Usted está aquí: miércoles 21 de diciembre de 2005 Opinión ¿Publicar o perecer?

Arnoldo Kraus

¿Publicar o perecer?

Hace algunos años una prestigiosa revista estadunidense planteaba el siguiente dilema, ¿publish or perish?, es decir, "publicar o perecer". El quid, por supuesto, estaba dirigido a todo científico, cuya "obligación" es sacar a luz sus descubrimientos, de preferencia en "buenas" revistas. Siguiendo el dogma "publicar o perecer", quien investiga y no aporta datos nuevos debería dedicarse a otra cosa y abandonar la ciencia. Sin embargo, como demuestra el affaire Hwang-Science, las cosas no son tan sencillas. Y no lo son porque entre los investigadores, la ciencia y las revistas científicas hay una miríada de intereses que perturban enormemente la "pureza" de la ciencia.

"Pureza", entre comillas, implica que todo lo que gira en torno a la ciencia debería vestirse de términos como honestidad, ética, servicio y conocimiento "útil"; implica, asimismo, alejarse de todo lo que se relacione con fraudes, plagios, intereses económicos "inadecuados", experimentos mal diseñados e invención de resultados. Cuando se habla de ciencia, sobre todo cuando ésta tiene que ver con comunidades grandes o con naciones, también debería incluirse la palabra neutral. Aunque el affaire Hwang-Science no ha concluido, son muchas las lecciones de este chisme científico -para no hablar de la ciencia de las azoteas.

Science y Nature son dos de las revistas científicas más prestigiosas en el ámbito internacional. Podría decirse que en ellas publican los científicos más sólidos y que la mayoría de las investigaciones ahí impresas son el fruto granado de los mejores esfuerzos y de los grupos con más peso y poder en el mundo. Publicar en ellas es muy complejo; lo anterior supone que el proceso de revisión de los artículos sometidos es excelente e inmejorable. Es decir, por las páginas de esas revistas sólo corre la crema y nata de la ciencia. Woo-suk Hwang es un científico sudcoreano mundialmente famoso por sus experimentos de clonación terapéutica.

En 2004 publicó en Science un artículo en el que describe la clonación de un embrión humano. En mayo de 2005 apareció otro trabajo suyo en la misma revista donde demuestra que obtuvo embriones humanos por clonación a partir de células de pacientes y derivó de ellos células madres que en un futuro podrían utilizarse para tratar pacientes con enfermedades crónicas para las cuales, en la actualidad, no existe cura.

De acuerdo con Hwang, las células madres obtenidas, que poseían las misma carga genética que los pacientes, tenían capacidad para transformarse en cualquier tejido con la virtud extra de que no provocarían rechazo en caso de trasplantarse a enfermos. La última publicación -mayo de 2005- generó gran entusiasmo a nivel mundial. Hace pocos días, dos de sus colaboradores, el estadunidense Gerald Schatten y el coreano Sung-il Roh acusaron a Hwang de mentir.

Según Roh, quien aparece en los diarios llorando tras denunciar a Hwang por falsificación, "las células madres clonadas no existen y las fotografías de dos líneas celulares se presentaron como si pertenecieran a más líneas". El asunto se ha tornado tan complejo que el gobierno de Corea solicitó que la Universidad de Seúl investigue la veracidad o no de los estudios. Por lo pronto, Hwang solicitó a la revista Science que retire el artículo publicado en mayo, es decir, que no se dé validez a sus experimentos. No sobra recordar que Hwang es considerado héroe nacional por sus hallazgos.

"Borrar" un artículo -aunque en el pasado ha sucedido con otras publicaciones en donde se demostró que existía fraude- no es sencillo. Todos los firmantes de la investigación, en este caso 24 personas, deben pedir que se retire dicho artículo. De acuerdo con el director de Science y con otros científicos, si bien esperan el veredicto final de la Universidad de Seúl, "los acontecimientos desatados por Hwang son una verdadera tragedia" amén de que parece claro que se violaron muchos códigos éticos durante el experimento, tal como han manifestado los editores de Nature.

El desaguisado es realmente terrible. De ser ciertas las afirmaciones de los dos coautores, ¿por qué permitieron que se publicase el trabajo?, ¿cuál es el papel de los 21 investigadores restantes?, ¿qué deberán hacer las revistas científicas para saber que los resultados enviados son veraces? Por último, ¿hasta dónde puede confiar la sociedad en los resultados que publican "algunos científicos"? Afortunadamente, sucesos similares han orillado a los editores de algunas publicaciones médicas a exigir que los científicos sometan el trabajo a realizar desde un principio, no sólo para conocer la veracidad de los resultados, sino para evitar fraudes y para conocer también las partes negativas -o malas- de la investigación.

Fue Charles Bukowski quien dijo: "la fama es la peor puta de todas". Lo dijo libre de las "presiones del mercado" -como sucede cuando se malversa la ciencia- y lo dijo sin amedrentrarse por dogmas como el de "publicar o perecer".

 
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