Usted está aquí: sábado 14 de enero de 2006 Opinión El imperio en 2006

James Petras

El imperio en 2006

La predicción más difícil para 2006 es la dirección y trayectoria de la economía estadunidense. En 2005 la economía del país desafió todos los dogmas conocidos de la teoría económica: aun a la vista de los déficit comerciales sin precedente, de los monstruosos déficit presupuestarios, de una guerra fallida y de grandes escándalos políticos protagonizados por colaboradores presidenciales, el dólar se fortaleció contra el euro y el yen, la economía creció 3.4 por ciento y todas las principales casas de inversión tuvieron ganancias récord. Parece que la economía estadunidense desafió las leyes de la gravedad, flotando por encima de la turbulencia política y de las vulnerabilidades estructurales. Pero el objetivo de la "profecía" no es especificar el día y la hora de una aguda declinación y recesión, sino identificar las profundas vulnerabilidades estructurales y los posibles sucesos que podrían detonar una crisis.

La economía estadunidense continuará divergiendo en dos sentidos. El sector financiero se expandirá en el exterior, sobre todo las principales firmas de inversión como Goldman Sachs, JP Morgan, Citibank, en tanto el sector manufacturero, encabezado por el sector automotriz de las tres grandes, decaerá aún más, y hay buena probabilidad de que General Motors caiga en bancarrota. Las trasnacionales estadunidenses se expandirán a escala mundial, comprando participación accionaria en bancos e industrias importantes, sobre todo en China, y extenderán el alcance económico del imperio, en tanto la economía doméstica sufrirá, pues la burbuja especulativa en la vivienda y los bienes raíces estallará y los altos precios de la energía minarán la competitividad de las exportaciones, todo lo cual causará un pronunciado descenso en el gasto de consumo. El imperio estadunidense se verá cada vez más identificado con sus gigantes económicos, pues sus guerras fallidas conducirán a un retiro de las tropas combatientes y a apoyarse más en el poderío aéreo, en las fuerzas militares de cipayos, las sanciones económicas y el acomodamiento de regímenes de liberalismo social.
La crisis social doméstica se profundizará al expandirse las oportunidades de ganancias en el exterior.

En 2006, más de 90 por ciento de los trabajadores estadunidenses pagarán por su costosa atención individual de salud y sus planes de pensiones y, si no pueden pagar, perderán su cobertura. Los contratos de trabajo precarios son la norma para todos, excepto un pequeño sector de empleados públicos. La inflación real (incluidos costos incrementados en salud, educación y energía) se elevará a unas dos veces el índice de precios al consumidor y contribuirá a disminuir más los actuales niveles de vida. El estallido de la burbuja de la vivienda reducirá a la mitad el "valor en papel" de los propietarios de casa y llevará a la quiebra a muchos que ya están endeudados. Sin embargo, como ha ocurrido en décadas recientes (después de los fracasos especulativos de Ahorros y Préstamos, Punto com, Enron y otros), si bien millones de pequeños especuladores e inversionistas en bienes raíces perderán miles de millones de dólares, su descontento no encontrará expresión política. A mayores desigualdades en ingreso, propiedades y riqueza entre las elites financieras y económicas imperiales, por una parte, y las clases domésticas asalariadas por la otra, menor nivel de oposición política y social organizada. En 2006 Estados Unidos se volverá el país desarrollado con las mayores desigualdades, con el descenso más persistente en los niveles de vida y el menos capaz de organizar una defensa de los derechos sociales -ya no se diga una alternativa- contra el modelo de acumulación capitalista centrado en el imperio. En una palabra, la crisis de los niveles de vida domésticos financiará una mayor construcción imperial en vez de desafiarla.

La expansión global estadunidense es sostenible a causa de cambios fundamentales que ocurren en India, China, Indochina y los reinos petroleros de Medio Oriente. Estos países han derribado muchas barreras a la inversión externa, a las empresas conjuntas e incluso a la propiedad mayoritaria de industrias de alto crecimiento, bancos y fuentes de energía. Las trasnacionales y bancos estadunidenses, europeos y japoneses acelerarán su entrada más allá de las cabezas de playa y penetrarán con mayor profundidad en todos los sectores de la economía: 2006 marcará la transición china del "capitalismo nacional" a un modelo de crecimiento capitalista imperial de conducción nacional.

Estados Unidos continuará sustituyendo la guerra terrestre por la aérea en Irak: por cada 10 mil soldados que se retiren habrá cientos de ataques aéreos adicionales. La política hacia Irak es un caso clásico de "domina o arruina", de proporciones bíblicas. Como Washington o sus títeres no pueden dominar, la política es reducir el país a un Afganistán de señores de la guerra y líderes étnicos y tribales en conflicto permanente, con base en pequeños feudos. El debate sobre una nueva guerra en Irán no se ha resuelto a causa de las profundas divisiones en Washington, de las amenazas militares israelíes y el juicio por espionaje a dos dirigentes del principal cabildo pro israelí (Comité Estadunidense Israelí de Asuntos Públicos, AIPAC, por sus siglas en inglés). Pero si Israel ataca se desencadenarán una serie de conflictos en Medio Oriente que impulsarán al alza los precios del petróleo. Si de allí se deriva una recesión económica mundial, el choque económico podría neutralizar la influencia de los sionistas en círculos políticos de Europa y, tal vez, inclusive en Estados Unidos.

