La Jornada Semanal,   domingo 19 de febrero  de 2006        núm. 572


HUGO GUTIÉRREZ VEGA

YORGOS SEFERIS, POETA Y DIPLOMÁTICO (II Y ÚLTIMA)

SUS PEREGRINACIONES

EEl diplomático Seferis inició su peregirnar por el mundo como vicecónsul en Londres (1936) y cónsul en Albania (1936). Los días en Inglaterra lo acercan a la poesía anglosajona y lo ponen al tanto del acontecer cultural europeo. Estas inquietudes se plasman en la fundación de la revista ateniense Ta Nea Grámata, fragua de la generación literaria de 1930 de la cual forman parte Elytis, Ritsos y Embiricos, el gran surrealista griego.

La publicación de su primer Diario de a bordo inaugura la poesía viajera de este Odiseo que amaba los paisajes y la variedad del mundo y, al mismo tiempo, ansiaba regresar a su Ítaca. Por su parte, el diplomático se percataba de la inevitabilidad de la guerra europea y veía a Grecia envuelta en la contienda y victimizada por las potencias totalitarias.

Ocupada Grecia por los nazis, Seferis se pone al servicio del gobierno en el exilio, primero en Creta y más tarde en El Cairo. Viaja por África y el Medio Oriente en misiones oficiales, y en Alejandría dedica una buena parte de su tiempo a profundizar en la obra de Cavafis. En Londres hizo lo mismo con la obra de su admirado T.S. Eliot. De esta manera, nuestro poeta supo conciliar las urgentes tareas públicas con su vocación más entrañable. Sólo en contadas ocasiones la una dañó a la otra, pero, con prudencia y buen cálculo, Seferis supo armonizarlas y, en algunos momentos, hacerlas complementarias. No olvidemos que el viaje y la preservación de la memoria del mundo helenístico son dos de las constantes de su poesía.

Su viaje se reanuda en 1948, ya como consejero. Sirve en Ankara (esta es una prueba de fuego para los diplomáticos griegos) y después en Londres. Cuando lo nombran embajador trabaja en Líbano, Siria, Jordania e Irak, y termina su carrera en la Gran Bretaña. En 1963 recibe el Premio Nobel de Literatura. Junto con él lo recibió la lengua del pueblo griego, llena de resonancias de siglos y símbolo de libertad y de independencia durante los largos años de la dominación otomana.

EL VIAJE, LA NOSTALGIA Y EL REGRESO

Tanto los libros de poesía como los ensayos y la novela Seis noches en la Acrópolis, muestran las huellas de los viajes de Seferis, de sus aproximaciones a otras culturas y de su constante profundización en todos los aspectos del helenismo. Sus constantes visitas a Chipre le entregaron uno de los más grandes poemas de la lírica moderna, "Helena". Desde la playa de la isla de Afrodita, y escuchando en silencio la voz de Eurípides, el poeta bajo el sortilegio de los ruiseñores de la aldea chipriota de Platres, ve a Helena, la hembra por antonomasia, hembra entre las hembras, ya convertida en sombra, por la cual padecieron tantos soldados que se fueron al abismo "por una túnica vacía, por una Helena".

En sus poemas y ensayos hay constancia de su nostalgia por las playas de la infancia y por la Atenas de piedra y mar y, al mismo tiempo, de su amor por los viajes que le habían permitido conocer a Auden, Spender, T.S. Eliot, André Gide y la ciudad en la que nació, vivió, sufrió, gozó y murió el joven padre de la nueva lírica griega, Constantino Cavafis.

Sin embargo, llegó un momento en su vida en el que la conciliación entre las dos vocaciones se volvió problemática. En una de sus notas relacionadas con sus visitas a Eliot, habla de una conversación sostenida en el restaurante Garrik. En un momento de la charla dice Seferis: "Cada vez se vuelve para mí más difícil pasar del trabajo personal al público." Eliot le responde: "Pienso que el poeta debe tener otro trabajo. No podemos dedicarnos sólo a la poesía, porque creo que una gran parte de la creación poética es inconsciente, y debe haber horas durante las cuales otras cosas ocupen nuestra atención." Y Seferis le contesta con una estremecedora sinceridad: "Sí, pero el problema surge cuando esas 'otras cosas' comienzan a intervenir en nuestro inconsciente. Tuve la impresión de que mi trabajo público se hacía peligroso precisamente cuando sentí que se asomaba ahí; cuando comenzó, a principios de la guerra, a aparecerse en mis sueños. Las responsabilidades comienzan por los sueños, como dijo uno de sus poetas. Sin embargo, incluso en aquellos años difíciles siempre escribía, por disciplina, una página o algunas líneas en mi diario. Lo hacía para mantenerme en forma. Eso no puedo hacerlo ahora."

Esta charla tuvo lugar en 1952. Todo indica que Seferis superó la crisis, pues siguió escribiendo hasta poco antes de su muerte.

El regreso a su Ítaca se cumplió en 1962, fecha de su jubilación del servicio diplomático. Al lado de su esposa, María Sanu, se instaló en su casa ateniense y se dedicó por entero a la literatura. El golpe de Estado de los coroneles marcó la última etapa de su vida. Con entereza notable publicó su manifiesto contra el régimen militar y en defensa de la democracia, y vivió esta terrible época en el exilio interior de su casa. Es una terrible ironía el hecho de que su último poema, "Sobre los aspálatos..." se tuviera que publicar en francés, traducido por él mismo. En 1971 terminaron sus viajes, sus exilios y sus preguntas. Regresó a la Casa del Padre a quien saludó en verso, con cortesía diplomática y en la lengua "dimotikí".