Usted está aquí: lunes 26 de diciembre de 2005 Opinión APRENDER A MORIR

APRENDER A MORIR

Hernán González G.

Que fluyan los dones

CUANDO LA FALTA de respeto a la inteligencia se traduce incluso en saludos navideños, felicitaciones y buenos deseos, lo mejor es cambiar de canal, no sólo televisivo sino en el sentido amplio del término, es decir, modificar el conducto y de ser posible la conducta, el propio comportamiento, como el regalo óptimo que podemos hacernos, cada día, a nosotros mismos y a los demás, mientras nos vamos.

¿CAMBIAR PARA QUÉ? Bueno, sólo en el remoto caso de que nuestro proceder haya dado repetidas muestras de ineficacia; únicamente si las estrategias empleadas en la convivencia con nosotros mismos y con los que nos rodean, frecuente u ocasionalmente, ya no se traducen en resultados positivos y, en última instancia, para procurar que el egoísmo que acompaña nuestra naturaleza alcance ciertos visos de sensatez.

DESARROLLAR UN EGO sabio o, si se prefiere, saber hacer, bien, otra cosa que no sea pensar exclusivamente en mí, en mis perplejidades y certezas, en mis deseos y temores, esas sólidas columnas del ego torpe que sostienen nuestra disposición al sufrimiento, a sufrir y a hacer sufrir.

ELLO COMO REQUISITO para acceder, cada día del resto de nuestra vida, a un arte de bien vivir, a un procurar estar bien a partir de la serena convicción de que el arte de aprender a morir, de transitar con lucidez, entereza y serenidad el proceso de la muerte, está determinado en buena medida por un arte individual de bien vivir, opuesto diametralmente a las mezquindades, sometimientos y exceso de importancia personal. Lo anterior demanda perdonarnos y perdonar, si bien desde un ángulo menos caritativo y más esclarecido.

VÍCTOR ORTIZ, TANATOLOGO y maestro precoz e incansable de numerosas generaciones en el país y en el extranjero, sustenta una perspicaz versión del perdonar, de los convenientes, cotidianos perdones: Permitir que fluyan nuestros mejores dones, no circunscritos a la caridad piadosa y a la reconciliación pragmática, sino ampliados a un comprometido darnos cuenta y a una aceptación madura como condiciones para resistir y evolucionar individual y colectivamente.

AHORA, ACEPTACIÓN NO implica aprobación ni resignación sino atención total como punto de partida, como plataforma menos frágil que expectativas y frustración, gusto y disgusto, felicidad e infelicidad, gozo y amargura, posesión y pérdida, realidad sensorial y condicionamientos, los absolutos, en fin, y su saludable relativización en el aquí y el ahora, no para el más allá.

NO PASARA 2005 como un año caracterizado por la imaginación y los cambios, ni en México ni en el resto del mundo, sino por el recrudecimiento de las posiciones de quienes se sueñan dueños del planeta. Sin embargo, en nuestro (?) país ese lapso deja, en materia tanatológica, un pertinente cuanto deficientemente planteado intento de legalizar la eutanasia a cargo de unos precipitados asambleístas del PRD, ante el silencio taimado del PRI y el rechazo enunciativo del PAN. También en esto falta mucho por hacer.

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