Usted está aquí: domingo 22 de enero de 2006 Sociedad y Justicia Trabajadoras sexuales: cinco años en lucha por el respeto a sus derechos

Dentro del colectivo aprenden cómo pelear contra el estigma y enfrentar sus miedos

Trabajadoras sexuales: cinco años en lucha por el respeto a sus derechos

EMIR OLIVARES ALONSO

Luchan contra el estigma y la discriminación. Pelean para que su vida "no esté partida en dos", puesto que aseguran no poder ser auténticas en sus casas, sobre todo ante sus hijos: "Nadie quiere que su madre sea una puta". Son trabajadoras sexuales independientes, quienes se niegan a ser llamadas sexoservidoras, menos aún prostitutas.

"Somos recolectoras de basura, porque nos enfrentamos a enfermedades, no físicas, sino del espíritu del hombre; ellos lo descargan todo con nosotras", advierte Blanca, quien lleva cuatro años en el trabajo sexual.

Emiliana, quien dejó el trabajo desde hace tres años, refiere: "No somos víctimas, nunca nos pondremos en ese papel; simplemente somos mujeres marginadas, y nos hacemos responsables de donde estamos".

Sus miradas se tornan tristes, les duele hablar de lo que sienten y viven. No es fácil que lo expresen. Incluso Alicia no habla, prefiere escuchar. De repente asiente con la cabeza a lo que sus compañeras exponen; sus ojos se llenan de lágrimas cuando hablan de los hijos, de los golpes y los riesgos.

Las tres forman parte del Colectivo de Trabajadoras Sexuales Independientes de la Ciudad de México, el cual desde hace cinco años lucha por sus derechos, pero sobre todo busca que las mujeres abandonen la prostitución. Y señalan que las ha ayudado a respetarse y reconocerse como mujeres libres y con derechos.

Dentro de esa organización han aprendido a rencontrarse, a defender sus garantías. "Tenemos derechos, pero no enseñan a ejercerlos, eso pasa en la sociedad en general. Porque el más poderoso gana aquí, en estas leyes. Y si a eso le sumas el estigma, pues estamos jodidas. Hace cinco años empezamos a organizarnos y nos comprometimos a transformar la idea, a aprender y no desde la parte asistencialista, sino de reconocernos como mujeres fuertes, sujetas de derecho. Esa labor ha sido dolorosa porque nos damos cuenta de lo que hemos permitido, incluso contra nosotras mismas, porque al no hacerse respetar y no hacerse valer nos violentamos", revela Emiliana.

Agrega que son parte de una esclavitud moderna, pero su objetivo es decir "no más", además de que desean crear las condiciones para que las mujeres que no quieran estar dentro de esa labor decidan irse.

La mujer es contundente y fuerte, lo ha aprendido en el movimiento, por ello arremete contra la discriminación: "Soy una mujer que por ciertas circunstancias llegó a esto, pero soy fuerte y no tengo por qué mentirle a esta sociedad de mierda que es la que me ha orillado a esto, porque no nos brinda buenas condiciones de vida, oportunidades".

Para Blanca el castigo y estigma siempre recae en ellas, ya que del cliente no se habla, es un personaje anónimo al que "nadie toca". Afirma que ella no puede ser auténtica en su casa porque sus hijos crecen en esta cultura que los enseña a discriminar. Asegura que vive en una fantasía.

Subraya que al acercarse al colectivo aprendió cómo hacer valer sus derechos, cómo pelear contra el estigma, y a enfrentar sus miedos.

Consideran que una ley en la materia no sería benéfica. "No es posible que un sujeto que está detrás de un escritorio y con un sueldo espléndido intente legislar nuestra situación; tendría que vivirla para entender. Una cosa es la teoría, otra la realidad", enfatiza Emiliana.

Las leyes no las favorecen, luchan todos los días ante eso, confiesan que si sufren una violación y lo denuncian las tachan y no procede su querella porque: "te dicen que tú lo provocaste. Si existe discriminación contra la mujer, al ser trabajadora sexual se eleva a la segunda potencia".

Emiliana critica la doble moral, el que la sexualidad se viva de manera oculta, con miedo. Dice que ellas no pueden gozar aunque el hombre que las contrata les guste físicamente: "Aquí no vas por tu placer, sino por una necesidad económica; cuando llega el chavo que te gusta no hay una relación de igualdad, porque eres una mercancía".

Subrayan que el sufrimiento siempre está presente, muchas son las razones para sentirlo, sin embargo "eso no nos debilitará, sino que nos fortalece. Tenemos que aprender a trabajar sobre nuestra propia realidad".

 
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