Usted está aquí: sábado 14 de enero de 2006 Opinión Ni tigre ni rayado

Abraham Nuncio

Ni tigre ni rayado

"¿Tigre, o rayado?" Para no responder que soy ateo, digo que soy llanero. Y suelto el cuento de que me gusta jugar con mis nietos futbol en el parque de por mi casa. Mi interlocutor queda contento. Lo que no le digo es que prefiero jugar una cascarita que ver el más delirante partido de futbol profesional. Tendría que explicarle que tales encuentros son un engaño absoluto, un negocio absoluto y una manipulación de masas absoluta.

En el Monterrey metropolitano dos son los temas de charla casual y deliberada: el clima y el futbol. Sobre todo si uno de los dos equipos profesionales de casa, o ambos -Tigres o Rayados-, se hallan involucrados en un torneo. Más aún si a uno de ellos lo desfavorece el árbitro, como ocurrió hace poco en el partido del que resultó triunfante el Toluca.

Los fanáticos, reseñados por la prensa como héroes de la espera, se apostaron en su lugar desde la noche anterior para comprar su boleto. Cerca de la hora del encuentro, las calles de la ciudad -4 millones de habitantes- empezaron a verse despejadas de vehículos. Los amigos, compadres y similares se reunieron, cervezas de por medio, frente al televisor. Familias completas seguían los detalles del encuentro en el estadio, en casa o en los restaurantes equipados para ofrecerlo a sus parroquianos en sendas pantallas. El gobernador del estado compró el tiempo televisivo en señal abierta para que todo mundo pudiera ver a su equipo favorito en acción.

Al día siguiente la ciudad amaneció molesta, casi enlutada, por el resultado del partido, y una pandemia de hipótesis se apoderó de sus habitantes. Los Rayados no se enfrentaron al Toluca: se enfrentaron al arbitrario árbitro. Hubo arreglo. Ni en la lucha libre se ha visto tanta farsa. No, lo que pasó es que los Rayados desaprovecharon el primer tiempo. Pero a ver, cómo nadie dijo nada en el partido anterior, cuando los Rayados vencieron a los Tigres mediante un arbitraje parecido. Es necesaria una investigación. Etcétera.

Las identidades sociales parecen situarse cada vez más en el terreno de la pobreza extrema. La pobreza extrema no se entiende sin la extrema riqueza. Hay interesados en que la gente confunda el sentido de pertenencia (ser o no ser tigre o rayado, para mi ejemplo) con la condición de sujeto pasivo de un espectáculo. Los que requieren vender productos (cerveza, imágenes televisivas, información de cualquier otro tipo), ganar legitimidad y/o promover a su partido, conseguir que esos sujetos mantengan ocupada su atención en discutir cuestiones banales y no vean que existe la extrema riqueza de la que empresarios y políticos son sus beneficiarios privilegiados.

Si la gente no ve siquiera lo que hay detrás del futbol, menos podrá ver otras cosas. En Nuevo León, gracias a las negociaciones entre la Federación Mexicana de Futbol y los patrocinadores de Tigres y Rayados, y siguiendo el molde monopólico de Cemex y FEMSA, no puede haber otros equipos profesionales que éstos.

Las cantinas más grandes del país, llamadas estadios, se construyen con cementos de Cemex y en ellas se vende masivamente la cerveza de FEMSA. Como ocurrirá con el nuevo estadio de futbol, que ya se proyecta dentro del flexibilísimo marco del Fórum Universal de las Culturas 2007. Los dueños de los grandes medios de comunicación ya rebosan de contento con el anuncio; sobre todo las televisoras. Y aquí, hablando de medios, un contraste necesitado de registro. En su más reciente diseño, El Norte redujo su espacio para las notas culturales a media plana, en el mejor de los días. Al mismo tiempo creó un suplemento deportivo (Cancha), en formato tabloide, de 32 planas.

Las otras cosas. Nuevo León es uno de los estados del país con mayor ingreso per cápita. Y San Pedro Garza García, el municipio donde vive la elite del estado, eleva el suyo por encima de todos los demás en América Latina. Según El Norte, en 2005 los ingresos de Nuevo León alcanzaron un máximo histórico por los ingresos del petróleo y fue uno de los estados que captó mayor inversión extranjera directa: ocupó el quinto lugar después del Distrito Federal, Jalisco, Chihuahua y Baja California. Ese tipo de inversión se concentró en el municipio de Ciénega de Flores (450 millones de dólares). Otro contraste: en este municipio, la pobreza extrema dobla a la media nacional. En 2005, nada extraño, el estado registró uno de los primeros lugares en desigualdad social después del estado de México, Oaxaca, Guerrero y Chiapas.

¿Cómo revertir la desigualdad social que nos ha deparado el modelo de acumulación de capital que en Monterrey tiene uno de sus principales bastiones sociales e ideológicos? Sólo con una sociedad movilizada que logre poner a preocupaciones tales como el espectáculo del futbol en los peldaños más bajos de su interés. El Monterrey metropolitano se caracteriza, precisamente, por la cierta indiferencia de su población en la defensa de aquellas causas que tienen que ver con valores fundamentales como la libertad política, la democracia y la justicia social. Aquí no se han registrado, como en otras ciudades, manifestaciones en contra de la globalización por su lado predatorio o de las guerras de agresión (la de Estados Unidos contra Irak, por poner el ejemplo más inmediato); a favor de la democratización de la educación superior, o contra los actos imperialistas que nos ofenden y sojuzgan.

Y es que en la capital de Nuevo León se es tigre o se es rayado, este tipo de identidades que conspira contra la conciencia. La conciencia se da, sí, pero en muy contadas macetas. Una que aquí quiero destacar. A raíz del partido Rayados/Toluca, el comentarista de deportes Angel Robles -el más lúcido que he escuchado en Monterrey y fuera de aquí- hacía la clara diferencia entre el futbol-espectáculo y el futbol-deporte. El futbol-espectáculo, decía, no es deporte; más aún, es un antideporte, pues fomenta la posición sedente, y con ello las enfermedades que le son inherentes.

Para empezar, y para concluir este artículo: se impone exigir a los gobernantes, a los rectores de universidades, a los responsables de los medios, a nuestros líderes donde los haya, que no confundan el futbol-espectáculo con el deporte. Y que con ello dejen de contribuir a la confusión general y al subdesarrollo.

 
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