Número 115 | Jueves 2 de febrero de 2006
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Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

 

Juguetes sexuales...
Lo importante es el juego

Extravagancias lúdicas que no pasan desapercibidas, los juguetes sexuales ofrecen una opción tentadora de sexo seguro para algunos. Para otros, son una amenaza no sólo para la moralidad, sino para la masculinidad: riesgo latente de ver sustituido para siempre al pene.

Por Lindsay Hernández

 

Son prácticos, seguros y, por supuesto, divertidos. Vistos aún con recelo, los juguetes sexuales son sugeridos como una opción por sexólogos y terapeutas, pues podrían servir como una manera lúdica de introducirse en las prácticas sexuales, además de que pueden ser de ayuda para las personas que tienen dificultades orgásmicas, o como parte del preámbulo erótico.

Los artículos, aditamentos o complementos para ensalzar o darle sabor al encuentro sexual han existido siempre. Los juguetes sexuales son sólo una opción más para dar diversidad a las experiencias sensoriales eróticas", expresa en entrevista con Letra S Luis Perelman, sexólogo y director de la librería El Armario Abierto.

Su uso no es exclusivo del tan condenado siglo XX. Los aditamentos relacionados con la sexualidad tienen una larga historia, por ejemplo, los falos de madera y cuero tenían demanda en Grecia desde antes del año 500 aC. Durante la dinastía Han, en China, se fabricaban consoladores de bronce. Durante la Edad Media, los penes artificiales eran comunes en Europa (incluso dildo proviene de la palabra italiana diletto, que significa deleitar). En el siglo XVIII estos aditamentos fueron perfeccionados (con péndulos y esferas oscilatorias) y embellecidos (con inserciones de plata o marfil): todas unas codiciables, por antiguas, piezas de museo.

Los famosos vibradores sí tienen una historia más reciente y curiosa. Durante la época victoriana, en los primeros años del siglo XX, cuando no se consideraba a las mujeres seres sexuales y se creía que los desordenes psiquiátricos femeninos provenían del útero, los médicos proporcionaban en sus consultorios masajes en la vulva con un vibrador, para "curar la histeria". Los aparatos se anunciaron hasta los años veinte, incluso en los catálogos de Sears, dirigidos a los atribulados maridos.

Esta historia no podía dejar de lado a la moral religiosa, espectadora de primera fila siempre escandalizada cuando de sexualidad se trata. A cada curioso adminículo le siguió una larga lista de mitos y prejuicios en torno al erotismo; celosos afanes para custodiar la virtud, y negar toda posibilidad de placer, de las mujeres en primer lugar. La sociedad ha visto mal los juguetes sexuales porque "tienen una carga demoníaca. Se asocian, como la masturbación, con lo vulgar y lo sucio, con una conducta enfermiza, porque no sirven para la reproducción. Pero tampoco se aceptan dentro de las parejas, pues persiste la idea de que si tienes un pene ¿por qué utilizar otra cosa?", comenta Perelman.

Ni reemplazos ni vergüenza
" Yo vengo de una familia tradicionalista, donde el tocarse y sentir rico no era permitido. Ahora he logrado romper con las ideas represoras y sé que sentir rico se vale y que el sexo no es sólo para tener familia, sino para disfrutarse", nos comenta Adriana, quien hace tres años comenzó a utilizar artículos eróticos.
Los juguetes sexuales son una opción más. Su uso no es obligatorio y no tienen por qué gustarle a todas las personas, aunque una parte del rechazo que generan se debe a construcciones sociales en torno a la masculinidad. Dice Perelman: "Muchos hombres pueden pensar ‘cómo voy a usar un juguete con mi pareja, me van a sustituir, ya no van a querer más sexo conmigo, se va a volver una fiera indomable si los usa’. Toda una serie de mitos relacionados con la manera en que se ve la sexualidad. La presión de que el pene lo tiene que hacer todo y si no es así, uno no es hombre, no sirve".

Pero el pene es una parte más en una relación sexual que se quiera placentera. "Por simple fisiología, en un coito heterosexual la penetración no puede proporcionar todo el placer, porque el clítoris está afuera; una relación en condición de igualdad en el placer va más allá del ‘ya cumplí’", dice Perelman.

