Usted está aquí: miércoles 18 de enero de 2006 Espectáculos Trompetista que cautivó a Vic Vogel impone su música al trasiego cotidiano

José de Jesús Vázquez, jalisciense invidente, quiere tocar para Vicente Fernández

Trompetista que cautivó a Vic Vogel impone su música al trasiego cotidiano

En 1996 el jazzista canadiense lo invitó a participar en su presentación de la Feria Internacional del Libro

Se gana la vida interpretando canciones en el centro de Guadalajara

JUAN CARLOS GARCIA CORRESPONSAL

Guadalajara, Jal., 17 de enero. Acompañado por el piano de Vic Vogel, José de Jesús Vázquez Martínez tocó tres canciones, mecida su trompeta por la síncopa del jazzista canadiense. No pudo verlos, pero miles no perdieron detalle de su presencia sumergida en las notas de Muñequita linda y Quizá, quizá, en un escenario lejos del micrófono para no chocar con él o para forjar el efecto de sordina.

Escuchó cómo le pedían otra más y sus nervios se templaron para terminar con Sin ti, mientras esos miles que lo veían gozaban con él su gozo, y el de Vogel, que tampoco lo dejaba ir, fascinado con los resultados.

Eso sucedió la noche del 3 de diciembre de 1996. Fue el músico invitado de Victor Stefan Vogel (Montreal, 1935), quien formó parte de la delegación artística de Canadá, país invitado de honor a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de ese año. Escenario al aire libre -en la explanada de la Expo-, plancha y escaleras repletas de personas felices con la felicidad de José de Jesús, miles de jóvenes, muchas parejas abrazadas... algunos lloraban.

Repertorio de 160 canciones

"Fue un momento que jamás se me va a olvidar", dice el trompetista, otra vez instalado en su lugar de trabajo cotidiano desde 11 años atrás. Voltea hacia el cielo. "Dios quiera que algún día pueda tocar con Vicente Fernández, me gusta la música ranchera." Baja la cara y sonríe. "Me sé como 160 canciones, la mayoría antiguas."

José de Jesús Vázquez Martínez tiene 33 años de edad y aunque es invidente desde los tres días de nacido, a causa de una meningitis, afirma de inmediato que la vida lo ha tratado bien y que la más grande decepción hasta ahora ha sido que no le permitieran ingresar a la Escuela de Música de la Universidad de Guadalajara, por la época en que su maestro Guillermo Guzmán Contreras, primer trompeta en la Orquesta Típica de Guadalajara, lo introdujo en el arte musical.

-¿Te gustaría volver a intentar el ingreso a la Escuela de Música?

-Sí, pero si no quieren, ¿para qué? No creen en uno.

Lo que sí hizo José de Jesús, en cuanto dominó las primeras 10 piezas musicales, fue irse a trabajar al centro histórico de Guadalajara. El estuche donde guarda el bártulo fue implementado como receptor de monedas y desde hace 11 años cautiva con sus notas melancólicas, de un pasado común para la mayoría de los que circulan por la rotonda de los jaliscienses ilustres, por plaza de armas, junto a la catedral metropolitana.

Y esa raigambre musical para casi todos los transeúntes cautivó el oído de Vic Vogel al paso, la mañana del 3 de diciembre de 1996, cuando conocía la ciudad para la que él y su agrupación tocarían esa noche. Traductor de por medio fue presentada y aceptada la invitación. "Aquí en la rotonda pasaron por mí, ya era tardecito."

Vivir sin luz

José de Jesús Vázquez Martínez logra imponerse no sólo al transporte urbano que bufa sobre avenida Alcalde, a los miles de automovilistas que pitan sin cesar en el embotellamiento cotidiano y al tráfago de las sirenas. Además debe hacerlo a la innovación en la ciudad: el semáforo para invidentes, que cada 45 segundos emite una señal auditiva chillante e intermitente. Sus mejillas se distorsionan cuando inicia Mazatlán, claro y rotundo sobre el cemento aparece el mar de notas y palmeras borrachas de brisa.

Originario de La Experiencia, pequeña población hoy conurbada al norponiente de la zona metropolitana, José de Jesús llega todos los días a las 9 horas y regresa a su casa a eso de las 18:30. Se mueve solo por la ciudad, como muchos otros invidentes que salen a las calles a ganarse el pan.

"Fui al Instituto del Niño Ciego; allí estudié la primaria y aprendí braille", recuerda de su infancia, feliz, dice, al lado de sus siete hermanos mayores. Uno de ellos, César -"que en paz descanse"-, fue quien le regaló una trompeta hace 12 años, con la que se enseñó a tocar y con la cual se gana la vida desde entonces.

Aún vive con sus padres, Refugio y Pedro, con quienes ha encontrado respaldo a la vida casi monástica que lleva, y dice no tener un solo recuerdo de lo que es la luz. "Sólo sé que es lo contrario de lo que veo", reflexiona antes de reír abiertamente.

-¿Te gustaría poder ver?

-Se acostumbra uno a vivir así.¿Para qué? Yo digo que hay muchas cosas malas que uno no quisiera ver, pero simplemente tienen que pasar y eso, drogadicción, ladrones que roban sin saber lo que cuesta ganar el dinero, gente mala; eso no me gustaría verlo nunca. Mejor así.

José de Jesús se queda solo con su trompeta, en la oscuridad del ruido urbano que debe superar. Toma aliento, se lleva el trasto a la boca: Cerca del mar, Fascinación, Amor perdido, Amor de los dos... Las monedas comienzan a caer en el estuche.

 
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