Usted está aquí: jueves 26 de enero de 2006 Cultura ''Varias casas operísticas piden parámetros más propios de una modelo que de una cantante''

Rosa Elvira Sierra vuelve a México para debutar con un papel estelar en Bellas Artes

''Varias casas operísticas piden parámetros más propios de una modelo que de una cantante''

ANGEL VARGAS

La huelga en la Universidad Nacional Autónoma de México de 1999 resultó un accidente afortunado para la soprano Rosa Elvira Sierra, pues la obligó a adelantar su salida para estudiar el extranjero.

Desde allí, al término de su carrera en el Real Conservatorio de La Haya, ha construido una creciente e importante carrera en Europa, aunque no sin antes haber tenido que lavar platos, limpiar casas y cuidar perros para subsistir y sostener sus estudios.

Hoy, la cantante de 30 años regresa a México para debutar con un papel protagónico en el Palacio de Bellas Artes: el personaje de Antonia de la ópera Ambrosio, del mexicano Juan Antonio Guzmán, y de esa manera continuar su objetivo de consolidar su nombre también en el país.

Ganadora de los concursos Carlo Morelli y Francisco Araiza, Sierra subraya que, a diferencia de lo que ha sucedido con los intérpretes masculinos, las cantantes latinoamericanas enfrentan grandes dificultades para colocarse en el extranjero.

''Todavía estamos un tanto marginadas de los grandes teatros", indica en entrevista con La Jornada. ''En el caso de las sopranos, estamos sometidas a una profunda competencia, siendo la técnica el factor principal que se califica, y en ello destacan las orientales y las rusas".

Aunque también influyen otros factores, denuncia, entre ellos algunos con rasgos totalmente discriminatorios, relacionados con la apariencia física: ''En varias casas de ópera y teatros se están pidiendo parámetros de altura y belleza física que son más ad hoc para una modelo que para una cantante".

A manera de ejemplo, recuerda el caso de la soprano Deborah Void, que fue retirada de una producción en el Covent Garden, en Inglaterra, por sobrepeso.

''Yo misma he vivido (la discriminación) en carne propia, sobre todo por la estatura. Algunas veces me dicen que les gusta mucho mi voz y forma de cantar, pero el director de escena ha adquirido un poder supremo y determina que mi físico no concuerda con lo que requiere", abunda.

''Ya no son factores musicales los que resultan determinantes, sino lo estético de la imagen. Eso es frustrante. Es común que se lamente que alguna cantante sea excepcional, pero que no sea bonita. Esta es una situación que ocurre sobre todo en Francia, donde quieren puras modelos."

Carencia de espacios

Sierra, cuyo debut protagónico nacional ocurrió el año pasado, en el montaje de Rigoletto que presentó la Compañía Opera de México en el Teatro de la Ciudad, considera un tanto masoquistas a todos los que deciden dedicarse profesionalmente al arte en el país. Del caso de la música, destaca en particular la carencia de espacios para trabajar.

''Hace falta apoyo de las autoridades para la cultura. Por ejemplo (el Instituto Nacional de) Bellas Artes tiene que hacer las producciones que puede y no las que quiere, por falta de dinero", subraya.

''Parece olvidarse que la base fundamental de una sociedad es la cultura, como puede observarse en el extranjero. Hay muchos artistas mexicanos, gran parte son jóvenes con talento, pero carecen de espacios y apoyos. Faltan escenarios para los artistas que nacen.

''El artista en México es un tanto masoquista. Siempre decimos que para ser músico uno debe estar loco, por las dificultades que entraña. El escenario es una droga, pues la retroalimentación con el público crea dependencia".

 
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