Usted está aquí: martes 17 de enero de 2006 Opinión Goya en México

Teresa del Conde/ I

Goya en México

No es la primera vez que se exhibe a Goya en México. Inclusive las famosísimas musas (vestida y desnuda) comparecieron en Bellas Artes hace tiempo. Pero la visión más completa del pintor que se ha presentado aquí corresponde a los cuatro apartados de grabados y a las litografías que se conocen como Los toros de Burdeos en exhibición vigente hasta principios de marzo en el Museo Nacional de Arte (Munal).

No porque a algunos nos haya sido posible ver varias exposiciones sobre Goya (la del aniversario de los 250 años en El Prado o el acervo Goya de dicho museo que es riquísimo) deja de tener interés la que ahora tenemos a portata di mano, muy concurrida y distribuida en las generosas galerías de exposiciones temporales.

El único defecto que le encuentro es que son precisamente los grabados, que se constituyen en el aspecto más completo de la exhibición, los que presentan dificultad de ser apreciados porque el charolazo de los vidrios, sumado a los requerimientos de iluminación, que la limitan conforme regulaciones internacionales, conspira contra su observación. Debido a que la museografía dispuesta para las litografías está más espaciada, y a que son pocas, éstas se aprecian mejor y son magistrales, lo mejor que hasta entonces se había realizado conforme al método de Senefelder.

Fueron impresas en Burdeos por Charles Marie Gaulon (1777-1858), en edición limitada, algo que no sucedió de igual manera con los grabados. El primero de éstos no comparece, se trata de El agarrotado, realizado en 1778 y, por tanto, no está integrado a ninguna de las series que ahora conocemos bajo el rubro de Los caprichos, ''los desastres de la Guerra", ''los disparates" (también conocidos como Proverbios o sueños) y ''la tauromaquia" que incluye las litografías realizadas en Burdeos.

Al comentar la dificultad de aprehenderlos conforme a la disposición museográfica que ahora guardan, el pintor Tomás Parra, quien es museógrafo y curador de exposiciones, me indicó que parte del problema se hubiese solucionado colgándolos no de manera frontal al ángulo de visión, sino ligeramente inclinados. Como quiera que sea, fueron hechos para ser observados en legajos (como lo muestra el libro que se exhibe) y circulan reproducciones en offset bastante aceptables. Sólo que aquí los estamos viendo en sus formatos originales y en ediciones avaladas.

Una bien hecha selección de estampas fue presentada a principios del año pasado en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, realizada por Fernando Gálvez a partir de piezas procedentes de la Biblioteca Palafoxiana de Puebla.

En esa ocasión, la cineteca Pochote de la misma ciudad exhibió la serie Goya, de la BBC de Londres, narrada por Robert Hughes (autor de la última biografía publicada sobre el artista) en forma continua. La función, gratificante que fue, duró quizá demasiado: cuatro horas.

En el Munal se exhibe también un video, muy bien realizado y orquestado, con imágenes goyescas tomadas de varios contextos, incluyendo las que se encuentran en la presente exposición. Fue hecho por Héctor Tajonar y creo que contribuye notablemente al éxito de la muestra.

Naturalmente que se exhiben pinturas, básicamente retratos, bocetos al óleo y algunos de los cartones para tapices y es ese rubro el que amarra al grueso del público Hay retratos soberbios, entre ellos el supuesto retrato de Josefa Bayeu, la esposa del pintor y hermana de quien fue su protector y a la vez su rival: Francisco Bayeu. Con el retrato exhibido de su íntimo amigo: Martín Zapater, gracias a cuya correspondencia fueron conociéndose aspectos básicos de su biografía, tengo algún problema porque el que yo conozco, casi idéntico a éste y con la misma inscripción, se encuentra en La Haya y en algo difiere del exhibido, que procede del Museo Ponce de Puerto Rico; la diferencia está sobre todo en expresión y en la volumetría del rostro, pues las medidas son idénticas.

Es muy famoso y reproducido el retrato tipo Maja de Isabel Lobo de Porcel, pintado entre 1804 y 1805, en pleno conflicto bélico, que proviene de la National Gallery de Londres.

Otro delicioso, de la misma época, es conocido como La esposa del librero (National Gallery de Washington), aquí titulado Mujer con mantilla y basquiña, pero quizá la palma de oro se la lleve el retrato del matador Pedro Romero, del Kimbell Art Museum, de Fort Worth, que entre una miríada de exposiciones estuvo presente en la de 1996 en El Prado.

Se dice que Pedro Romero fue el torero más destacado de finales del siglo XVIII, debe haber sido un hombre extremadamente guapo aún a sus 44 años, edad que posiblemente tenía según la fecha calculada para la ejecución de su retrato. Al año siguiente, 1799, se retiró de la tauromaquia.

 
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