Usted está aquí: miércoles 28 de diciembre de 2005 Opinión BAJO LA LUPA

BAJO LA LUPA

Alfredo Jalife-Rahme

Perplejidad estadunidense: la "era post Cheney"

Ampliar la imagen George W. Bush y Dick B. Cheney, durante una ceremonia en la Casa Blanca, el pasado 22 de noviembre FOTO Reuters Foto: Reuters

DOUG IRELAND AFIRMA que llegó el momento de destituir a Baby Bush ("Tiempos de destitución", Alternet, 20 de diciembre), mientras que para John Nichols, un biógrafo crítico del vicepresidente Richard Bruce Cheney, la maquinaria judicial se echó a andar en forma ineluctable con el inicio del procedimiento de parte de un congresista demócrata de alto nivel en el Comité Judicial -John Conyers, "jugador clave en las investigaciones del Watergate y el Irán-contras"-, lo cual puede desembocar en la "censura y quizá (sic) la destitución tanto del presidente como del vicepresidente" (The Nation, 21/12/05). El problema sería buscar a dos sustitutos de consenso en los dos primeros puestos del Poder Ejecutivo.

LAS FUENTES SABIAS de Washington perfilan a los senadores republicanos John McCain y John Warner como probables sustitutos de Richard Bruce Cheney, señalado como el culpable del espionaje a los ciudadanos, según las revelaciones de The New York Times (16/12/05) -que volvió a la carga siete días mas tarde en un editorial impactante ("La presidencia imperial de Cheney")-, lo cual ha aglutinado a una rebelde mayoría bipartidista que ha jalado el poder gravitatorio hacia el centro del espectro político, que se asentó con la aprobación de la "enmienda McCain" contra la tortura.

BASADO EN LOS asertos del jurista John Dean (anterior asesor jurídico del destituido Nixon) sobre la confesión presidencial de espionaje a los ciudadanos, Patrick Martin sustenta en forma magistral la destitución (el ominoso impeachment) de Baby Bush, quien se ha vuelto "desafiante" pese a su conducta criminal, y pone en alerta a la conjunción de las fuerzas del establishment con el fin de imponer un "estado policiaco capitalista" (WSWS, 21/12/05); cita también al prominente jurista Jonathan Turley, de la Universidad George Washington, quien sentenció en The Washington Post -el órgano (des)informativo del establishment- que "cuando el presidente admite que ha violado la ley federal, se levantan serias preguntas constitucionales de grandes crímenes y delitos". No faltan quienes critican a WSWS por ser el órgano trotskista de la IV Internacional y por caer en el monismo ideológico, lo cual no detiene la fuerza de la argumentación judicial de Martin, quien fustiga el mutismo casi sepulcral del Congreso, que no tiene más que una salida: la destitución.

HOWARD FINEMAN, reportero de MSNBC (21/12/05), vaticina el año entrante un "teatro político agrio y divisivo no visto desde Richard Nixon. Entramos a un tiempo oscuro (sic) en el que el argumento central avanzado por cada partido será acusar al otro de traición (sic)". Por lo pronto, el hasta ahora intocable sistema judicial acaba de sufrir una tremenda sacudida con la renuncia gallarda de un juez de distrito -James Robertson, uno de los 11 miembros del secreto (¡supersic!) Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Exterior- debido a la conducta criminal del presidente al espiar a sus ciudadanos (The Washington Post, 21/12/05). ¿Qué no harán colateralmente con los mexicanos, los bancos y las compañías telefónicas de Estados Unidos?

DE DEFENSA (22/12/05), centro de pensamiento estratégico con sede en Bruselas, en un notable análisis aduce que si el proceso de destitución no se ejerce se deberá a "malas razones": porque los "dirigentes del Congreso, incluidos los demócratas, habían sido informados del espionaje desde 2002, sin chistar". A juicio del centro de pensamiento europeo -que en cierta forma describe la percepción estratégica militar desde París hasta Berlín sobre el caos en Estados Unidos-, las elecciones de noviembre de 2006 serán a bayoneta calada: "comenzó la guerra civil (¡supersic!) en Washington" cuando el sistema se atascó, "bloqueado y encarcelado por sus contradicciones", y perdió su capacidad de respuesta: "habrá guerra civil en Washington; se sabe que en general el epílogo de una guerra civil es incierto y que sus efectos desestructurantes (sic) son considerables".

SON TIEMPOS DE perplejidad, pero también son momentos inéditos repletos de incertidumbre en la vida de la desbrujulada nación estadunidense, que vive un calvario de confusión sobre el conjunto de sus instituciones mancilladas, cuando no resquebrajadas.

NO SE TRATA de destituir por destituir sin reflexionar sobre el desenlace. Porque existe una peor opción que destituir a Baby Bush, a lo que se hizo acreedor por sus atentados contra la Constitución: que el tiránico y torturador vicepresidente Richard Bruce Cheney, el verdadero controlador de Baby Bush, se convierta en su sucesor para luego postularse como candidato en las elecciones presidenciales de 2008, si es que no asesta un golpe de Estado antes o libra nuevas guerras en Medio Oriente para "huir hacia adelante".

DE TAL DIMENSION irresoluble es el dilema shakespeariano al que se enfrenta la conciencia del Congreso, republicanos y demócratas por igual, que debe sopesar los alcances de la aplicación ciega de la Constitución ("un pedazo de papel inmundo", según las sabias apreciaciones de Bush sobre los candados de la Carta Magna) para castigar inapelablemente a la dictadura fascistoide y su espionaje orwelliano, sin por lo tanto caer en una tiranía todavía peor cuando tiempos aciagos planean en el horizonte: la de la dupla Cheney-Rumsfeld y la fauna belicista de neoconservadores straussianos.

EL SISTEMA ATASCADO desembocó en una aporía, un impasse conceptual sin solución, que recuerda Fahrenheit 451, la distopia genial de Ray Bradbury, donde los apagafuegos son quienes encienden ahora las llamas para quemar los libros de la ciencia y el saber: tómese la opción que sea, el desenlace en cualquier caso sigue siendo peor ante la orfandad de referencia bibliófila y de sus archivos civilizatorios.

EL MUNDO DEL futuro vislumbrado por Bradbury, sin reverencia a los libros eternos y a sus contenidos humanistas, se ha hecho presente por el bushismo unilateral que fomenta la información trivial, en detrimento del conocimiento filosófico-literario y la propagación de las ideas civilizatorias, es decir, un mundo de descerebración del género humano reducido a una dimensión reptil que se caracteriza biológica y ontológicamente por el atesoramiento y la adoración de falsos iconos totemizados que exacerba la telecracia. De allí se retroalimenta, a nuestro juicio, el grave momento de confusión, desorden, incertidumbre y perplejidad que flagela a Estados Unidos, que se quedó sin parámetros consensuados de referencia (v. gr. la Carta Magna, el libro jurídico supremo de las naciones), lo que ha dejado todo suelto y al azar del "aleteo de una mariposa" que en la "teoría del caos" puede generar grandes estragos. El sistema judicial y el Congreso tienen la misión histórica de restaurar el orden y la legalidad constitucionales, destituyendo ante todo al tiránico torturador Richard Bruce Cheney, antes que lo hagan sus militares patriotas. La humanidad entera se lo agradecerá.

 
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