Usted está aquí: martes 14 de febrero de 2006 Opinión Nuestra ley chiquita

Marco Rascón

Nuestra ley chiquita

Es el caso: ley de establecimientos mercantiles en el Distrito Federal contra la ley Helms-Burton del país más poderoso del planeta. La soberanía, según el artículo 39 de la Constitución mexicana, reside en el pueblo; y luego, en el 40, dice que por decisión popular hay un gobierno representativo que la ejerce mediante una forma republicana que se define por las leyes que ahí están contenidas. Es decir, que la soberanía son todas y cada una de las leyes, municipales, estatales y federales, las cuales se aplican dentro de nuestro territorio y niegan de facto la aplicación de otras extranjeras.

El artículo 1º de la Carta Magna señala que aquí todo individuo gozará de las garantías que establece esta Constitución, y el 2º dice que cualquier individuo (aun esclavo) que ingrese a territorio nacional alcanzará por ese solo hecho la protección de nuestras leyes.

Hoy, sin embargo, según la ley Helms-Burton, a un cubano que en México pida un café en algún Starbucks o una hamburguesa en McDonald's pueden cobrarle, pero no darle nada. ¿Hay una ley específica contra el racismo?

En el caso del Distrito Federal, hay disposiciones contenidas en las obligaciones de los establecimientos mercantiles que, ligadas a la ley de turismo, advierten que a ningún ser humano se le puede negar el servicio. ¿Quién debería aplicar la ley mexicana contra una empresa que trabaja en suelo mexicano y que obedeció la orden del Departamento del Tesoro del gobierno estadunidense?: el Gobierno del Distrito Federal y, de manera directa, la delegación Cuauhtémoc.

Llama la atención que desde el panismo y el lopezobradorismo se haya calificado de "rídicula" la actuación local de Alejandro Encinas y Virgina Jaramillo y que se argumentara que la inversión extranjera debe ser impune frente a nuestras leyes "porque si no se va". El amparo otorgado por la juez séptima de distrito en materia administrativa para que el hotel María Isabel Sheraton no fuera clausurado es la determinación de que una ley chiquita, la de establecimientos mercantiles, no puede aplicarse frente a violaciones por los que muchos otros negocios mexicanos ya se encuentran clausurados.

Con ello, el Sheraton es desde el sábado 11 de febrero el más grande giro negro que goza de la protección federal, de frente al Angel de la Independencia y contra nuestras leyes chiquitas.

De la actitud que mostró el gobierno federal, así como el silencio y tardanza de los candidatos para declarar al respecto, ya que estaban obligados a adoptar una postura sobre la ley grandota que hace del Sheraton una fuerza filibustera en el centro mismo de la ciudad, se desprende que la soberanía no reside en el pueblo, sino únicamente en los discursos demagógicos con motivo de 5 de febrero o del bicentenario del natalicio de Benito Juárez.

La tesis de la cancillería sobre "el conflicto entre particulares" regresa al gobierno mexicano para alentar el mismo filibusterismo que se dio en los gobiernos conservadores de 1840 y 1865, que amenazaron constantemente con despojarnos de Sonora, Sinaloa y del istmo de Tehuantepec. En ese entonces las leyes chiquitas de México eran la ley de desamortización de los bienes del clero, de 1856-57, y la determinación de que los extranjeros debían hacer sus reclamos ante la justicia mexicana y no cobrarse o aplicar sus leyes de manera directa en el territorio.

En el fondo lo que sucede es que el hotel Sheraton es la extensión de la embajada de Estados Unidos en México, y no sólo tiene 3 mil metros de más, sino hasta la calle que los separa, convertida en patio consular y propiedad estadunidense. La debilidad del gobierno federal nos ha convertido de facto en un protectorado, donde las leyes extranjeras se aplican de manera directa y no nada más en el Sheraton, sino frente a nuestro petróleo, nuestros recursos naturales, como la pesca y las maderas, y nuestra economía. Lo trágico es que ninguno de los candidatos a encabezar el próximo gobierno tuvo la actitud de plantarse con una definición clara para decirnos que la situación será distinta en el futuro.

Si se siguieran revisando los modos de operación de ese hotel, se podría pasar a la cuestión laboral, donde también seguramente se infringen leyes nacionales. El María Isabel pertenece a la cadena Starwood, que opera los hoteles Hyatt, Hilton y los Sheraton, los cuales el año pasado despojaron a 13 mil trabajadores sindicalizados en Estados Unidos de su contrato colectivo, mutilando derechos a la salud y generando protestas por el paro patronal de 53 días en hoteles de San Francisco.

Ni allá ni acá les gusta respetar las leyes. Por eso han preferido convertirse en giro negro para buscar el amparo del gobierno trasnacional de Fox y de los jueces mexicanos contra la ley chiquita. ¿Parece excesiva la posibilidad de la clausura del Sheraton? Así le pareció al mundo global de 1857 la determinación de Juárez de fusilar a Maximiliano de Habsburgo. Benito Juárez pasó a la historia no como fusilador de emperadores buenos e ingenuos ni como vengativo, sino como defensor de la soberanía. ¿Por qué les asusta ahora la ley chiquita?

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