Usted está aquí: miércoles 8 de febrero de 2006 Sociedad y Justicia Argucias para sepultar la denuncia contra Succar

Actas notariales contra testimonios de víctimas de abuso

Argucias para sepultar la denuncia contra Succar

Me dijeron que me pasaría lo que a Gloria Trevi si no me retractaba, expresó una de las menores a Lydia Cacho

BLANCHE PETRICH /II Y ULTIMA

Ema Rosa Valencia fue presidenta del PRI estatal en Quintana Roo. Actualmente se dedica al litigio privado con muy buena paga. Es parte del equipo de defensa del pederasta Jean Succar Kuri, preso en Chandler, Arizona, sometido a juicio de extradición que reclama la Procuraduría General de la República (PGR), que lo acusa de pornografía infantil.

En octubre de 2004, la ex dirigente priísta gestionó para tres niñas, dos niños, la joven Edith Encalada (Emma, en los registros del Centro Integral de Atención a la Mujer) y tres madres, boletos, pasaportes y visas para viajar a San Diego, California. Allí, el Bufete Farell, que integran los abogados Arsenio Farell Campa y Jorge Castro Trejo, formalizó con dos despachos de juristas de San Diego y Phoenix la presentación de declaraciones ante notario, en las que los menores y Edith se retractan de todo lo que habían sostenido en 2003 ante los agentes del Ministerio Público de la PGR y la Procuraduría de Justicia de Quintana Roo.

Retractaciones bilingües

Así, en transcripciones estenográficas de cinco cuartillas cada una, en español e inglés, los menores víctimas de Succar Kuri afirmaron ante sus interrogadores que todo lo que habían dicho anteriormente era falso; que sus declaraciones ministeriales, plasmadas en la averiguación previa AP7151-2003-5 en Cancún, fueron forzadas e inducidas por los funcionarios locales, que sus dichos fueron falseados y que ellos y ellas -madres incluidas- firmaron documentos sin conocer su contenido y "por miedo".

Atrás, negadas, encubiertas, quedaron las historias que habían detallado en 2003 ante, al menos, seis instancias diferentes: Paulina Arias, la maestra de Emma que llevó el caso ante la procuraduría estatal; Leydi Campos, la controvertida subprocuradora de Averiguaciones Previas del estado; los agentes de la Agencia Federal de Investigación, el Ministerio Público Federal y las organizaciones no gubernamentales Protégeme y Centro Integral de Apoyo a la Mujer (CIAM). Además, la prolija entrevista grabada por el periodista Oscar Cadena con Emma.

Con estas actas "juradas y notariadas y legalizadas" -según el argot jurídico- los bufetes Seltzer, Caplan, McMahon, Vitek y Kimerer & Derrek intentaron sepultar, ante el notario Raúl Flores, del condado de San Diego, montañas de papel con la transcripción de relatos sobre las invitaciones a nadar a casa del tío Johnny (apodo de Jean Succar Kuri), los regalos, las hamburguesas y el dinero deslizado en las mochilas, los vestiditos y pantaloncillos de las niñas, las trampas para subir a la recámara del empresario pedófilo, las descripciones, con lenguaje infantil, de las primeras violaciones; el espanto, el asco, los primeros llantos, la confusión, la manipulación de sus sentimientos hasta lograr el sometimiento. Historias que empezaron cuando algunos de los niños y niñas tenían cinco, seis años. Y que se prolongaron, en ocasiones, por cuatro, cinco años más.

Pagados por Succar, los abogados Charles Goldberg y Clark Derrik intentaron también refutar pruebas más contundentes, como la existencia, en el expediente de la PGR, de respaldos de fotografías de actividades sexuales del acusado con los menores. Algunas son de Emma, hoy una joven de 21 años que ha pasado por fases depresivas y hospitales siquiátricos en Estados Unidos.

Otras fotos, estremecedoras, fueron halladas por los peritos de la PGR en una computadora portátil que Succar le había regalado a Emma. Procedía del correo electrónico del empresario (servidor de AOL) y estaba destinadas a la adolescente. Aparece ahí su hermanita, de entonces siete años, en el momento del abuso. Todos los chicos refieren en sus declaraciones la existencia de cámaras fotográficas o de video, expuestas o escondidas, en varios puntos de la villa de playa del empresario.

