Ojarasca 106  febrero 2006

Los huicholes en Berlín

Un viaje transatlántico

en busca de los antepasados
 
 

Regina Lira


foto II
El 27 de noviembre del 2005, una comisión encabezada por dos miembros de la comunidad huichola, partió hacia Berlín, Alemania, para conocer objetos y cantos de "los antiguos" que Konrad Theodor Preuss (1869-1938) coleccionó en su viaje por la Sierra del Nayar, hace cien años.

El antropólogo alemán llegó a la región en 1905, inspirado por los trabajos de Carl Lumholtz y siguiendo la línea de investigación iniciada por Adolph Bastian y su maestro, Eduard Seler, en el entonces Real Museo de Etnología de Berlín. Durante este viaje, que duró casi dos años, permaneció nueves meses en las comunidades huicholas de Santa Catarina Cuexcomatitán (Tuapurie) y San Andrés Cohamiata (Tateikié), y visitó la región de los coras y los mexicaneros. Regresó a Alemania al contraer paludismo pero con una colección de unos 2 300 objetos y más de 5 mil páginas de notas y traducciones sobre mitos, cuentos y cantos. Presentó algunas ponencias de sus resultados etnográficos y publicó algunos artículos pero interrumpió sus trabajos para salir a una expedición a Colombia donde permaneció durante la Primera Guerra Mundial.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, la colección del museo se escondió en búnkers y minas para ser resguardada de los bombardeos. Fue protegida contra los animales con pesticidas y sustancias altamente contaminantes como mercurio y arsénico. Al finalizar la guerra, una parte de los materiales fueron recuperados y otros se perdieron hasta los noventa en la antigua Unión Soviética. Desgraciadamente, las valiosísimas notas etnográficas y las fotos de Preuss se perdieron bajo de los escombros de su antigua casa. Desde entonces, algunas piezas del Nayar han sido expuestas temporalmente, pero han permanecido casi en silencio en las bodegas del museo.
 

Para conocer esta colección, Raureme Candelario Cosío (director de la escuela de Nueva Colonia y militante activo en la defensa de la cultura huichol, de 44 años de edad) y Dionisio de la Rosa Cosío (distinguido mara'akame de la comunidad con una larga trayectoria de cargos religiosos y experiencia como cantador, de 73 años) partieron de Keruwitia hacia la ciudad de México. Ahí se incorporó Humberto Fernández Borja (presidente de Conservación Humana AC, CHAC, que impulsa proyectos de conservación en el área de Real de Catorce y en la sierra) y emprendieron el vuelo hacia Berlín.

Una vez reunida la tripulación --equipados, desvelados, congelados y alterados por el cambio de horario-- llegaron al Museo Etnológico de Berlín donde fueron recibidos por el doctor Richard Haas, director del área americana del museo

Cuando se pensó que iniciaría la tan esperada revisión de piezas, don Dionisio solicitó a las autoridades del museo hacer un canto nocturno in situ para pedir permiso a los espíritus de los antepasados y dueños originales de las piezas. Al día siguiente, aún más desvelados pero con autorización de los antepasados, ingresaron finalmente a la bodega correspondiente al área americana. Ahí se almacenan alrededor de 70 mil objetos que van de las culturas de Alaska a las hoy desaparecidas culturas de Tierra del Fuego.

Por tratarse de una de las colecciones contaminadas durante la guerra, primero fue requisito sumergirse dentro de un traje que cubre de pies a cabeza, semejante al de un astronauta pero con guantes de látex y boquilla, de acuerdo con las leyes sanitarias del museo. Durante dos semanas tuvieron la oportunidad de observar con detenimiento las casi mil piezas huicholas (del total de 2 300, la mayoría son coras, otras de los mexicaneros y tarahumaras).
 

