra de Defensa, diciendo: "Soy mujer, socialista, víctima de la dictadura, separada y agnóstica; junto cinco pecados capitales, pero vamos a trabajar bien", y así fue. Terminó con éxito el difícil encargo y ahora es la candidata a la presidencia de la República que desde el principio se perfiló como la más fuerte. No había ningún problema importante que le impidiera cumplir con su singular encargo para una mujer, y además ahora se encaminaba también a la presidencia de Chile, rompiendo un esquema más para América Latina. Su antipinochetismo familiar no fue obstáculo para que esta mujer extraordinaria se perfilara para ocupar el más alto cargo político al que puede aspirar cualquier chileno.

La figura de Michelle se ha presentado en grandes carteles, en las bardas de Santiago, junto a la imagen de Allende, y su candidatura abrió el camino a las mujeres latinoamericanas, dando impulso a la igualdad de oportunidades para ambos sexos. Para Ricardo Lagos, quien ha hecho una presidencia que lo menos que se puede decir es que ha sido muy democrática y sumamente equilibrada entre las distintas fuerzas políticas que actúan en Chile, será una nueva nota que lo habrá de distinguir: el hecho de que una mujer con las características de Michelle Bachelet pudiera llegar a la presidencia habrá de romper muchos tabúes, uno de los cuales será el que la sombra del dictador tenga alguna fuerza todavía en Chile.

A Pinochet le sobró vida, y lo alcanzó la historia. Lo único que no ha perdido es esa sonrisa burlona que luce siempre que adivina la presencia de las cámaras. En realidad perdió ya el enjuiciamiento que le hizo desde España el juez Garzón, cuando estaba en Londres para cerrar una operación de compra de armas del ejército chileno a Gran Bretaña; quedó demostrado que, siendo senador, no llevaba visa diplomática y quedó a merced de la justicia en una primera votación de la Cámara de los Lores, tres a dos, fallo refrendado en una segunda votación de siete a tres. Si logró salir de este problema que parecía insuperable ya, y ratificada la competencia de la Audiencia Española por la corte británica, fue finalmente canjeado por la confirmación de la compra de una fragata a la armada del Reino Unido, y se le permitió regresar a Chile, donde se le continuó el juicio, esta vez, por la justicia chilena.

Muchos recursos se han empleado para evadir los fallos que varios tribunales han dado a Pinochet, siempre condenándolo por los asesinatos múltiples cometidos durante el golpe de Estado, y después en el transcurso de los 17 años de dictadura que constituyeron su largo gobierno. Pero el grupo acusador, que no olvida ni olvidará las atrocidades cometidas por el dictador -encabezado por Joan Garcés, quien fue asesor de Allende, en su juventud, durante el gobierno de éste- siempre tuvo la respuesta adecuada a las maniobras evasivas de la defensa, bien organizada y mejor pagada, y apenas ahora el ya anciano dictador, quien nunca dio la menor muestra de arrepentimiento por los crímenes cometidos por sus colaboradores, ha sido despojado finalmente de todo fuero y ha quedado en manos de la justicia chilena. Se le han agregado otros delitos de los que no se sabía mucho, que consisten en el robo de enormes sumas de dinero que tenía depositadas en bancos de Estados Unidos y de Suiza, y también de fraudes fiscales, todo lo cual parece poco importante comparado con la cantidad de vidas humanas que segaron brutalmente, y de hombres y de mujeres que fueron torturados y agredidos en su dignidad. Aquí en México hay muchas mujeres que se vieron en el caso de ser violadas multitudinariamente en esos días.

El triunfo de Michelle Bachelet sería un juicio político con carácter de plebiscito, que también habría de caer sobre el dictador y sus cómplices. Sería una demostración más de que cuando se tiene la razón histórica no se puede uno equivocar. Seguramente Pinochet perderá también estos dos juicios, que habrán de quedar como un fallo de la historia que habrá de caer como una pesada losa de concreto que aplastará cualquier tentación de esta naturaleza que pudiera surgir en cualquier parte del mundo.

 
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