Usted está aquí: lunes 6 de febrero de 2006 Opinión Matanza y maltrato de animales

Iván Restrepo

Matanza y maltrato de animales

El obispo Onésimo Cepeda ocupa con frecuencia la atención de los medios por andar en saraos buriles o apoyando al señor Madrazo. Antes respaldó al señor Labastida. Hace una semana mandó a chingar a su madre al juez de la plaza México porque no premió la labor de su ahijado y protegido: el torero Xavier Ocampo.

Un paréntesis. "Chingar a su madre" no es una acción prohibida por la Iglesia católica, ya que la persona así instruida puede visitar a su progenitora del modo indicado por el injuriador, o puede abstenerse de hacerlo. En ambos casos sería hipocresía tanto obedecer como desobedecer la orden. Así, el que manda a alguien a chingar a su madre no está ejerciendo presión policiaca, sino, simplemente, de-seándole que se aleje y proceda según indique su nivel de afecto filial. Dicho esto, queda claro que el juez de la plaza pudo o no irse a chingar a su madre, sin desdoro de su fe ni, mucho menos, de la fe del señor obispo.

Si este prelado bendice la matanza de animales no es de extrañar que en el sexenio donde el laicismo del gobierno se produce en los intervalos de la misa abunden el maltrato y la muerte masiva de cierta fauna. Algunos ejemplos.

La activista ambiental Adriana Salas y varias organizaciones ciudadanas han pedido sin éxito a las instancias oficiales el cierre del zoológico Sahuatoba de la ciudad de Durango. Motivos sobran para La solicitud, pues tal lugar no es adecuado para albergar fauna de ninguna clase. Por malas condiciones de su hábitat y falta de atención oportuna murieron recientemente (se afirma que de frío) un tigre y un cocodrilo. Y meses atrás, un puma herido por un tigre.

En Durango querían sacrificar 350 mil burros alegando que "causan erosión". La protesta generalizada acabó con el proyecto oficial. No son los burros, típicos del medio rural pobre, la causa de la erosión de la tierra, sino la deforestación. La prensa local clasificó el fallido burricidio entre las noticias más importantes de 2005. La protesta de la gente también logró detener tiempo atrás en la capital duranguense la matanza de zopilotes, aves carroñeras que cumplen un importante papel: limpiar de desechos animales las periferias urbanas y el campo.

La médica veterinaria Claudia Lewy escribe sobre la forma inadecuada en que son tratados muchos perros en los albergues improvisados que algunas personas tienen so pretexto de protegerlos.

En uno de sus recorridos encontró en Quintana Roo decenas de canes en uno de esos "albergues". Estaban hacinados, mal comidos y atendidos. Los dueños de esos lugares no siempre desean darlos en adopción. La doctora Lewy advierte la diferencia que hay entre asociaciones que buscan el bienestar animal y quienes se dedican a coleccionar fauna. También denuncia las campañas de ciertas autoridades para envenenar o matar cruelmente perros y gatos callejeros, mientras poco ayudan en las campañas de esterilización y a crear conciencia pública sobre la necesidad de controlar dicha fauna.

Lewy recibe muchas denuncias contra los administradores de hoteles que ordenan cazar o envenenar a los gatos que se atreven a entrar a sus instalaciones en busca de alimento o refugio. Uno de los pocos hoteles que se interesan por capturar a los felinos, esterilizarlos, vacunarlos y finalmente liberarlos nuevamente es el Club Maeva. De esa manera no sólo se controla la población, sino que los mismos animales crean una barrera que evita la llegada de nuevos huéspedes felinos.

Mientras, en San Pedro Cholula, a 20 kilómetros de la ciudad de Puebla, aparecieron muertos 400 perros. Se sospecha que la mortandad fue provocada por la municipalidad, incapaz de controlar el crecimiento canino: en San Pedro existen tres perros por cada habitante. Para desviar la atención y las protestas se dejó correr el rumor de que la matanza era obra de una secta, de campesinos "desquiciados" o de jóvenes delincuentes.

Y en el colmo, el alcalde de Torreón, José Angel Pérez, parece estar detrás del proyecto para "introducir" ejemplares de lobos mexicanos en la sierra de Jumilco, donde la comunidad realiza un interesante proyecto de conservación ecológica. El propósito del munícipe no es recuperar al lobo, en peligro de desaparecer, sino vender a cazadores en miles de dólares los permisos para matarlo.

 
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