Usted está aquí: miércoles 21 de diciembre de 2005 Opinión El ocaso del futuro: Samuel P. Huntington: el ideólogo del miedo

José María Pérez Gay /III y último

El ocaso del futuro: Samuel P. Huntington: el ideólogo del miedo

Samuel P. Huntington es, sin duda, el ideólogo del Limes romano de nuestros días: El doble muro de mil 123 kilómetros de longitud, armado con cámaras de iluminación, guardias y sensores, que Estados Unidos proyecta construir en la frontera con México. Su libro El choque de las civilizaciones y la remodelación del nuevo orden mundial, publicado en 1997, se volvió uno de los grandes bestsellers en Estados Unidos, sobre todo después de la barbarie terrorista del 11 de septiembre de 2001. El proyecto del congresista Sensenbrener encuentra en la obra de Huntington, aunque el político estadunidense lo ignore, su verdadera justificación: 1. Dar a los ilegales el estatus de criminales; 2. Aumentar las penas por tráfico de indocumentados; 3. Autorizar a las policías locales la remisión de los indocumentados ante las agencias federales.

Huntington afirma que, de acuerdo con su teoría de la civilización, las naciones latinoamericanas adquirieron una identidad diferente a la de Occidente, al no mezclar y asumir, como lo hicieron los países europeos y Estados Unidos, las culturas católicas y protestante. Así las cosas, del río Bravo a la Patagonia somos una suerte de subcivilización inclasificable y amorfa. Huntington ve un gran peligro en el proceso de hispanización que comienza -habla desde el año de 1997- a dominar a Estados Unidos, como hubiese resucitado la lucha entre el mundo anglosajón y el mundo hispano (what ever that means). Samuel P. Huntington, catedrático de la Universidad de Harvard, sostiene que "en México -como en Rusia- la revolución incluyó la incorporación de elementos de la cultura occidental y su adaptación a ellos".

En la crítica más lúcida que conozco al libro de Huntington, Fernando del Paso escribió: "Está claro que por este motivo (...) el profesor Huntington, cuando oye o lee la palabra Norteamérica -North America- o sus derivados, como el NAFTA -North America Free Trade Agreement: Tratado de Libre Comercio- piensa que el término sólo comprende a Estados Unidos y Canadá y decide, por lo tanto, que el afán demostrado por México para integrar, junto con esas dos naciones, el TLC -como lo conocemos en sus siglas españolas-, es el reflejo de la obsesión que tienen en la década de 1980 sus líderes políticos e intelectuales por redefinir a México como un país norteamericano".

Según Huntington, México vive una profunda esquizofrenia civilizatoria, una más de las tantas naciones escindidas -torn countries- entre una cultura antigua y predominante, y sus líderes políticos e intelectuales que luchan por imponer la modernidad de Occidente. En uno de los disparates más chuscos e increíbles -el profesor de Harvard y director del Instituto de Estudios Estratégicos John Olin- compara al ex presidente Carlos Salinas de Gortari nada menos que con Kemal Ataturk (1881-1938), el creador de la Nueva Turquía, cuyas reformas impusieron la modernidad occidental: abolió el califato (1924), secularizó el Estado, estableció el sufragio universal, impuso el alfabeto latino, sus leyes emanciparon a las mujeres y el Estado apoyó el proceso de industrialización en Turquía. El profesor Huntington, que en verdad no conoce límites, llama a Salinas de Gortari "el Kemal Ataturk de México". Bendito sea Dios.

Huntington se pregunta una y otra vez si México llegará a ser un país norteamericano, y describe cómo la mayoría de sus elites políticas, económicas e intelectuales luchan a favor de ese tránsito civilizatorio, de una cultura retrógrada a la modernidad occidental. "Por lo que a los mexicanos respecta, a Huntington lo que le alarma -lo menciona con especial énfasis más de una vez- es el hecho de que hayan sido más banderas mexicanas", escribe Fernando del Paso, y no las banderas de las barras y las estrellas, las que hayan salido a relucir en las marchas de protesta que hizo la comunidad mexicana de Los Angeles contra la propuesta 187 votada en California en 1994.

Huntington escribió en El choque de las civilizaciones la tentativa más desesperada y total por imponer el cerco y hacer de los migrantes mexicanos los agresores de la nacionalidad norteamericana. El miedo a los otros, los no occidentales, según el profesor, ese miedo no favorece el diálogo ni al mutuo entendimiento. Si se calcula que Europa occidental abriga en nuestros días a más de 20 millones de inmigrantes legales -asegura Enzensberger-, procedentes de otras latitudes, las comparaciones cobran su verdadera dimensión. Las corrientes de poblaciones fugitivas dentro de los continentes africano y asiático alcanzan sin duda magnitudes similares. Nos encontramos, pues, ante cifras muy impresionantes. Si recordamos que entre 1810 y 1921 llegaron a Estados Unidos 54 millones de personas, procedentes sobre todo de Europa, nadie podrá afirmar que las cifras anteriores carezcan de una comparación histórica. Y si además tenemos en cuenta el incremento absoluto de la población mundial -los pronósticos de Naciones Unidas para el periodo 1990-2005 adelantan un crecimiento de mil 100 millones de habitantes-, los flujos migratorios hasta ahora pueden considerarse mínimos. Por todo esto se puede concluir que, hasta el momento, tan sólo se ha puesto en movimiento una fracción ínfima de los potenciales migratorios. Al parecer, las grandes corrientes migratorias propiamente dichas -sostienen Castles y Miller- todavía no se han iniciado. Las imágenes apocalípticas transmiten una atmósfera de alarma y descontrol que ha llevado a la aprobación de las últimas leyes migratorias por el Congreso estadunidense. Necesitamos una política migratoria con Estados Unidos que mantenga presente un marco de absoluta congruencia con los criterios de una democracia global; superar la contradicción de fomentar la libertad de circulación de personas y prohibir de modo drástico su establecimiento; distinguir el fenómeno migratorio de las expresiones colaterales de xenofobia y racismo. No son sólo los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos quienes crean los conflictos y los problemas de convivencia, sino las actitudes y prevenciones, desprecios y malos tratos que prexisten en nuestras tradiciones.

Ahora, tras el 11 de septiembre y los años tensos y violentos que le han seguido, puede verse con mayor claridad en qué consiste el significado de las remesas que nuestros paisanos envían a México, 20 mil millones de dólares. No son sólo el producto de su trabajo y esfuerzo, sino también y sobre todo la expresión de la generosidad, la solidaridad y el altruismo de una cultura que el profesor Samuel P. Huntington, y los miedos de un sector de la sociedad estadunidense, desconocen por completo.

 
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