Usted está aquí: domingo 5 de febrero de 2006 Opinión EJE CENTRAL

EJE CENTRAL

Cristina Pacheco

La casa de mis sueños

Ampliar la imagen Créditos inmobiliarios: los sueños que se topan con una realidad de pesadilla Foto: Mario A. Núñez

El 30 de agosto de 2003 Alma Ibet, su esposo Ignacio Padilla y sus dos hijos llegaron al edificio 16 A, del fraccionamiento Tulipanes, en Tultitlán, para ocupar el departamento 203, pagadero a treinta años:

"Lo recibimos todo pintado de blanco. Tiene tres recámaras, sala-comedor, baño, cocina y azotehuela. Aunque la cocina estaba equipada sólo con una tarja para lavar los platos y el baño carecía de accesorios, nos pareció el sitio ideal para vivir, sobre todo porque cada uno de mis hijos tendría su recámara."

Para Alma Ibet esa ventaja significaba la estabilidad familiar que durante sus anteriores ocho años de matrimonio no había conocido:

"Antes de llegar aquí mi familia y yo andábamos de un lado para otro. Un tiempo vivimos en Naucalpan. Nos resultaba muy pesado pagar ochocientos o mil pesos de renta. Por eso nos fuimos a Ecatepec, a vivir con mi mamá. Nos prestó una parte de su terreno y allí, con muchos sacrificios, logramos fincar dos cuartos. En uno tenía la estufa y mi comedorcito, en el otro una cama matrimonial y otra individual. Dormir juntos resultaba muy incómodo tanto para los niños como para mi esposo y para mí.

"Cuando mis hijos empezaron a crecer le dije a Ignacio que teníamos que mudarnos a otra parte donde tuviéramos más espacio y fuéramos independientes. El cambio no iba a ser fácil porque, aunque mi esposo y yo trabajábamos, entre los dos no reuníamos suficiente dinero."

II

En esa época Ignacio estaba empleado en una oficina donde se dibujaban planos y su sueldo era de 3 mil pesos mensuales. Alma Ibet era mesera en Vip's. Ganaba mil 600 pesos a la quincena, pero obtenía buenas propinas, en ocasiones hasta de 200 pesos diarios:

"Trabajar de mesera es duro. Hay que hacerlo todo rápido y con buenas maneras, porque la política de la empresa es que se le dé al cliente el mejor trato. Mi jornada era de ocho horas. Llegaba a Vip's a las tres de la tarde y salía a las once o doce de la noche. Y es que después de que se va el último comensal, el mesero debe preparar las comandas para el otro día y entregar cuentas. Si hay alguna diferencia entre lo que se cobró en caja y el monto de las notas, el empleado paga el faltante."

Ignacio Padilla abandonó la oficina de planos y entró a trabajar en una fábrica. Alma Ibet renunció a su empleo de mesera: "Lo hice porque comencé a tener dificultades con mi esposo, como que se sentía incómodo porque yo ganaba un poquito más que él. Es lo mismo que les sucede a muchas mujeres: el marido, en cuanto las ve progresar, les pone obstáculos y las frena, aunque a la larga ellos también salgan perjudicados".

A pesar de ese cambio, Alma Ibet y su esposo no renunciaron al proyecto de adquirir una vivienda propia que con el tiempo se convirtiera en el patrimonio de sus dos hijos: "Como empleado de la fábrica, mi esposo solicitó un crédito al Infonavit. Nos dijeron que debido al cambio de trabajo él no alcanzaba suficientes puntos, así que nosotros tendríamos que pagar el enganche del departamento. Los trámites fueron mucho más sencillos de lo que habíamos imaginado. En las oficinas del instituto nos dieron un librito, al estilo del periódico Segunda Mano, en el que aparecen casas de departamentos en venta. Según lo que uno elija, es el monto del préstamo".

III

Alma Ibet y su marido tardaron en escoger su vivienda. Querían algo entre Naucalpan y Ecatepec que les evitara transitar por la vía López Portillo, donde los congestionamientos representan una enorme pérdida de tiempo:

"Pensamos que lo ideal para nosotros era el fraccionamiento Tulipanes, en Tultitlán. Cuando fuimos a verlo todo parecía muy ordenado y hasta con área verde. Nunca antes habíamos comprado una casa y no pensamos en preguntarle a la inmobiliaria Altec, la empresa constructora, sobre qué terreno estaban fincados los edificios.

"Elegimos el departamento que nos pareció de buen tamaño para nosotros y además de precio accesible: 236 mil pesos. En el Infonavit nos dijeron que sólo podían prestarnos 190 mil pesos, siempre y cuando diéramos el enganche: 50 mil pesos. Teníamos ahorrados 20 mil, así que le pedimos 30 mil a un prestamista. Nos los dio con rédito de 3 por ciento mensual. Lo aceptamos con tal de que nuestra ilusión se realizara."

Alcanzar su sueño, reconoce Alma Ibet, significó una enorme carga para su esposo: "Como yo ya no trabajaba Ignacio tuvo que cubrir con su sueldo todos los gastos de la casa, pagar los 30 mil pesos más los réditos y las letras mensuales por el departamento que entonces eran de mil 600 pesos. Su sueldo no le alcanzaba para todo y los fines de semana se fue a trabajar en el taller de su hermano. Me sentía muy angustiada de no poder ayudarlo con tantos compromisos, porque no me dejaba volver a trabajar".

