La Jornada Semanal,   domingo 15 de enero  de 2006        núm. 567
CINEXCUSAS
Luis Tovar
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LAS RUEDAS DE MI ABUELITA

Uno abre el periódico cualquier día de éstos, pongamos el martes 10 de enero, va a la cartelera cinematográfica y se encuentra de nuevo —porque desgraciadamente no es la primera vez que un despropósito, una barbaridad, una distorsión, un hecho lamentabilísimo como éste ha sido verificable—, se encuentra, pues, con que no hay ni una sola película mexicana en exhibición. Cientos y cientos de salas, tan sólo en el Distrito Federal y el Área Metropolitana, incluyendo todas y cada una de las decenas de multiplex de Cinépolis, Cinemark, Cinemex, Lumiere, Multicinemas, Xtracinemas y Cinemas 2000, así como la Cineteca Nacional, Cine UNAM, Cinemanía, sin dejar fuera la megapantalla IMAX del Museo del Niño ni el Domo Digital Banamex... y nada, ni una película mexicana, redondamente cero. Eso sí, sólo en Chilangotitlán dispone usted ni más ni menos que de ochenta y tres salas para ingresar, ver Las crónicas de Narnia con todo y su sosamente descriptivo subtítulo, y salir con la convicción de haber sido esquilmado porque aquello que vio es de verdad mucho muy malo y no vale, ni de lejos, el salario mínimo diario —con todo y su reciente aumentote— que debió aflojar en la taquilla.

PEDIR NO EMPOBRECE

Por sinrazones como las anteriores, porque pedir no empobrece, porque acaban de pasar los Reyes Magos y a muchos no nos dejaron nada, y porque peor sería no mencionarlos arguyendo como razón la insignificancia de que difícilmente serán cumplidos, van a continuación y en riguroso desorden jerárquico algunos de los deseos cuya verificación haría, cinematográficamente, más simpático este 2006 (se aceptan colaboraciones y adendas):

—Que nunca más vuelva a suceder lo que un martes 10 de enero y haya, por lo menos, una pelí-cula mexicana en exhibición todos los días del año.

—Que desaparezcan de la faz de la pantalla pruebas de cuán abyecta y lamentablemente pueden ser desperdiciados noventa y tres minutos de pietaje, como lo demuestra esa cosa —hay que negarse a dignificarla llamándola película— titulada Más barato por docena 2. Claro está: cambie usted el título y la duración y ponga la cinta que más ronchas le haya sacado.

—Que prosigan, aumentados, los apoyos económicos para el cine mexicano, como Fidecine y Foprocine.

—Pero que no salgan de ahí motivos para el desconcierto, el desencanto o la franca furia, verbigracia la inefable y todavía no estrenada pero sí festivaleada Como tú me has deseado.

—Que de una vez por todas la cartelera deje de ser abrumada con la megaproducción en turno, sea la del verano, la de navidad o cualquier otra, que suele apropiarse de doscientas y pico de salas y se mantiene ahí, a veces artificialmente, porque de otro modo ni siquiera se recuperarían los costos de tanta copia.

—Que se filmen más de las casi cincuenta películas nacionales producidas en el pasado 2005.

—Pero que se exhiban todas, no como ahora que siguen enlatadas más de la mitad.

—Que los realizadores que la sufran, resistan la tentación de filmar una comedia urbana de enredos romántica leperona clasemedia con aires dizque finiseculares, seudonihilistas y según ellos buena onda, ligera, "para entretener", porque ya se han hecho muchas, la fórmula está recontragastada y, por si no lo han advertido, es garantía de fracaso.

—Dicho de otro modo, que desaparezca el síndrome de Sexo, pudor y lágrimas.

—Y que también desaparezca otro síndrome bien conocido: el de Amores perros.

—Que nunca, pero nunca más, vuelva a ma-nejarse el inoperante y enojoso concepto del "nue-vo cine mexicano"; ya llevamos tantos "nuevos" que a estas alturas ya no debe quedar ninguno con posibilidades de ser llamado viejo.

—Que el zapatero haga zapatos y que los otrora comentadores cinematográficos decidan qué quieren ser: elogiadores a ultranza de todo aquello de lo que hablan, interlocutores fugaces y circunstanciales de un lector de noticias que se cree periodista, o bien anunciadores de Canelitas Marinela.

—Que los ladrones —no se me ocurre otra manera de nombrarlos—, que se quedaron la millonaria recaudación del peso en taquilla devuelvan esa lana.

—Y para decirlo con los términos que les gusta emplear, que revisen a la baja el precio del boleto, elevado desde entonces precisamente
a causa del peso en taquilla.

—Que con la renovación de poderes venga, lo antes posible, la promulgación de una ley y un reglamento de cine que real y efectivamente ponga en orden el desmadre actual.

Total, de todos modos mi abuelita nunca tuvo ni tendrá ruedas...