Usted está aquí: domingo 12 de febrero de 2006 Cultura ...y las enormes aves aterrizaron para escoltar el vuelo eterno de su creador

Asombra el traslado a Bellas Artes de tres esculturas monumentales de Soriano

...y las enormes aves aterrizaron para escoltar el vuelo eterno de su creador

ANGEL VARGAS

Ampliar la imagen La escultura Pájaro dos caras. A la derecha, el artista captado en 2000 en su taller, en el estado de México Foto: Archivo y José Carlo González

Ampliar la imagen La escultura Pájaro dos caras. A la derecha, el artista captado en 2000 en su taller, en el estado de México Foto: Archivo y José Carlo González

Tres esculturas monumentales de Juan Soriano -monumentales por sus dimensiones y simpática belleza- fueron emplazadas la noche del viernes en la explanada del Palacio de Bellas Artes ex profeso para el homenaje de cuerpo presente que se rindió al artista este sábado en el recinto.

Se trata de las obras Pato, de más de cuatro metros de altura y 900 kilogramos de peso; Pájaro dos caras, de casi cuatro metros y una tonelada, y Pájaro con semillas, de dos metros y 600 kilogramos; esta última, expuesta por vez primera, cuando menos en la ciudad de México.

Dos y media toneladas de bronce e imaginación desbordada que acapararon la atención de los transeúntes incluso desde antes de quedar instaladas frente a la entrada principal del marmóreo edificio, ante el vistoso y largo proceso que implicó su colación.

Las piezas llegaron al lugar en un tráiler con grúa al filo de las 9 de la noche, con tres horas de retraso, procedentes de dos de los talleres de fundición a los que Soriano acostumbraba enviar sus trabajos, uno de ellos ubicado en la delegación Azcapotzalco y el otro en Acolman, estado de México, donde estaban siendo reproducidas.

De acuerdo con el coordinador nacional de Artes Plásticas del Instituto Nacional de Bellas Artes, Walter Boesterly, encargado de supervisar el traslado y el montajes de las esculturas, la elección de las mismas respondió a la petición específica de Marek Keller, representante y compañero del pintor, escultor y grabador.

En medio de los trabajos de un equipo de técnicos y especialistas integrado por seis personas, el funcionario no pudo precisar cuánto tiempo permanecerán las obras en ese sitio.

Esto, ante lo apresurado de la preparación del homenaje, según expresó, y aventuró que probablemente se mantengan allí sólo este sábado.

Recordó que hace unos meses la explanada de Bellas Artes sirvió de galería al aire libre para otras esculturas monumentales de Soriano, exhibidas allí como parte de un homenaje al maestro.

Boesterly también rememoró la exposición itinerante de 10 esculturas del artista jaliscience que desde 2000 es presentada en diversos puntos del país, y que en la ciudad de México fue exhibida ese año en el Zócalo y Palacio Nacional.

Espectacular y atractivo resultó el montaje que se hizo el viernes de la mencionada triada de piezas. El hecho mismo de toparse con un tráiler sobre un área eminentemente peatonal despertó la curiosidad o el morbo de las personas que transitaron por esa zona de la ciudad.

"¡Madre de Dios, qué es eso!", irrumpió la exclamación espontánea de los labios de una señora de edad madura que detuvo su paso presuroso y se mantuvo atenta hasta que destaparon de su piel de plástico y unicel a la primera obra, Pájaro dos caras.

Tal como sucedió más adelante con sus otras dos compañeras, ésta fue descendida del autotransporte, erigida verticalmente y colocada en su sitio con el auxilio de una grúa hidráulica y el cuidado y la sutileza de un pintor en el toque final de un lienzo.

El perímetro en torno del tráiler fue aislado mediante un listón de plástico con la leyenda "Peligro no pase", y así se mantuvo durante los casi 90 minutos que se llevó todo el proceso.

Tiempo en el que la gente que iba o venía se detenía a apreciar el inusual espectáculo, trataba de imaginar qué era la escultura que estaba aún sin descubrir o incluso hubo quienes aprovecharon para tomarse una foto. Con la tercera y última ya a la vista se desprendieron algunos tímidos aplausos de entre ese espontáneo público.

Así quedó al descubierto la hermosura broncínea y silente de la obra de Juan Soriano, arropada por la noche fría y el caótico tráfico de un viernes en el centro de la urbe, en espera de la llegada de los restos de su creador, a la mañana siguiente.

 
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