Ante el notario estadunidense, Emma y su hermana dicen que primero afirmaron que la de la foto era la pequeña, por el collar y el corte de pelo. "Creí que era ella, pero luego vi que no", se desdicen.

¿Y el juramento de Hipócrates?

Durante las investigaciones penales de 2003, las niñas demandantes fueron sometidas a por lo menos dos peritajes ginecológicos. Cuando fueron acogidas en el CIAM, se les realizaron nuevas revisiones médicas, de acuerdo con las normas del modelo de atención del centro, reglamentario en todas las instituciones de ese tipo.

Las profesionales del CIAM describen, a grandes rasgos, los diagnósticos: "Todas presentaron deformaciones en vulva, labios y vagina. A pesar de su corta edad, algunas habían desarrollado órganos sexuales propios de una adulta con vida sexual activa y prolongada. A una, de 13 años pero que fue objeto de abuso desde los siete, fue necesario aplicarle una colposcopía. Se le encontró virus de papiloma. Otra, de constitución frágil, presenta agudo cuadro depresivo, con anorexia y fuertes tendencias suicidas".

Pero el Bufete Farell y los abogados de San Diego y Phoenix encontraron el modo de discrepar con todos estos diagnósticos y peritajes.

En octubre de 2004, nuevamente ante Raúl Flores, notario del condado de San Diego, comparece la médica general Blanca Basto May, originaria de Mérida, quien asegura haber efectuado un examen ginecológico a tres de las niñas que también presentaron declaración notarial (entre 11 y 13 años). Su conclusión: todas "tienen el himen intacto" y no presentan señales de haber sido "molestadas sexualmente". Luego otro médico legista, Héctor Salazar, fue trasladado a la ciudad californiana. Este fue uno de los peritos que practicaron los exámenes ginecológicos para la pesquisa de la procuraduría quintanarroense zona norte. Diagnosticó igual que Basto May.

Las tres madres trasladadas a San Diego dijeron "no explicarse" la contradicción entre los peritajes de Cancún y los de Basto. Los médicos afirmaron comparecer por su libre decisión y sin que mediara amenaza. Pero se omitió decir quién financió su traslado a Estados Unidos.

"Como a Gloria Trevi"

Durante los meses en que las víctimas de Succar permanecieron refugiadas en el albergue del CIAM, uno de los casos más complicados que enfrentó la sicóloga Claudia Fonjosá fue el de Javier, muchachito cargado de ira contra el mundo. El y su hermanita tenían siete y ocho años, respectivamente, cuando llegaron a la casa de playa de Succar, en la zona hotelera de Cancún. En el expediente de la PGR consta el múltiple abuso del que fueron objeto, obligados por Succar a tener sexo incestuoso. El chico también fue violado por el pederasta. Ya de 14 años, en la declaración notariada de San Diego, se retracta de todo lo que logró verbalizar, tras un gran esfuerzo, en 2003. "Nada es cierto. El MP cambió mi declaración. Succar nunca me tocó ni me pidió hacer algo incorrecto", dice.

Todos los niños se retractan en términos muy similares. En la declaración de una de ellas se cuela una frase reveladora. Se trata de una chiquita vulnerable que era sometida a abuso por Succar desde los cinco años y al momento de la retractación tenía 11. Explicó que ella fue a denunciar al pederasta conducida por Emma. "Ella me dijo que si quería presentar cargos", dice, usando ese anglicismo, en lugar de la palabra "denunciar" que se emplea en español, en México.

La declaración notarial más extensa es la de Emma. Ella fue quien, por instrucciones de la entonces subprocuradora Leydi Campos, ayudó para que Succar fuera filmado de manera subrepticia en una popular cafetería de Cancún, en un video ampliamente divulgado en televisión, donde el empresario entra en detalles sobre "su defectito", su afición por el sexo con menores. La intención de Campos, dice Emma en San Diego, era "inflamar los sentimientos públicos contra el señor Succar".

Cuenta Lydia Cacho que tras ese episodio en la notaría de San Diego, Emma -ella la sigue llamando así- le telefoneó. Pedía perdón y lloraba. "Lo tuve que hacer, Lydia; perdón. Me dijeron que si no me retractaba me iba a pasar lo que a Gloria Trevi." La escritora sólo le respondió: "No te preocupes. Haz lo que tienes que hacer".

 
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