La colección está compuesta por jícaras, flechas, joyería, textiles, morrales, instrumentos musicales, ofrendas miniatura, trajes, utensilios de cocina, herramientas, cuadros de estambre y hasta tamales y pan de maíz. Escucharon los cantos antiguos que Preuss grabó en cilindros de cera y que hoy están digitalizados casi en su totalidad. Poco a poco se fue develando un pasado rico en diseños, colores, formas, técnicas y símbolos. Dionisio recordaba muchos de estos objetos de su infancia mientras Raureme los había escuchado sólo en los cantos y mitos. Conforme pasaban los días, se iba redimensionando la historia de los pueblos wixárika, no sólo por su riqueza, sino por lo que implica el paso del tiempo que fortalece pero lleva consigo: diseños textiles que se han perdido, ofrendas que ya no se hacen o se han modificado, plumas de aves que hace años dejaron de volar sobre la sierra (como las hordas de guacamayas que Preuss describe en sus textos), semillas y otros vegetales que han sido sustituidos por otros materiales industrializados. Dionisio habló de antiguas técnicas para cazar venado, pescar en el río o cocinar, y que al ser sustituidas por otros medios (más el deterioro generado por proyectos de desarrollo estatales), han acelerado la desaparición de especies en la región. Paulatinamente, salieron a la luz anécdotas de la infancia, momentos de emoción, lágrimas, danza y canto, siempre con intervalos de risas interminables. Estar en contacto con los objetos de los antiguos resultó más emotivo de lo que imaginaron.

En una de las tantas pláticas con el doctor Haas, Raureme puso en discusión la posibilidad de recuperar las piezas que corresponden a su comunidad, a lo cual el director contestó cordialmente que implicaría complejas negociaciones entre los gobiernos mexicano y alemán, y se cerró el tema (recordemos el conocido caso del penacho de Moctezuma en Viena). Lo importante --todos lo reconocieron-- es que los objetos están impecablemente cuidados por el personal del museo y gracias a eso hoy pueden ser consultados. También surgió la posibilidad de futuros proyectos, como el préstamo de la colección a un museo mexicano o actividades con niños de las comunidades huichol.

Este viaje fue también una oportunidad para conocer las costumbres de los teiwari (vecinos, en huichol) alemanes, probar las famosas salchichas y los kebabs turcos, visitar una ciudad donde aún se resiente el paso de la guerra y del comunismo, en apariencia archivados y disfrazados bajo enormes centros comerciales y edificios ultramodernos. El duro invierno berlinés y las largas caminatas y traslados entre buses y metros fueron menos difíciles gracias a las tortillas con las que comenzaban los días, requisito indispensable para la dieta de los compañeros.
 

El último día se hizo una celebración donde se sirvieron mole y guisado de huitlacoche acompañados con unas deliciosas cervezas alemanas. Entre mundos, lenguas, risas, sabores, usos y costumbres llegó la hora de la despedida.

Dionisio recuerda que su madre le platicó sobre un teiwari que estuvo un tiempo en Santa Catarina, recorriendo la sierra durante varios meses. Ese teiwari llamado Konrad, murió en 1938 de un síncope cardiaco y con profunda tristeza después de que lo obligaran a dejar su cargo como investigador por estar abiertamente en contra del nazismo.

Sus contribuciones a la teoría antropológica y a la metodología etnográfica fueron muy importantes, y ha sido inspiración teórica de varios investigadores contemporáneos del Nayar.

Esta expedición representa la primera fase de un proyecto promovido por CHAC y la comunidad de Santa Catarina, cuyo objetivo es hacer un acervo histórico --en video y en catálogos impresos-- del material huichol repartido en colecciones extranjeras que estará ubicado al interior de la sierra Huichola. Tiene una finalidad didáctica pero será también una oportunidad para rescatar antiguos diseños, técnicas de tejido y bordado. Como dice Raureme, "se podrá disfrutar de los logros de este proyecto cuando el resultado final sea exhibido en las escuelas de la sierra. Cuando las nuevas generaciones puedan ver esto, habrá valido la pena el frío, el gasto y la energía que todos invertimos en esta aventura".

Los huicholes son viajeros por excelencia. A través de la palabra y las acciones, a pie, en camión o en avión, siguen recorriendo grandes espacios para renovar los pactos con sus antepasados y fortalecer su costumbre.
 



Foto: Lourdes Grobet
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