La Jornada Semanal,   domingo 8 de enero  de 2006        núm. 566
CINEXCUSAS
Luis Tovar
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 LA CASUALIDAD NO ES CAUSA PERO A VECES SÍ

Capaz de torcer o enderezar lo mismo el discreto destino de una jornada que el derrotero completo de un período de vida o de toda ella, el azar es, en manos de un guionista, un potencialmente traicionero cuchillo sin mango. Si su empleo no viene acompañado al menos de un tono, un ritmo y, sobre todo, un contexto argumental capaz de sostenerse aun sin el concurso de ningún evento fortuito, el azar se convierte, para mal, en recurso sine qua non, en pretexto, e incluso en subterfugio.

Por esos caminos resbaladizos transita el principio de Las Buenrostro, largometraje con el cual Busi Cortés ha vuelto luego de una larga ausencia desde su anterior filme, Serpientes y escaleras, hecho hace nada menos que trece años. En un Zócalo de la Ciudad de México convertido en sede de todas las casualidades imaginables, es presentada prácticamente la totalidad de un conjunto de personajes que, durante la siguiente hora y fracción, serán puestos a interactuar unos con otros con todo el forzamiento que implica haberlos separado prediegéticamente y necesitar reunirlos para que una trama, cualquiera que ésta sea, pueda ocurrir. Aquí se trata básicamente de tres ambiciones: la monetaria de una matrona y de un estafador, respectivamente, más la emocional de un fotógrafo de reconciliarse o arreglar o entender un tiempo pasado del cual resultó una hija. Hay, en torno a éstas, dos o tres subtramas respecto de las cuales, previsiblemente, sólo hubo tiempo de aplicarles una muy gorda mano de pintura, que se quiso subsanar con un exceso generalizado en el desempeño actoral, con un empleo desapacible de la cámara y una edición artera que sólo gracias a su obviedad no consigue hacer incomprensible un argumento que se quería complejo y apenas alcanzó a ser enredado, por lo demás, de modo absolutamente innecesario.

El cine mexicano de ficción actual no es, desgraciadamente, pobre en su dotación de anemia narrativa; los ejemplos, abundantes al grado de la alarma, han pasado por la cartelera confirmando lo que hace tiempo había quedado claro: que la fórmula del romance supuestamente complicado, al que se le suma un tono de comedia de situaciones a cargo de los personajes secundarios —que así quedan en meras caricaturas demasiado próximas al carácter de patiños—, ritmada taquicárdicamente, consistentemente salpicada de lo que no parecen sino gracejos y situaciones "simpáticas" de origen y comprensión exclusivos del realizador, el guionista más otros cuantos miembros de la producción, y finalmente permeada hasta el tuétano por una atmósfera que en ningún momento da la sensación de que algo así realmente pueda ocurrir en el mundo de este lado de la pantalla; que esa fórmula, en fin, está definitivamente agotada y que su reciclaje no sólo ahonda la huella de un cine que no parece tomarse en serio —y nada más serio que hacer una buena comedia—, sino que también expresa con elocuencia la precariedad fílmica de quienes apelan a una suerte de facilismo enredado, valga el oxímoron.

Las Buenrostro riza el rizo de su historia porque de otro modo no habría ninguna: el fotógrafo Horacio—"Julio Cortázar" ve a Aurora—"Circe" por casualidad, la sigue, averigua su domicilio y a pesar de ello la busca donde sabe que no está y ahí se queda, mientras ésta se demora, sólo porque sí, en ir a donde Todomundo sabe que a final de cuentas irá. Pero sin este forzadísimo desencuentro sería imposible el romance de Horacio con otra mujer, así como el desenredo de un misterio tan obvio que hasta los protagonistas deberían intuirlo desde las primeras escenas.

LA N0-CASUALIDAD

De acuerdo con el inexorable Perogrullo y con los primeros semestres de cualquier curso de realización cinematográfica, nada de lo que aparece en cuadro debe ser inopinado, innecesario ni gratuito. Si no tiene una función específica hay que sacarlo, lo mismo si distrae o estorba. De otro modo, a cualquier espectador le asiste el derecho de pensar que todos y cada uno de los elementos están ahí porque obedecen a una intención determinada. En ese sentido, sólo uno de varios detalles en Las Buenrostro: ¿qué hace, en primer plano y como si fuera casualidad o distracción, colocada ostensiblemente en la defensa de un automóvil, imposible de ser soslayada o considerada parte del paisaje, una calcomanía de la Fundación Vamos México, prenda de la ínclita e inefable señora de Fox? Opte usted: tiempo de pantalla para un patrocinador, toma de partido, distracción monumental... En cualquier caso, nadie puede sensatamente decir que un detalle así no importa, así sea resultado de lo que en psicología se llama acto fallido.