Usted está aquí: jueves 5 de enero de 2006 Opinión EU: Huntington, tras el espíritu nazi antimigrante

Heriberto M. Galindo Quiñones*

EU: Huntington, tras el espíritu nazi antimigrante

Nada es nuevo en la relación entre México y Estados Unidos. Los abusos contra nuestro país no empezaron ayer ni terminarán mañana.

La historia es, lamentablemente, muy rica en el registro de hechos infames y ofensas hacia nuestra patria, que van desde invasiones, arrebato del territorio nacional e intervencionismo en todas sus manifestaciones. Como ejemplo de que las agresiones continúan, está la iniciativa xenofóbica del congresista republicano de Wisconsin, James Sesenbrenner -evidente seguidor del brillante, alarmista y antilatinoamericanista profesor de la Universidad de Harvard Samuel P. Huntington, autor, entre otras obras, del famoso libro Choque de civilizaciones, que es la fuente de inspiración nazi de esta ley-, que en su esencia pretende otorgar a los migrantes sin documentos la categoría de delincuentes y criminales. La ley autorizaría a las policías de todos los niveles a detener, encarcelar y hasta expulsar de su territorio a quienes les parezcan sospechosos, aun sin haber cometido delito alguno, bien sea por sus características étnicas o por simple ocurrencia de los agentes policiacos, en un rango de cien millas al norte de la línea fronteriza con México, o en los aeropuertos internacionales, en los siguientes catorce días, según ha señalado y cuestionado con valor y claridad meridiana el doctor Jorge Bustamante, una de las mentes más lúcidas en asuntos migratorios.

Esta iniciativa, afortunadamente todavía no aprobada por el Senado de Estados Unidos, refleja las fobias y los temores huntingtonianos, basados en el desprecio y el odio sajón hacia las llamadas minorías étnicas.

Es penoso decirlo, pero el sustento temeroso radica en la cultura y en el color moreno de los latinoamericanos, que no son del agrado de los discriminadores, a quienes al parecer ya se les olvidó que también ellos descienden de migrantes, y de culturas y maneras de ser muy distintas a las de los aborígenes americanos a quienes "conquistaron" casi hasta su exterminio y que, hoy por hoy, han sido confinados a vergonzosas reservaciones, no obstante ser los pobladores originarios.

Las tesis del profesor harvardiano han puesto muy nerviosos a sus seguidores, pues les da pavor suponerse gobernados, en un futuro no muy lejano, por miembros de la comunidad latina. Es obvio que a ellos no les ha provocado ningún gozo el triunfo de Antonio Villaraigosa como alcalde de Los Angeles, ni la presencia de congresistas o senadores de origen similar.

Lo anterior obliga a una profunda reflexión, misma que nos lleva a advertir la hipocresía oculta en esta nefasta iniciativa, apoyada por el presidente George W. Bush, ya que él y la mayoría de los habitantes del país que gobierna saben muy bien que a Estados Unidos les conviene contar, a la vuelta de la esquina, con mano de obra barata, más aún cuando ellos tienen crecimiento considerable y las economías latinoamericanas y del Caribe han sido incapaces de generar los empleos que se requieren.

Supongamos que en un acto de locura las autoridades migratorias estadunidenses llegaran a cerrar el paso a los paisanos, si en verdad quisieran quedarse sin mexicanos o sin latinoamericanos. Para empezar, se les encarecería la mano de obra, comenzando con los traslados humanos desde Asia y Africa, donde buscarían a los trabajadores. Por eso menciono la palabra hipocresía, porque no obstante que necesitan la fuerza de trabajo de los latinos, la ley republicana busca complacer a los extremistas que, como el arrogante gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, ya olvidaron que ellos también son migrantes o descendientes de migrantes. La verdad es que a la poderosa minoría del vecino país del norte le aterra las lecciones que les dejó la esclavitud de los migrantes africanos, cuyos descendientes integran una corriente social de gran influencia y, con base en las tesis del doctor Huntington, suponen, y quizá supongan bien, que los afroamericanos sumados a los llamados hispanos, que se multiplican a diario, más los de origen asiático, muy pronto tendrán el control de aquel país. Si esa tesis es verdadera o se llega a confirmar al paso del tiempo, no será culpa de los migrantes latinoamericanos o mexicanos, sino del espíritu imperial que nos avasalló y nos arrebató más de la mitad de nuestro territorio. Si a lo anterior agregamos el colonialismo que nos han impuesto desde el punto de vista industrial, comercial, financiero y hasta cultural, pues de plano habrá que ponernos francamente en guardia y en oración, para poner un hasta aquí.

