Usted está aquí: jueves 2 de febrero de 2006 Opinión El pacto de los integrados: los que van ganando

Sergio Zermeño

El pacto de los integrados: los que van ganando

En semanas recientes ha tenido lugar una serie de intercambios entre el mundo de la política y el mundo de la intelectualidad y es probable que estos encuentros se intensifiquen en los meses que vienen. Se reunió el Consejo Consultivo por un Proyecto Alternativo de Nación, en torno a las propuestas de Andrés Manuel López Obrador, en el cual una veintena de políticos, intelectuales y científicos de todos los colores, animados por Porfirio Muñoz Ledo, René Drucker y Julio Boltvinik, entre tantos otros, expresaron sus puntos de vista y se pronunciaron sobre las estrategias hacia un programa diferente de nación. Con el mismo objetivo tuvieron lugar reuniones en la UNAM, convocadas por José Luis Calva, del Instituto de Investigaciones Económicas, así como en el ITESM, encabezada por Nora Lustig. Asimismo se llevó a cabo el foro internacional sobre Gobernabilidad y Desarrollo Democrático, realizado en Michoacán, al que asistieron destacados personajes de las legislaturas, los gobiernos y las instituciones educativas de España, América Latina y nuestro país, con presentaciones estelares de Diego Fernández de Cevallos y, nuevamente, Muñoz Ledo, así como de los gobernadores Amalia García y Lázaro Cárdenas.

Muchas conclusiones se pueden separar de esos actos, pero una que llama la atención poderosamente es la que se refiere a la cordialidad y al consenso con que se debate. A pesar de tratarse de personajes aparentemente tan contrastantes como los mencionados, y hasta polarizados en sus adscripciones políticas, es asombrosa la velocidad con que se ponen de acuerdo sobre el tema de la necesidad de una nueva arquitectura institucional para nuestro país. Pueden externar algunas diferencias sobre tal o cual aspecto particular, aunque todos están de acuerdo en que el reforzamiento de las instituciones es el objetivo central de cualquier reforma o de cualquier refundación constitucional.

Pero, claro está, este consenso conceptual y programático que ha venido acentuándose en los últimos lustros causa extrañeza. La euforia de Muñoz Ledo, de Fernández de Cevallos, del ITAM, del ITESM, del CIDE, de los programas televisivos de opinión política, de las revistas de gran renombre y sus grupos, así como de casi todos los líderes de las corrientes político-partidistas y de los aparatos electorales encabezados por el IFE en relación con el "nuevo institucionalismo", es decir, en torno a que la única vía de redención consiste en el obligado e irrenunciable fortalecimiento de las instituciones para, desde ahí, ir limpiando de atavismos, enfermedades y corruptelas a la sociedad o al pueblo, al grito de "las escaleras se barren de arriba para abajo"; esta euforia, repetimos, perfectamente difundida e ideologizada por las grandes universidades estadunidenses que han colocado la "teoría del tránsito a la democracia", el Pacto de la Moncloa, a George Town y a Juan Linz en el cáliz de su altar; esa euforia comienza hoy a evidenciar su desnudez: una ideología de los dominantes para justificar la exclusión.

Cómo, si no, leer los datos cada vez más alarmantes sobre lo que cuesta al país el financiamiento al IFE, a los partidos, a los parlamentos y a las elecciones. Se ha formado un espacio de connivencia entre los lujosísimos espacios burocráticos, los políticos, los intelectuales y científicos que rondan el andamiaje político en el que todos están sospechosamente de acuerdo en que lo más urgente es redoblar los financiamientos hacia las esferas donde ellos viven y conviven: el IFE -ejemplo espectacular, aparte de lo que cuesta por sí mismo- repartirá entre los partidos políticos 12 mil millones de pesos para que lleven adelante sus elecciones (monto cercano al presupuesto anual de la UNAM), sin contar con el dinero que se ha invertido en precampañas y el que se recibirá por donativos y transferencias legales y no, que podría doblar o triplicar esa suma.

Y es que, en el fondo, lo que caracteriza a nuestra época con respecto a épocas anteriores es que hoy lo que es necesario poseer para estar en el bando de los que van ganando ya no es solamente la pertenencia de clase (sobre todo en un país en el que está desapareciendo la burguesía), sino formar parte del mundo de los integrados, muchos de los cuales, claro está, corresponden a tal esfera por hablar en nombre de los excluidos o autonombrarse sus representantes. No cabe duda de que puede convertirse en gran error dejar en manos de los políticos y de los "especialistas" la reforma del Estado (que en realidad debería llamarse reforma de la arquitectura social y política), pues se corre el riesgo de concentrar aún más los recursos en los andamiajes político-burocráticos y que llegue el momento en que a las regiones y las localidades del país no lleguen más que migajas.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.