Si bien existen muchas contingencias que pueden conducir a una recesión económica mundial y a una corriente antisraelí, es prudente ponderar lo peor. Si bien el extremismo militar de Tel Aviv puede socavar cualquier reducción de las fuerzas militares estadunidenses en Medio Oriente, el debilitamiento de los cabildos pro israelíes podría permitir a Washington apoyarse en la fuerza policial y militar iraquí y kurda. Es muy improbable que éstas puedan sostenerse contra los insurgentes y la oposición de masas. Lo más probable es que el ejército se desintegre y que los funcionarios pro estadunidenses huyan de la devastada nación y vacíen las arcas nacionales en su camino de vuelta hacia Estados Unidos y Europa. Un resultado probable será un régimen heterogéneo clerical-nacionalista en pie de guerra, enfrentado a un miniestado kurdo secesionista respaldado por Israel, que emprendería una limpieza étnica de no kurdos.

En Washington, el Congreso y los dos partidos políticos se verán más desacreditados porque Jack Abramoff, confeso cabildero defraudador, implicará a docenas de legisladores, líderes partidistas y funcionarios gubernamentales en un enorme escándalo de sobornos. El juicio y persecución judicial de líderes del Congreso, sobre todo republicanos, podría prevenir la entrada en vigor de una nueva legislación regresiva y represiva, pero también precipitar al presidente a otra aventura militar (bombardear Irán) para capear el temporal político. Por otro lado, otra fallida intervención militar de la Casa Blanca en el contexto de un Congreso desacreditado, encabezado por líderes partidistas criminales, podría encender un movimiento encaminado a entablar juicio político al Ejecutivo.

Unas fuerzas armadas debilitadas, la decadencia de los clientes neoliberales ortodoxos y las fallidas iniciativas diplomáticas en foros regionales orillan a Estados Unidos a "hacer lugar" a políticos de centroizquierda en América Latina. La mayor flexibilidad de Washington encontrará expresión en la continuidad de buenas relaciones con los presidentes de Brasil, Uruguay, Argentina y probablemente Bolivia. La hostilidad del Departamento de Estado hacia el presidente Hugo Chávez de Venezuela se verá atemperada por su pérdida de influencia en lo interior y por los cercanos vínculos entre las empresas petroleras estadunidenses y venezolanas. Es probable que Washington no intervenga en las elecciones de Colombia, Chile, México o Brasil, porque todos los principales candidatos están bien dentro de la órbita neoliberal.

Un resultado improbable en Perú, donde uno de los principales contendientes es un ex oficial militar "nacionalista" allegado a Chávez, produciría tal vez un fuerte respaldo para el candidato conservador. Washington pudiera enredarse en algunos "trucos sucios" en la retaguardia de las elecciones presidenciales venezolanas, sabiendo de antemano que Chávez ganará por amplio margen.

En otras palabras, Estados Unidos perderá su mayoría electoral automática en América Latina y se verá forzado a archivar algunos de sus intentos más descarados de imponer su dominio económico. Sin embargo, ninguna de sus bases estratégicas y extensas posesiones financieras y de recursos, ni sus lucrativos pagos de deuda se verán amenazados por la elección de presidentes de "centroizquierda". El mayor riesgo de este potencial resultado de "cohabitación" es un levantamiento popular exitoso si la centroizquierda falla: en eso caso es probable que Washington intervenga con testaferros locales, y ello detonará la oposición regional.

En suma, 2006 será sin duda un año extremadamente volátil e incierto para el imperio. Las derrotas militares, las crisis internas, una gran caída del dólar y un debilitamiento general de los fundamentos económicos domésticos se yuxtapondrán a la creciente expansión económica en el exterior, las altas tasas de ganancias financieras, una oposición interna extremadamente débil y elites acomodaticias en Asia y Sudamérica. La mayor amenaza a la construcción imperial no radica en el frente doméstico ni en el mercado competitivo, sino en la guerra pendiente con Irán, pues un ataque estadunidense o israelí podría poner en movimiento una serie de severos colapsos económicos, políticos y militares que cambiarían en forma radical todas las predicciones y resultados previos relativos al estado del imperio en 2006.

El segundo gran colapso en construcción es la creciente revuelta popular contra las monstruosas desigualdades y las horrendas condiciones de trabajo impuestas por la clase gobernante china en alianza con el capital extranjero. Una conmoción más podría surgir más allá de 2006, en caso de que el auge de mercancías se derrumbe y mine la estrategia exportadora de los regímenes de centroizquierda de América Latina. En ese contexto, es probable una nueva ola de movimientos extraparlamentarios y antimperialistas que podría suscitar temores en todo el imperio.

Traducción: Jorge Anaya

 
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