Usted está aquí: domingo 5 de febrero de 2006 Sociedad y Justicia Corrida del 60 aniversario de la México, empañada por la reventa

Indiferencia absoluta del gobierno capitalino y la delegación Benito Juárez

Corrida del 60 aniversario de la México, empañada por la reventa

El precio de los boletos aumentó hasta en mil por ciento en el mercado negro

A las 12 del día comenzó el peregrinar de cientos de aficionados para conseguir las localidades

LUMBRERA CHICO

Ampliar la imagen Largas filas de aficionados esperaron durante horas el improbable milagro de conseguir un boleto para la función de aniversario Foto: Carlos Cisneros

Aumentos de 300 a mil por ciento en el precio oficial de los boletos pedían ayer los revendedores alrededor de la Monumental Plaza México para la corrida que hoy conmemorará los 60 años del coso de Insurgentes. Por un asiento de sombra general, tasado en 55 pesos, los aficionados pagaban 200, mientras una barrera de primera fila de sol, cuyo costo autorizado es de 400 pesos, se cotizaba en el mercado negro en 4 mil.

Ante la indiferencia absoluta del Gobierno del Distrito Federal (GDF) y de la delegación Benito Juárez, pasadas las 12 del día, sobre las rejas de las taquillas aparecieron carteles con la leyenda "agotadas todas las localidades", que marcaron el inicio de la subasta clandestina. Pero más tarde, fuentes confiables revelaron a este diario que, desde las 10 de la mañana, en las oficinas administrativas del establecimiento, una mujer de sobrenombre Toñita comenzó a administrar la entrega de miles de boletos en pequeños lotes a los amigos y cómplices del empresario Rafael Herrerías.

Desde 1946...

Construida por el empresario libanés Neguib Simón, que en sus mocedades fue secretario particular del gobernador socialista de Yucatán Felipe Carrillo Puerto, la México fue inaugurada el 5 de febrero de 1946 con un cartel compuesto por tres de las máximas figuras de aquella época, Luis Castro, El Soldado; Manuel Rodríguez, Manolete, y Luis Procuna, que lidiaron un encierro de San Mateo.

"La gente se formó ante las oficinas de la empresa en la calle de Emparan dos días antes de la corrida", recordaba ayer el septuagenario Facundo Arroyo, juez de la plaza de toros de Texcoco, al evocar el memorable acontecimiento y el arraigo popular de la fiesta brava en nuestro país, tradición cultural que data desde el 24 de junio de 1526, cuando Hernán Cortés presidió la primera fiesta de reses bravas celebrada en el continente americano.

Casi 480 años después, la noche del pasado viernes decenas de aficionados dormían con sarapes en torno de la plaza reconocida universalmente como la más grande del mundo, para esperar que dieran las nueve de la mañana de ayer, hora en que tradicionalmente se abren las taquillas para la venta al público en general.

De acuerdo con el antiguo sistema de abonos que prevalece desde los tiempos en que el coso fue manejado por el doctor Alfonso Gaona, los jueves y viernes se expenden únicamente los boletos protegidos por el derecho de apartado, una tarjeta que garantiza el alquiler de un asiento por todo el año y que los taurinos se transmiten por herencia de generación en generación, pues constituye una suerte de patrimonio familiar.

Durante su gestión como alcalde capitalino, Andrés Manuel López Obrador expidió un decreto, que llegó a ser calificado como "histórico", el 26 de febrero de 2004, mediante el cual expropió a la empresa de Herrerías todos los derechos de apartado en beneficio de los particulares. Hasta ese momento, éstos estaban obligados a renovar su abono cada año, pues de lo contrario la titularidad del mismo quedaba en manos de la plaza; gracias a este canje forzoso, Herrerías percibe alrededor de 20 millones de pesos que le permiten pagar la renta del inmueble, perteneciente a la familia de Moisés Cossío, dueña también del Frontón México.

Debido a presiones de la familia de Miguel Alemán Velasco, de la que Herrerías, según fama pública, es un mero hombre de paja, López Obrador revocó el decreto y todo volvió a su estado previo. Con esa medida, el político tabasqueño se igualó con todos los jefes de Gobierno y regentes del Distrito Federal que en los pasados 13 años, desde Manuel Camacho Solís hasta Alejandro Encinas Rodríguez, han claudicado ante Herrerías.

Del rastro a la plaza

Este médico veterinario, que dirigió el rastro de Ferrería durante la regencia de Ramón Aguirre Velázquez en tiempos de Miguel de la Madrid, y que se coló en la fiesta brava como amigo del matador Manolo Martínez, gracias a quien fue ascendiendo política y económicamente hasta alcanzar un poder omnímodo, ha sido acusado de utilizar la Plaza México para "lavar impuestos" de las empresas de Miguel Alemán mediante la declaración de pérdidas en la celebración de las corridas, lo que redunda en una baja de utilidades de los grupos corporativos.

Realidad o fantasía creada por sus adversarios, lo cierto es que Herrerías ha llevado la fiesta brava a niveles de calidad artística que rayan en lo grotesco, pero las insistentes denuncias de prensa acerca de las anomalías más frecuentes en que incurre el empresario -firmar con los toreros contratos en blanco, echar toros que no cumplen con los requisitos de edad y peso, vetar diestros y ganaderías que no se pliegan a sus dicterios, destruir las organizaciones gremiales de matadores y subalternos, confeccionar carteles carentes de interés que año tras año reducen la afluencia de aficionados a los tendidos, lo que se traduce en pérdidas económicas premeditadas-, jamás han sido tomadas en cuenta por los gobernantes del Distrito Federal.

Prueba de ello es que ayer, una vez más, como ya es costumbre cada año, Herrerías y los revendedores defraudaron al público carente de derecho de apartado que, deseoso de presenciar la tradicional corrida de aniversario, intentó adquirir boletos a precios oficiales. Para los especialistas en el tema, sin embargo, la corrupción en la plaza ha pasado a segundo término, ya que el asunto que hoy por hoy exige la máxima atención del GDF es el de la seguridad, como lo demostró el domingo anterior el salto del toro Pajarito a las tribunas, algo insólito hasta entonces.

Expertos consultados han dicho que el toro llegó con facilidad a donde se sientan los espectadores porque el ruedo se ha vuelto más alto que hace unos años, debido a la acumulación de arena provocada por el tiempo. Pero como bien dijo el ex presidente de la Comisión Taurina del Distrito Federal Carlos Mendoza Aupetit, "si el gobierno no garantiza la seguridad del público, que la gente se persigne al entrar, igual que los toreros".

 
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