Usted está aquí: lunes 23 de enero de 2006 Opinión La reforma del poder

Javier Oliva Posada

La reforma del poder

Además de la composición del Congreso General, las seis gobernaturas, la Presidencia de la República y otros siete procesos locales para renovar alcaldías y congresos, se pone en juego la capacidad para construir acuerdos en medio de una tendencia a la fragmentación en la representación política en todos sus niveles. Por eso importa, y mucho, conocer la manera en que los partidos políticos puedan procesar sus conflictos internos en la formulación de sus candidaturas a todos esos cargos. La profundidad del impacto en su preparación para la contienda será tan relevante como los resultados mismos.

Y no puede ser de otra manera. Un partido político cuyos procedimientos, sean los que fueren, que concluyan con impugnaciones, acusaciones, escisiones y rupturas, no presagia capacidad de competencia hacia el exterior. Un partido debilitado en su vida institucional interna será vulnerable a las presiones por y para la competencia. Por eso, desde ahora puede señalarse sin lugar a dudas que estas elecciones y su preparación tendrán una serie de repercusiones hacia el conjunto del sistema de partidos, que también habrá de repercutir en la manera en las que se organiza la sociedad y establece alianzas y compromisos con los propios partidos. Por eso, la trascendencia de la resolución en el conjunto de las candidaturas, mostrará las capacidades de operación de sus dirigencia hacia dentro y hacia fuera.

La tarea y el desafío es doble y, por tanto, difícil. Por una parte, el esfuerzo y desgaste que implica la campaña presidencial. Por la otra, la gobernabilidad interna de cada partido político sometida a las presiones por el acceso a las candidaturas locales y federales. Los escenarios son de mucha intensidad y complicación, mismas que pueden incrementarse si los argumentos y la aplicación de los estatutos no son aceptados por los grupos en pugna.

El mensaje, más allá de las campañas publicitarias que se pudieran desplegar, será tener o no capacidad para formular acuerdos internos y así estar en condiciones para alcanzar consensos externos; de manera más coloquial: si se exige democracia y capacidad de conducción, dirigencias y candidatos habrán de comenzar por sus organizaciones de origen. Pues un claro referente o anticipo de su forma de gobernar serán, en efecto, esos procesos y el tratamiento que reciban sus corrientes y militantes inconformes con los resultados. La vida institucional interna de los partidos políticos será sometida a elevada presión. Veremos los resultados.

Es por eso que entramos a un proceso donde los resultados impactarán la manera en que hasta ahora hemos entendido la distancia que hay entre ciudadanía y representantes luego de la fecha de elección. Por eso, la reforma del poder no sólo es una frase, sino una realidad que ofrecerá una nueva dinámica en la participación social, donde los niveles de exigencia y cumplimiento a las ofertas de campaña serán intensos y la impostergable necesidad de dar resultados, implicarán en muchos de los casos, afectar intereses asentados desde hace décadas.

La realidad latinoamericana nos adelanta mucho de lo que hoy vemos en nuestro país. No atender a esa dinámica, además de ser una visión aislada, demuestra que no se ha percibido en su dimensión la profundidad de las afectaciones en la percepción social, luego de décadas de pobreza, marginación y corrupción. La intensidad en la lucha interna de los partidos políticos por alcanzar las candidaturas, ojalá y sea el preámbulo del compromiso, dedicación y honradez para servir a la sociedad.

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