Entre los jóvenes es donde comienzan a observarse algunos cambios en la visión de la sexualidad, que se abre a involucrar todas las partes del cuerpo en el juego erótico y, quizá, la opción de los juguetes para estimularlas. "Mi chava y yo el otro día venimos y le gustó un vibrador, pero yo le digo que es poco a poco. Primero me voy a llevar un condón de esos que tienen textura y otro de los que brillan en la oscuridad, pa’ empezar ¿no?", comenta Joaquín, comprador en una sex shop, con una sonrisa entre tímida y animada.

Para el bonito regalo
"Para comenzar a usar un juguete, lo más recomendable son los dildos de gel, que son muy suaves y flexibles; ahora que si quieres experimentar con vibradores, hay unos muy pequeños en forma de pene, con recubrimiento de látex", explica Marco Antonio Bracho, dependiente de una de las tiendas eróticas ubicadas en la plaza comercial Sex Capital.

Vendedor con oficio, Marco Antonio nos aclara que todos los artículos vienen con su respectivo instructivo de uso y pueden lavarse con jabón neutro; también recomienda que, de compartirlo, se use con condón.

"Si bien en México no hay una cultura del uso de juguetes, la demanda empieza a crecer, tanto en hombres como en mujeres", dice Marco Antonio. "De pronto entran chicas en bola y preguntan sin mayor prejuicio; igual, los chavos llegan con amigos y, aunque no compran, piden información".

Estigma de alto impacto
En las sex shop podemos encontrar juguetes muy inocentes, como plumas de aves, o vibradores en forma de patito, de celular o lápiz labial. Pero, aunque su uso no está limitado a una edad, su venta no se permite a menores de 18 años. "Para mí es un error que sean sólo para mayores de edad, es preferible que los chavos puedan hacer uso de un juguetito a que tengan prácticas de riesgo", opina Luis Perelman.

La venta de artículos sexuales, desde un condón hasta lo más sofisticado, incluyendo la pornografía, se venden en establecimientos considerados "de alto impacto social", por estar relacionados con el sexo, además de que no existe una ley que regularice a este tipo de negocios, como tampoco existe una ley que regule la venta de juguetes sexuales. La inexistencia legal de estos productos hace que los vendedores los registren como "aparatos de masaje" para obtener el permiso de la Secretaría de Salud para comercializarlos.
Perelman recomienda invitar a los chavos a que empiecen por conocerse ellos mismos, a través del autoerotismo, y recordar que los juguetes no son exclusivos de las sex shops.

"Hay muchas otras cosas que pueden dar sensaciones placenteras, sin importar la edad que se tenga, desde incluir en el juego sexual el condón. Lo más importante es tener una cultura e información clara de cómo estimularte y sentirte, cómo excitar a la pareja, sin riesgos y conflictos, porque la sexualidad debe ser un juego placentero, no una obligación".


La tiendita de los placeres


Para que no te quedes con las ganas de conocer qué son y para qué sirven,
te damos un pequeño recorrido por lo más solicitado, además de los indispensables condones y lubricantes. ¿Te látex?:

Dildo. Tiene forma fálica y sirve para penetración vaginal o anal. Los hay de gel, látex y plástico, incluso existen modelos ultra realistic que semejan un pene erecto.

Vibrador. Es un dildo eléctrico, de diversas texturas, formas y tamaños. Sirve para penetración vaginal y anal, para dar masaje, o para sexo oral, y para estimular el punto G, los labios vaginales y el clítoris. Algunos pueden ser utilizados en el agua.

Anillos para el pene. Ayudan a retardar la eyaculación y retener por más tiempo la erección, hay algunos que ayudan a estimular el clítoris y los labios vaginales, o que cuentan con un bala vibratoria, para mayor estimulación.

Simuladores vaginales o anales. Su material es de espuma y sirven para ser penetrados.

Prendas de látex y lencería. Son recomendables para la gente fetichista o para las personas que les gusta disfrazarse.

Ropa comestible de grenetina. Tangas y sostenes de material muy delgado e inocuo que se puede comer.

Ropa de piel. Atuendos especiales para juegos de fetichistas y masoquistas.