Usted está aquí: domingo 29 de enero de 2006 Estados La Planada, refugio de ladrilleros mexiquenses

La Planada, refugio de ladrilleros mexiquenses

Desde hace poco más de 45 años, el barrio de La Planada, en el municipio de Coyotepec, estado de México, es refugio de artesanos de ladrillo rojo, actividad que apenas da para "medio comer" a las cerca de 600 familias que habitan alrededor de los hornos ladrilleros en condiciones casi primitivas, donde el azadón es el instrumento de labranza más preciado y una mezcla de arcilla la materia prima.

Desplazadas de tierras donde se construyeron los desarrollos residenciales de Ciudad Satélite y Echegaray, municipio de Naucalpan, a finales de los años 60, familias de ladrilleros encontraron nuevas reservas arenosas en Coyotepec, lugar donde los padres han legado a sus hijos la técnica del ladrillo artesanal.

En La Planada se trabaja mucho para ganar poco. Las jornadas de 12 horas diarias dan ingresos de 100 pesos por 500 tabiques elaborados, pero los dueños de las tierras obtienen más de 250 mil pesos al mes por la renta de lotes utilizados para mezclar arcilla y tender tabique al sol, y mil pesos por el uso de cada uno de los 65 hornos.

Desde temprano, descalzo y provisto de un azadón, Santos Alcocer, padre de 11 hijos, se alista para iniciar un día de trabajo. Comienza por mezclar arcilla, estiércol de caballo -traído del Hipódromo de las Américas- y aserrín, que deposita en una gavera (rejilla de madera) de donde retira el lodo excedente.

La primera etapa concluye con el secado del ladrillo al sol. Sigue el horneado, que consiste en apilar 20 mil tabiques en un cuartucho de nueve metros cuadrados por tres de altura. El muro trasero del horno tiene un boquete por donde se introduce aserrín o leña.

Cuando las llamaradas sobresalen significa que el horno ha alcanzado su máxima temperatura y de inmediato hay que sellar el techo y la puerta con tabique viejo y arcilla, para que termine el cocimiento.

La espera para abrir el fogón dura hasta 36 horas. Varias personas se suman al machete, como le llaman al trabajo de sacar el tabique y colocarlo en camiones que lo trasladarán recién elaborado. "Sale ardiendo y así hay que cargarlo", dice un machetero que espera una paga de 20 pesos por al menos cuatro horas de labor.

La temporada de invierno es la mejor para trabajar porque "en época de lluvia no se puede, no hay qué comer; entonces tenemos que buscar yerbas en la zona de riego de los terrenos; ahí le entramos a los nabos y a los caracoles; hasta robamos elotes, ésa es la verdad. Pero se hace porque se tiene hambre", sostiene Santos Alcocer.

Junto a la carretera Teoloyucan-Coyotepec se ubica la humilde vivienda de doña Josefina Estrada Lugo, de 65 años de edad. Casi descalza, muy delgada y bajita de estatura, recuerda ser originaria de San Luis de la Paz, Guanajuato, y haber llegado a La Planada cuando tenía 40 años.

Un apilado de tabiques y sobre ellos una tabla simulan una mesa en la que coloca un molcajete con salsa roja y algunas tortillas, que serán el alimento del día, de ella y sus dos hijos de 25 años, quienes trabajan en el machete.

"¡La forma más fácil de vivir es estirando la mano!", dice molesto el secretario del ayuntamiento de Coyotepec, Antonio López de la Rosa, quien asegura que los habitantes de La Planada "no son tan pobres", pues han sido los más beneficiados por los programas federales como Oportunidades y por servicios del municipio.

"No arreglan sus casas, no visten bien, porque así les es más fácil", argumenta, al ser interrogado sobre el abandono en que viven. "¡Pura flojera!", insiste el funcionario, que poco sabe de La Planada pues ignora cuántas familias de ladrilleros viven ahí o si tienen servicios básicos.

Silvia Chávez González, corresponsal

Fotos: Mario Antonio Núñez López

 
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