<<< regresar a la portada


26 de diciembre de 2005
gyz

GARROTES Y ZANAHORIAS

LA GRAN PARADOJA

Justo cuando los más altos funcionarios del Poder Ejecutivo gozan de sus vacaciones de fin de año ­que también serán sus últimas como gobernantes­ se manifiesta con toda crudeza la gran fragilidad del modelo socioeconómico diseñado y defendido por los últimos tres gobiernos del PRI y el primero del PAN. La llamada iniciativa Sensenbrenner, aprobada en primera instancia por la Cámara de Representantes de Estados Unidos (EU) y pendiente de resolución en el Senado, pone en efecto en evidencia la enorme debilidad estructural del estilo de desarrollo adoptado en México desde los años 80, entre cuyos resultados principales se encuentra la exportación masiva de mano de obra indocumentada ­y barata, debe recordarse­ al mercado estadunidense.

Se desconoce la cifra exacta de mexicanos que laboran en EU. Varios cálculos la sitúan entre 9 y 11 millones, de los cuales la inmensa mayoría está indocumentada. De este contingente, cerca de 10 por ciento de la población nacional, casi un tercio emigró al país del norte en los últimos cinco años en busca de un trabajo remunerativo que aquí le era prácticamente imposible conseguir.

Desde el punto de vista del funcionamiento general del modelo socioeconómico vigente, la situación de los mexicanos que trabajan en EU es cruelmente paradójica. Virtualmente expulsados de su país en pos de opciones de subsistencia, decidieron cruzar la frontera, sorteando una serie de obstáculos para desempeñar en condiciones precarias labores que requiere la economía más poderosa del mundo. Se sabe que los salarios que perciben son comparativamente bajos; sobre todo, que la gran mayoría no percibe las prestaciones que la ley estadunidense concede a los trabajadores.

Al emigrar, estos trabajadores reducen las presiones sobre el mercado laboral mexicano, y con ellos contribuyen a la preservación del equilibrio social y político del país. Su contribución a la preservación del tejido y la cohesión sociales se complementa con las remesas de dinero a sus familiares, cuyo impacto regional es en algunos casos extraordinario (en Zacatecas, por ejemplo, el monto de las remesas suele ser superior al presupuesto del gobierno estatal). Es de sobra conocido que el dinero enviado por estos emigrados constituye la principal entrada neta de recursos financieros en la balanza de pagos.

La paradoja, en efecto, es cruel. Los máximos perdedores del modelo económico y social aparecen de manera creciente como sus máximos garantes. Su contribución al mantenimiento de los equilibrios económicos, sociales y políticos del país es enorme. Quien así no lo crea que solo imagine qué ocurriría si una parte significativa de este contingente poblacional estuviera obligado a regresar de manera súbita al país. Basta imaginarlo para darse cuenta de lo frágil que es el modelo socioeconómico construido en las últimas dos décadas, y de la urgencia de encontrar una opción de desarrollo sensata y viable que incluya a los mexicanos expulsados al otro lado. Parte de esa alternativa deberá ser el diseño de una verdadera estrategia de Estado, sustentada, por tanto, en sólidos consensos internos, para negociar de manera firme con Washington la situación de nuestros trabajadores, en una perspectiva de largo alcance y no sólo para encontrar paliativos que reduzcan las presiones del momento. Es ésta una tarea que no debe dejarse al próximo gobierno, y no puede limitarse a sólo manifestar la indignación ante el contenido en muchos sentidos ignominioso de la iniciativa Sensenbrenner. Hoy más que nunca es indispensable recuperar profesionalismo en la conducción de la política exterior. Para hacerlo es necesario rencontrar antes el sentido del Estado §


<<< regresar a la portada