La Jornada Semanal,   domingo 29 de enero  de 2006        núm. 569


HUGO GUTIÉRREZ VEGA

VALLEJO Y LA VANGUARDIA PERUANA (II)

Los modernistas peruanos encabezados por González Prada, que mucho tenía de parnasiano, tuvieron una influencia muy relativa en la poesía de Vallejo. Conviene citar a José Santos Chocano, tanto al poeta como al personaje. Como poeta perteneció a una especie de modernismo tardío, como personaje agitó las plumas de su chambergo por todos los rumbos de América Latina y defendió su pensamiento político progresista y liberal. Visitó México en múltiples ocasiones y las sonoridades de su poesía estuvieron en los labios y en la gestualidad de las grandes declamadoras. Piense el lector en Berta Singerman, ataviada con una capa blanca de amplios vuelos, declamando en el vasto escenario de Bellas Artes el poema sobre los caballos de los conquistadores: "los caballos eran fuertes, los caballos eran ágiles". Los temas de Santos Chocano son la naturaleza americana, sus paisajes y algunos personajes de su historia. Tal vez ahora su voz nos suene ampulosa, pero en su tiempo fue uno de los caudillos del modernismo y una buena parte de su obra se escapa de las prisiones declamatorias.

Lo opuesto a Chocano es el silencioso y originalísimo José María Eguren, poeta antiépico, antideclamatorio que vivía y escribía en el mundo de la pura imaginación. Se trata de uno de los "raros" de la vaga definición rubeniana. El simbolismo y el modernismo fueron las magas que mecieron su cuna, pero su ímpetu discreto y, a la vez, poderoso, lo llevó a los terrenos del surrealismo. Así lo prueban sus libros La canción de las figuras y Sombra y rondinelas. Fue Eguren un poeta interiorista y un observador agudo de los paisajes de su alma. Parte, a veces, de la incoherencia de los sueños para jugar con los colores oníricos y terminar en una tiniebla en la que se desplazan las figuras casi imperceptibles de un surrealismo muy personal en el que no hay acción y todo se sugiere con suavidad y comedimiento. Lo que importa de este método es la fuerza de las sensaciones. Pienso que esta característica influyó en el Vallejo de Los Heraldos Negros, pero sobre todo en el de Trilce y los Poemas humanos. Es claro que Trilce no admite comparaciones con otras obras, pues tiene una originalidad irreductible, pero, tal vez, algún fragmento de poema, una imagen onírica o una sensación opacada por las tinieblas surrealistas de Eguren asomen sus vagos perfiles en las páginas de Trilce. Quiero suponerlo, pero no lo sé de fijo.

Vallejo pasó quince años en Europa, pero su pensamiento regresaba con frecuencia a su tierra natal. Miembro del Partido Comunista, sus ideas políticas y sociales eran, a la vez, sencillas y firmes. Su poco feliz novela Tungsteno así lo demuestra. La debilidad del texto se debe, en buena medida, a la intensidad del compromiso. Gide, al regresar de la Unión Soviética, escribió un libro desencantado y pesimista. Vallejo, que viajó por las mismas regiones, tal vez urgido por la tragedia española, prefirió la militancia sin matices a la crítica de las terribles desviaciones estalinistas. Hizo, además, periodismo, escribió relatos, intentó construir algunas obras de teatro y publicó un magistral ensayo sobre el romanticismo en España e Hispanoamérica.

El libro de Vallejo que más me asombra e ilumina es Poemas humanos. En él la profundidad temática se sobrepone al ánimo experimental y una sinceridad sobrecogedora exige las formas transparentes y, en ocasiones, los neologismos capaces de expresar tanto vigor dramático. En fin... se trata de una síntesis muy afortunada de la profundidad emocional de Los Heraldos... y de la búsqueda rabiosa, beligerante y sin concesiones de Trilce.

Los años parisinos de Vallejo fueron marcados por la extrema pobreza. Decía: "Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo", y ponía como testigos de su fin a "los días jueves, los huesos húmeros, la soledad, la lluvia, los caminos". Brilla con especial dramatismo su poema: "España, aparta de mi este cáliz", en el que convoca a los niños del mundo para que eviten la caída de la España republicana. Se entronizó el fascismo, pero el poema de Vallejo, como los de Neruda, Machado, Cernuda, Alberti, Garfias, Salinas, Rejano, León Felipe y Miguel Hernández, dejaron el testimonio vivo del humanismo arrasado por la barbarie de los báculos y de los espadones.

No quiero terminar sin mencionar los nombres de Martín Adán, vanguardista radical; César Moro, vanguardista peruano, francés, mexicano, y Emilio Adolfo Westphalen, surrealista y amante de la corrección formal. Mucho le debieron a Vallejo como mucho le debemos los que intentamos escribir en español.