La dicha de saber que al cabo de 30 años serían dueños de su departamento se esfumó muy pronto: "Cuando nos llegó el primer aviso de pago me puse a hacer números. Entonces me di cuenta de que habíamos comprado un departamento carísimo, porque su precio original aumentaba mucho a causa de los intereses: 70 por ciento de cada letra está destinado a pagarlos; 20 por ciento al pago del capital; 5 por ciento a un seguro y el otro 5 a trámites. Al cabo de 30 años acabaremos pagando más de 700 mil pesos por un departamento que vale 236 mil".

IV

Para Alma Ibet y su marido el compromiso de cubrir una cantidad descomunal es sólo parte de la pesadilla en que se convirtió su sueño: "Al poco tiempo de que ocupamos el departamento empezamos a notar que los pisos, las paredes y los techos se agrietaban; las puertas y las ventanas se colgaban. La única explicación del deterioro es que el departamento está sobre un terreno inseguro: tepetate y arcilla. Fue lo que dijeron los peritos que vinieron a revisar el fraccionamiento. ¿Quién dio el permiso de construcción? Nadie sabe y todos se pasan la bolita: el municipio dice que las autorizaciones las otorga el estado de México y allí, por supuesto, lo niegan".

En defensa de su seguridad y su patrimonio, Alma Ibet y su esposo acudieron al Infonavit: "No era justo que estuviéramos pagando por un departamento que, nuevecito, ya estaba deteriorándose. En el Infonavit nos dijeron que ellos sólo tienen que ver con los créditos, la responsabilidad de las construcciones corresponde a las inmobiliarias. Nos presentamos en la que tuvo a su cargo Tulipanes: Inmobiliaria Altec, SA de CV, y pedimos solución al problema. Dijeron que todo estaba bien y que iban a mandar un perito. Han venido varios, pero no han hecho nada. Pasan los días, el departamento sigue deteriorándose y nosotros seguimos pagando como si nuestra vivienda fuera de primera".

Atrapados entre los implacables mecanismos financieros y la indiferencia de la inmobiliaria, Alma Ibet vislumbra el futuro: "Me deprime pensar que si nuestro departamento sigue fracturándose, cuando terminemos de pagarlo tal vez no valga nada. Entonces todos nuestros sacrificios habrán sido inútiles, estaré a punto de cumplir 60 años y ya habrán pasado las mejores etapas de mi vida".

En la actualidad las mensualidades para el Infonavit son de 2 mil 200 pesos: "Las pagamos con muchas dificultades y así tendremos que vivir los próximos 28 años. A lo largo de ese tiempo pueden ocurrir muchas cosas: desde que Ignacio ya no tenga trabajo hasta que, Dios no lo quiera, nos suceda algo peor a los dos. En este caso mis hijos cargarían con la deuda, porque así son los mecanismos de crédito en el Infonavit. Por eso le he dicho a mi esposo que hagamos un esfuerzo a ver si podemos salir del compromiso en menos tiempo, cinco o seis años".

V

Alma Ibet reconoce que no será fácil: "La situación económica está durísima. Mi esposo no quiere que trabaje fuera de la casa, pero cuando tengo oportunidad lo hago: a escondidas lavo ajeno. Por una docena de camisas gano 30 pesos, si las plancho, 45. Es muy poco dinero, pero me sirve para comprar alguna cosita que hace falta en la casa".

Concentrados en el pago de su deuda para pagar un departamento que a diario se devalúa, Alma Ibet y su familia han renunciado a todo tipo de diversiones: "Aunque nos gustaría ir al cine no podemos, porque sale muy caro. Nunca vamos a restaurantes, no salimos de vacaciones. Rara vez me compro un vestido, pero cuando lo necesito voy adonde venden ropa americana por paca: sale más barata. No me importaría pasar por estas privaciones si al menos tuviera la certeza de que estamos pagando una casa donde no sucederá nada malo. Ahora vivimos con el temor de que las paredes se nos vengan encima o de que se hundan los pisos".

En el fraccionamiento Tulipanes, entre departamentos y casas, hay 645 construcciones. En todas se ven las consecuencias del progresivo hundimiento. Ante la indiferencia de las autoridades y de la inmobiliaria, los colonos decidieron unirse:

"La casa de Clara Alcalá también está muy afectada. El día en que Clara nos dijo que debíamos organizarnos en defensa de nuestro patrimonio me pareció que era inútil; pero después comprendí que ella tenía razón y la seguí. Me alegro de haberlo hecho. Ahora mi vida tiene más sentido, disfruto de más libertad y me siento menos sola ante mi problema."

Para los habitantes de Tulipanes hay una esperanza: que el presidente municipal de Tultitlán cumpla su promesa de atender su caso y los ayude a superar el grave problema que enfrentan.

Alma Ibet confía en que todo se resuelva y alguna vez pueda ver realizados sus otros sueños: que su familia progrese... y conocer el mar.

 
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