Usted está aquí: lunes 6 de febrero de 2006 Opinión ¡Qué pachanga!

José Cueli

¡Qué pachanga!

Brillaban en la arena del sol los rayos y los tendidos llenos hasta el reloj, susurraban un himno extraño. Confusos ecos se escuchaban en la majestuosa plaza sesentona en su pachanga. Desde temprano, en tropel llegaban aficionados y la mayoría no aficionados, hasta conseguir otro lleno en el callejón del coso en medio del desmadre. Sonaron parches y metales y se escuchó impresionante el ole previo al paseíllo. En el tendido, los vendedores de golosinas, billetes de lotería y la única, la infaltable, la más clara y transparente la cerveza. Y ya lo demás, sería lo de menos.

Vida y color tenía la plaza y la fiesta regida por el dios Baco conseguía que no tuviera importancia la presencia de ocho animalitos; cuatro de Teófilo Gómez y cuatro de Bernaldo de Quirós, engordados, monísimos, debilitos, unos bomboncitos que se deshacían y rodaban por la arena, descastados y sin raza y lo que tiene un toro. Dos regalos, uno de Fernando de la Mora, prosiguió la procesión, y otro encastado y difícil de Xajay fue el contrapunto de lo que había salido por la puerta de toriles.

Con estos toros, imposible realizar la suerte de varas. Los toros pasaban con un refilonazo y el juez de plaza, ¡Bien gracias! Esto en la corrida llamada La tercera más importante del orbe taurino. Total; seguían corriendo ríos de cerveza que nunca, nunca se acababa. Así voluptuosa se mecía la sesentona en su pachanga, feliz de la vida.

Salvó la "corrida" de José Luis Angelino, con una soberbia estocada y una gran faena a su segundo enemigo que milagrosamente dejó de caerse en la muleta, gracias a la lotería del tlaxcalteca que nació y se arrulló entre las piedras de las ganaderías y dejó de ser una promesa y se colocó al frente -por lo pronto- de la torería mexicana. Un torero sencillo, muy torero. La pachanga terminó con los antes dichos toritos de regalo después de cuatro horas y media de pachanga y quién sabe cuantas cervezas en el cuerpo. ¡Qué salero tiene la sesentona que aún atrae con sus terciopelos venidos a menos!

 
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