No es casual el flujo migratorio de millones y millones de personas, ocurrido durante los últimos 100 años, dadas las economías tan desiguales existentes entre México y Estados Unidos. Por supuesto que lo ideal sería que la economía mexicana tuviera la capacidad para ofrecer a quienes nacen aquí las oportunidades que requieren, pero lamentablemente los desequilibrios estructurales existentes lo impiden por ahora. Incluso, es evidente que el imperio estadunidense, desde siempre, ha plasmado políticas colonialistas de dependencia hacia México y América Latina y el Caribe, con el fin de mantener un sojuzgamiento económico tal que impida un nivel de desarrollo similar al de ellos.

Hoy, paradójicamente, las principales organizaciones de empresarios estadunidenses están protestando contra la iniciativa de marras, porque a ellos no les conviene la posición antimigrante, ya que les afectará y encarecerá los procesos de manufactura y de producción; les generará pérdidas y propiciará un derrumbe a su economía, pues dejarían de ser competitivos, con el consecuente colapso que se les presentaría.

Respecto al muro de la ignominia que se pretende edificar como muralla de concreto en la línea fronteriza, éste es parte del espíritu hitleriano ya referido, pues de esa manera, hipócrita otra vez, le siguen dando gusto a la ultra kukluxklanesca estadunidense aún vigente. Esa muralla es una aberración y una vergüenza, por inamistosa y opresora, misma que no va a disminuir el flujo migratorio, sino al contrario, pues se aguzará el afán de búsqueda, para superar esas barreras que rayan en la estupidez. El gobierno estadunidense está en su derecho de hacer, dentro de su territorio, lo que le venga en gana, si sus legisladores lo aprueban. Cabe recordar que Estados Unidos no tienen amigos, sino intereses. Adelante pues, que los republicanos aprueben y construyan su muro infame, pero que lo hagan en toda su extensión y no solamente en una parte de ella, para que esa maldición quede como testimonio histórico de lo que son capaces de hacer los vecinos que nos tocó tener.

Los mexicanos no tenemos manera de impedir esa construcción. Nos queda, sin embargo, la dignidad, el orgullo y el coraje para protestar, hacer conciencia y exigir que se detengan esas actitudes de tan mala voluntad. Ante esto, se hace aconsejable lograr mejores acuerdos de gobierno a gobierno y de Congreso a Congreso, si no ¿para qué sirven las reuniones binacionales y las interparlamentarias?

Además de lo anterior, algo muy recomendable sería impulsar los contactos con intelectuales y periodistas que simpaticen con las causas mexicanas, pues ellos podrán ser muy eficaces divulgadores de nuestro sentir. Incluso se justificaría contratar cabilderos que contribuyan con esta causa.

¿Qué decir del asesinato del mexicano Guillermo Martínez Rodríguez, ocurrido recientemente a manos de un miembro de la Border Patrol en el cruce de Tijuana? Ciertamente es uno más de los muchos que han ocurrido y, desgraciadamente, seguirán ocurriendo, pero ello no le quita lo doloroso, infame y penoso al asunto, razón por la que nuestro gobierno debe articular una defensa sólida, que siente precedente ante la arbitrariedad, y que exija justicia.

Coincido con el Embajador de México en Washington, Carlos de Icaza, en que en la relación bilateral México-EU no se requieren muros, sino que lo que urge son puentes y un mejor entendimiento entre vecinos, lo mismo que una política migratoria basada en la realidad, ésa que indica que en la nación del norte se requieren anualmente medio millón de empleos de mano de obra no calificada, como lo es la que representa la mayoría de mexicanos que cruzan y cruzarán año con año la frontera, con muro y sin muro.

¿Por qué entonces la actitud hipócrita de otorgar solamente 5 mil visas de trabajo a mexicanos durante el año 2005, cuando en realidad ellos saben que requieren 500 mil para cubrir sus necesidades?

Hablemos más claro y fuerte con el gobierno y los congresistas del vecino del norte. Ellos no entienden que la amabilidad y la humildad son buenas maneras, pues las interpretan como símbolo de debilidad. Hagámoslo, pues, con firmeza y respeto, con valor, dignidad y sensatez, pues lo que está ocurriendo es muy delicado. El espíritu de esa ley xenofóbica -como la calificó tan atinadamente The New York Times- es nefasto para México, pero lo será también para Estados Unidos; ya lo veremos.

Quizá Samuel Huntington tenga razón en muchos de sus planteamientos académicos, pero socialmente está equivocado.

* El autor fue embajador de México en Cuba y cónsul en Chicago.

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