Usted está aquí: martes 31 de enero de 2006 Economía Las economías emergentes llegan a la mayoría de edad

Las economías emergentes llegan a la mayoría de edad

Las naciones ricas ya no dominan la producción global; el tercer mundo aporta la mayor proporción

Los temores de que el tercer mundo hurte la producción y los empleos del mundo rico, se basan en la vieja falacia de que el aumento en la producción de un país debe darse a expensas de la de otro

Economist Intelligence Unit /The Economist

Ampliar la imagen Corredores bursátiles en terminales de la bolsa de Mumbai, India, país donde, al igual que en China y la ex Unión Soviética, se ha multiplicado el tamaño de su fuerza laboral al integrarse al capitalismo de mercado Foto: Ap

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Tres hechos sorprendentes esclarecen el drástico cambio de los años recientes en el balance comparativo entre las economías del primer mundo y las del tercer mundo. El año pasado, de acuerdo con evaluaciones de EIU, las economías emergentes representaron poco más de la mitad de la producción mundial, tomando en cuenta la paridad de poder de compra. Segundo, esos países también representaron más de la mitad del incremento en el PIB global en términos de dólares en curso. Y tercero, quizás el más sorprendente de todos, tanto en 2004 como en 2005 las 32 economías emergentes más grandes mostraron crecimiento. Todos los años, durante las pasadas tres décadas, al menos un país entró en recesión, si no en profunda crisis. De manera inevitable, algunas economías titubearán en los años venideros pero, gracias a políticas más estrictas, la mayoría pueden esperar crecimiento a largo plazo. Las jóvenes economías emergentes han crecido en más de una forma.

Esos sucesos son parte del mayor cambio en el panorama económico desde el surgimiento de Estados Unidos, hace más de un siglo. En tanto las naciones desarrolladas y el antiguo bloque soviético han adoptado reformas económicas que promueven un mercado más amigable y abrieron sus fronteras al comercio y a la inversión, se industrializan más países que nunca, y más rápido. Durante la Revolución Industrial, a Estados Unidos e Inglaterra les llevó 50 años duplicar sus ingresos reales per cápita; hoy China lo está consiguiendo en una sola década. En un mundo abierto es mucho más fácil llegar al mismo nivel de los países avanzados adoptando su tecnología, que ser un líder económico obligado a inventar tecnologías para sostener su crecimiento. Por lo tanto, es probable que continúe el desplazamiento del poder económico hacia las economías emergentes. Esto ocasiona que el mundo regrese a una situación que prevaleció durante la mayor parte de su historia. La gente olvida que, hasta finales del siglo XIX, China e India fueron las más grandes economías del mundo. Hoy, las economías emergentes aportan la mayor parte de la producción mundial.

¿Temor o alegría?

Muchos patrones, trabajadores y políticos del mundo rico temen que el éxito de esos recién llegados sea a sus expensas. Pero los países ricos ganarán más de lo que pierden con el enriquecimiento de otros. Los temores de que el tercer mundo hurte la producción y los empleos del mundo rico se basan en la vieja falacia de que el aumento en la producción de un país debe darse a expensas de la de algún otro. Pero el incremento de exportaciones proporciona a las naciones en desarrollo más dinero para gastar en importaciones, principalmente de las economías desarrolladas. Por lo tanto, es probable que un crecimiento más rápido de los países pobres eleve la producción de los ricos, en vez de reducirla. Las economías emergentes contribuyen a empujar el crecimiento del PIB mundial en el momento preciso en que el envejecimiento de las poblaciones del mundo rico podría causar una reducción del crecimiento.

Aunque un crecimiento más fuerte de las economías emergentes provocará una mejoría de los países desarrollados, no todos saldrán ganando. La globalización está originando el cambio más grande en un siglo en los precios relativos (de la fuerza de trabajo, capital, mercancías y bienes), y esto a su vez provoca una importante redistribución del ingreso. En las economías desarrolladas, los trabajadores con poca capacitación pierden terreno frente a los capacitados. Y los dueños del capital se llevan una rebanada más grande del pastel que la de los trabajadores en su conjunto.

Como resultado de que China, India y la antigua Unión Soviética han adoptado el capitalismo de mercado, la fuerza laboral global ha duplicado su tamaño. En la medida en que eso ha hecho que el trabajo sea más abundante y el capital más escaso relativamente, se ha disminuido la presión sobre los salarios en relación con los rendimientos del capital. A lo largo y ancho del mundo rico, las ganancias se han elevado a niveles sin precedente en comparación con el ingreso nacional, mientras la rebanada de los trabajadores se hace más pequeña. Al parecer, los trabajadores de occidente no han participado en los frutos de la globalización; muchos de los menos calificados están en peores condiciones. Pero esto sólo es parte de la historia. Los salarios de los trabajadores podrán ser malos, pero como consumidores se benefician de precios más bajos. Y como accionistas y futuros pensionados, tienen posibilidades de aprovecharse de un uso más eficiente del capital global. La competencia de las economías emergentes podría también contribuir a estimular el crecimiento de la productividad del mundo rico y, en consecuencia, el promedio de los ingresos.

En la medida en que, en conjunto, las economías prósperas se aprovechan de la nueva riqueza de las emergentes, los gobiernos tienen mayor oportunidad de compensar a los que pierden. También los gobiernos tienen otro papel importante que desempeñar. La creciente competencia de las economías emergentes hace necesaria la flexibilidad laboral y de los mercados de productos, así como acelerar la transición de las viejas industrias a las nuevas. Por eso Europa y Japón no pueden darse el lujo de demorar sus reformas o dejar a sus trabajadores mal capacitados para ocupar los empleos del futuro. A las naciones desarrolladas que se den prisa en eliminar industrias decadentes y opten por nuevas industrias y servicios les irá mejor mientras las economías emergentes maduran. Las que se resistan al cambio podrían tener una larga decadencia. Las que lo adopten pueden beneficiarse de la sorprendente nueva riqueza de las economías emergentes.

FUENTE: EIU

 
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