Usted está aquí: domingo 29 de enero de 2006 Cultura Una jubilosa multitud celebró el 250 aniversario del nacimiento de Mozart

En la Sala Nezahualcóyotl, estreno mundial de trabajo de Caine sobre el compositor

Una jubilosa multitud celebró el 250 aniversario del nacimiento de Mozart

A la misma hora que en México, en otras partes del orbe se rindió homenaje a Volfi

PABLO ESPINOSA

Ampliar la imagen Uri Caine estrenó en la Sala Nezahualcóyotl The Mozart Proyect. Para un amante del arte del jazz fue una noche espléndida, para un melómano de salas de concierto fue el nirvana, para las almas mozartianas fue por completo el paraíso Foto: Cuauhtémoc Valdiosera

Ampliar la imagen El pastel de cumpleaños de Mozart en la Sala Nezahualcóyotl después del concierto Foto: Cuauhtémoc Valdiosera

La fiesta del cumpleaños 250 de Wolfgang Amadeus Mozart ocurrió con el esplendor de la belleza que irradia su espíritu tornado en música, frente a una multitud de rostros encendidos por la sonrisa que enciende de inmediato su sonido. La Sala de Conciertos Nezahualcóyotl, llena a reventar, estalló en júbilo por la vida la noche del 27 de enero de 2006, exactamente dos siglos y medio después del primer canto de Volfi al salir del vientre de su madre como una mariposa de intenso colorido.

El estreno mundial del formidable trabajo The Mozart Project, a cargo de su autor, el pianista y compositor estadunidense Uri Caine con su banda de jazz y música de cámara y contemporánea, fue un agasajo para el alma, una explosión vital de júbilo, un recital espléndido donde brilló el ludismo, el placer, la vitalidad, la alegría de vivir, la libertad, todos ellos sinónimos de Mozart.

En cuanto apareció el ciudadano Caine, el aplauso fue para las partituras que Citizen Caine enarboló frente al público encendido. Las ovaciones y el júbilo crecieron en cuanto la multitud pudo deletrear lo que decían las portadas de esas partichelas: M-O-Z-A-R-T, y coreó esa palabra mágica con vivas y cánticos de júbilo, como solamente las multitudes felices pueden hacerlo.

Enseguida, Uri Caine deletreó en el piano a Moz Art. Inició con un soliloquio al piano solo, solito y su alma, donde comenzó una dulce trivia en la cual lo importante no era -y así ocurrió durante toda la velada- solamente el placer de reconocer las piezas aludidas, reconocibles para un mozartiano de pura cepa, sino disfrutar el asombro de los descubrimientos libertarios que ejerció toda la noche Caine con su fenomenal Proyecto Mozart.

Eso resultó evidente por completo en cuanto entró a escena la banda entera, con una estrategia de tres elementos centrales: una orquesta sinfónica representada/sintetizada en dos violines (la sección de cuerdas de una filarmónica) y un clarinete, ambos instrumentos, el violín y el clarinete, junto al piano, los más amados por Ama-Deus. El segundo elemento fue el trío de jazz. Y el tercero, la contemporaneidad, el tornamesas del célebre díyei Olive, aportando más al juego con sus efluvios electrónicos que iban desde los ecos de la Sinfonía de los Juguetes de papá Leopold Mozart hasta las Ondas Martenot de la Sinfonía Turangalila de Olivier Messiaen.

El trabajo de Caine en su Proyecto Mozart tiene una estructura similar a sus proyectos Mahler, Wagner, Beethoven y el de otros compositores, cuya música sometió a un proceso inteligentérrimo deconstructivo para mostrar todos sus elementos por separado al mismo tiempo y unirlos de manera imperceptible.

No incurrió nunca en el facilismo de la síncopa ni en el sistema de tema y variaciones, sino que recurrió al mismísimo sistema original que desarrolló Mozart en sus conciertos para piano, conocido como Teoría de las Figuras Musicales, que tiene sus antecedentes en el clasicismo griego y en los tratados que escribieron Aristóteles y Cicerón, entre otros autores de quienes aprendió Mozart los secretos de la inventio, elaboratio y decoratio, compuestos de anáforas, analepsis, paronomasias, epístrofes, clímax graduales, mímesis, elipsis, tmesis, syncopatios, noemas, hipérboles, suspiratios, trémolos y anábasis.

Conocedor de estos secretos cuasi alquímicos, que Mozart elevó a sus mayores consecuencias y subliminó en todas sus obras y alcanzan niveles arcangélicos en sus adagios (movimientos lentos) y en su música para copas de cristal mesméricas, cánticos de hadas que habitan en cada tecla de cada piano desde hace 250 años, el ciudadano Caine convirtió esa magia en una sonrisa plena que mientras transcurría el concierto crecía y crecía en los rostros apacibles/exultantes/dichosos de los circunstantes.

Para un amante del arte del jazz fue una noche espléndida, para un melómano de salas de concierto fue el nirvana, para las almas mozartianas fue por completo el paraíso. Quizá los escuchas ortodoxos prefieran que a Mozart no se le altere en lo mínimo y todo suene como Dios manda. Seguramente los seguidores del díyei Olive esperaban otra cosa. Pero lo que sí era evidente fue que Mozart sonreía y sonreía y estaba feliz en su fiesta de cumpleaños.

Para el público mexicano fue un privilegio entero. A la misma hora en otros puntos del planeta sonaba Mozart. En Salzburgo estuvo la máxima pianista viva mozartiana, Mitsuko Uchida. Y así todas las celebridades engalanaron aún más las galas. Pero el epicentro fue la Sala Nezahualcóyotl porque allí brilló la libertad, que es la máxima virtud de la música de Mozart. Y tan sólo fue el inicio de lo que viene todo el año en la Sala Nezahualcóyotl: conciertos ortodoxos con luminarias del firmamento de la música de concierto durante los próximos meses y en septiembre de nueva cuenta Mozart contemporáneo, con la banda alemana de rock Mozartband.

Por lo pronto, con las sonrisas de Mozart en sus partituras con harto free jazz, hard bop, experimentaciones electroacústicas, música concreta, divertimentos, la expansión completa del concepto del juego y la libertad, sobre todo la libertad del alma, la fiesta de cumpleaños de Mozart fue un prodigio.

Al final, unas damas vestidas de Constanza (la mujer de Mozart), Nannerl (la hermana de Mozart), unos jóvenes vestidos de Salieri y el mismísimo Mozart, repartieron autógrafos y partieron un pastel. Allí fue cuando Volfi sopló las velitas y deleitó su paladar con Eine Kleine Piece of Cake.

Felicidad.

 
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