Usted está aquí: domingo 22 de enero de 2006 Opinión Elecciones en el PRD: lucha entre tribus

Editorial

Elecciones en el PRD: lucha entre tribus

Este domingo se llevarán a cabo las elecciones del Partido de la Revolución Democrática (PRD) para escoger a los candidatos a jefes delegacionales del Distrito Federal. Más allá de las fórmulas que resulten ganadoras, estos comicios han sido empañados por la lucha de poder imperante dentro del perredismo capitalino, dividido en tribus que, generalmente, buscan su propio beneficio antes que fortalecer al partido. Estos enfrentamientos tuvieron diversas expresiones durante los días pasados, cuando las distintas corrientes buscaron obtener ventajas mediante la descalificación de los rivales y el juego sucio, dejando de lado el debate de ideas y propuestas sobre los temas cruciales de cada demarcación y los objetivos generales del partido.

En la semana que termina hoy se registraron hechos vergonzosos que involucraron a gran número de corrientes y precandidatos, desde zafarranchos, como el sucedido el miércoles pasado durante la sesión del Consejo Estatal, y acusaciones de juego sucio entre los militantes vinculados a las distintas corrientes partidistas, hasta acciones que perjudican a la ciudadanía, como el cierre de válvulas de las tomas de distribución de agua potable en varias colonias de la delegación Venustiano Carranza.

En realidad, la capital se ha convertido en botín para las distintas tribus que integran el PRD. Así, por ejemplo, en Iztapalapa se espera una lucha sin cuartel entre la corriente Nueva Izquierda, de René Arce, en el poder, y una coalición encabezada por Unidad y Renovación. Para colmo, la división perredista no corresponde únicamente a facciones con plataformas distintas entre sí, sino entre militantes de las mismas corrientes, como en Azcapotzalco, donde las diferencias entre los integrantes de Izquierda Democrática Nacional podrían generar un escenario de confrontación, que pone en riesgo incluso a la ciudadanía.

Estos enfrentamientos dan origen a prácticas lamentables, algunas de ellas identificadas con el Partido Revolucionario Institucional, que durante el siglo pasado se mantuvo en el poder durante siete décadas.

Prácticas que, casi sin excepción, han sido duramente criticadas por innumerables militantes perredistas, como el hallazgo de despensas en la demarcación Miguel Hidalgo, destinadas supuestamente a favorecer la candidatura de Javier González del Villar. El precandidato, obviamente, rechazó las acusaciones y denunció que las despensas fueron sembradas por sus rivales políticos, pero el daño está hecho, convirtiendo el proceso electoral interno en un lodazal.

El pasado 18 de enero, las distintas facciones y el Consejo Estatal del partido llegaron a un acuerdo para garantizar un proceso limpio, legal, transparente y democrático. Entonces se advirtió que los comicios se podrían suspender si se daban hechos de violencia, descalificaciones baratas y abusos. Sin embargo, a pesar de los acontecimientos, la elección se realiza, con la salvedad de mandar comisiones especiales a delegaciones consideradas focos rojos, como Iztapalapa y Venustiano Carranza, donde las distintas tribus perredistas han generado un ambiente poco sano, por lo que los enviados decidirían en dado caso la cancelación del proceso electoral.

Pero este asunto va más allá. Entre sombrerazos, gritos y acusaciones ­que generalmente se hacen ante los medios de comunicación, destinadas únicamente a ensuciar la elección y no para buscar que se haga justicia, como sería si se interpusieran las quejas ante las autoridades pertinentes­, es el PRD el que pierde. Para empezar, ante estas confrontaciones vacías, que sólo garantizan un coto de poder para un grupo o grupos, queda claro que el partido no tiene un rumbo claro, lo cual es sin duda peligroso de cara a los comicios de 2006. Además, el juego sucio desanima al ciudadano, que con justa razón desconfía de políticos que, sin detenerse ante nada, buscan obtener ventajas electorales.

En este sentido, cabe preguntar si entre los dirigentes de las distintas facciones hay alguno al que le interese realmente el partido, entrampado entre las tribus y sus principios originales. Ante este panorama, las dirigencias nacional y estatales del PRD debería buscar métodos para evitar que los desacuerdos o la confrontación de posturas distintas degeneren en un festín de caníbales y más bien contribuyan a crear unidad dentro del partido, que permita construir proyectos congruentes y sólidos.

 
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