Usted está aquí: sábado 31 de diciembre de 2005 Capital Norma: "gracias a mis hijos soporté la muerte de mi esposo"

Es una de 10 viudas de policías abatidos por delincuentes

Norma: "gracias a mis hijos soporté la muerte de mi esposo"

ERIKA DUARTE

¿Cómo decirle a un niño de cuatro años que llora y pregunta por su papá que ya no lo verá más? ¿Cómo explicarle que unos asaltantes acabaron con su vida de un balazo?, se pregunta Norma Delgado Mérida, quien además del dolor de perder a su esposo, sufre el de ver a sus hijos sin su padre.

"Ese fue sin duda uno de los momentos más dolorosos que pasé después de que me dijeron que mi esposo había muerto. Que su chaleco no lo pudo salvar de la bala que acabó con su vida", expresa la mujer, cuya vida cambió el 9 de junio del presente año, cuando, como muchas otras veces, Marco Antonio Bazán Mota acudió a un llamado de auxilio.

Se trataba de un robo con violencia a una casa en la colonia Tlacopac, delegación Alvaro Obregón, donde fue sorprendido por los disparos de los asaltantes y murió en el lugar.

Madre de dos hijos, de 4 y 8 años, Norma estaba consciente de que ser la esposa de un policía implicaba el riesgo de un día verlo salir de casa y no regresar. Sin embargo, tantas veces lo vio desafiar el peligro, que con el tiempo su temor se desvaneció. Porque él "era un experto en manejar el arma, y desempeñaba con dedicación y entereza su trabajo".

Refiere que, a seis meses "de que él se fue, moralmente nos está costando mucho trabajo salir adelante. Hubo momentos en los que me dejé caer, y mi hijo mayor, Mario Andrés, me dijo: no te preocupes mamá, el que mi papá ya no esté aquí con nosotros, no significa que nos vamos a dejar vencer. Yo los voy a sacar adelante a ti y a mi hermanito".

Entre lágrimas que no puede contener, afirma que las palabras de su hijo "han sido un aliento muy grande y un ejemplo. Si él que está chico no se deja caer, ¿por qué yo sí? El único consuelo que me queda es que mi esposo murió haciendo lo que le gustaba: cumpliendo con su deber", dice Norma con entereza, secándose las lágrimas que mojan su rostro.

-¿Cómo era el carácter de su esposo?

-No temía a nada, era un hombre muy valiente. Decía que si tenía que dar la vida por alguien la daba, y así lo hizo. Por muchas personas arriesgó su vida. Siempre nos decía a los niños y a mí que uno tenía que honrar su profesión, la que fuera. Ser policía era la de él, y su deber, desempeñarla con rectitud. Ese es el ejemplo que le dio a sus hijos.

-¿Cómo ven los niños que su papá haya muerto en el cumplimiento de su trabajo?

-Cuando me ven llorar, Mario Andrés me dice: 'mamá, no tienes por qué seguir triste, tú y yo sabemos que mi papá era un buen tirador. Desafortunadamente los rateros le ganaron, pero no porque no supiera disparar'.

En cuanto "al chiquito, Marco Antonio, desde que le explicamos lo que sucedió, nadie le quita de la cabeza querer ser policía. Dice que cuando crezca va a ser igual de chingón que su papá, y que va a recibir los mismos premios".

-¿Qué significa para usted que se reconozca la labor de su esposo?

-Sentimientos encontrados. Por un lado, es triste que Marco Antonio, que luchó siempre por ser un excelente elemento, que hizo méritos para que se le reconociera y ascendiera, no pudiera disfrutarlo en vida, como hubiera querido. Por otro lado, es un gran orgullo. Sus hijos y yo hemos recibido todos sus reconocimientos. Los niños dicen que van a ser igual que su papá, porque siempre les dijo que le echaran ganas. Eso es lo que a mí me hace ser fuerte.

-¿Qué piensa de que los niños quieran ser policías?

-Mi esposo les decía que era un trabajo muy arriesgado, que no permite pasar mucho tiempo con la familia, pero si de grandes deciden seguir sus pasos, los voy a apoyar, como ellos lo hacen conmigo ahora que lo necesito.

Norma relata que en estos seis meses ha pasado por momentos sumamente difíciles. "Fue tan doloroso despertar al otro día sin dinero ni para comer. Mis hijos me pedían para un refresco y no se los podía comprar. Afortunadamente Dios es grande, y mis vecinos reunieron despensas y nos las trajeron, en lo que me llegó la ayuda de la policía del Distrito Federal. Eso en verdad nunca se me va a olvidar".

"Cuando Marco Antonio murió faltaban unos días para que cumpliéramos 10 años de casados. Pasé el aniversario más doloroso en mi vida. Después vino mi cumpleaños y fue duro superar esos días. Ahora, esta Navidad sin él... Y el año que viene, tendremos que enfrentarnos a la vida solos, acostumbrarnos a vivir con su ausencia", murmura Norma con la mirada fija en una fotografía de la familia.

Ahora vive con sus dos hijos en el municipio de Tlalnepantla, en la casa de sus papás, y va saliendo adelante, dice, con la ayuda económica que recibe de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, donde su esposo trabajó por 10 años. Indica que este año la dependencia le entregó 55 mil pesos en reconocimientos postmortem.

Además de la pensión que recibirá, también vende utensilios de cocina y zapatos por catálogo, "para que no les falte nada a mis hijos y pueda estar más tiempo con ellos", dice Norma, una de las 10 mujeres que perdieron a su esposo policía en 2005.

 
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