Usted está aquí: martes 21 de febrero de 2006 Ciencias El error en la investigación científica

Javier Flores

El error en la investigación científica

Eusebio Juaristi ingresó la semana pasada a El Colegio Nacional. Es el resultado de un proceso de selección muy riguroso, por el cual los mexicanos más brillantes en las ciencias y las artes se integran a este grupo selecto cuyo lema es: "Libertad por el saber", frase que es de las más simples y también de las más bellas y ciertas. Nadie podría objetar esta decisión. Se trata de un investigador que ha dedicado su vida entera al conocimiento en el campo de la química, área orientada al estudio de la materia y a los procesos más delicados que ocurren en ella, sus transformaciones y sus usos potenciales para beneficio humano. Se trata de una decisión acertada.

La ciencia en México es de muy alto nivel, pero al mismo tiempo muy pobre y vulnerable. Nuestros científicos tienen una estatura semejante a la de los investigadores de los países más desarrollados, pero trabajan con muy pocos recursos y, al depender éstos de decisiones políticas tomadas casi siempre por personas que no entienden la importancia de esta actividad, se transforman en algo frágil, prescindible, bajo amenaza permanente.

La sociedad ha sido y es en nuestro país una de las mayores aliadas de la ciencia. Salvo excepciones, como las opiniones que se difunden en una prensa derechista y empresarial, que se pregunta todavía ¿para qué sirve la ciencia?, los medios de comunicación en México se han dedicado a examinar los problemas que impiden el desarrollo de esta actividad, como los salarios de los investigadores, los presupuestos para la investigación, la fuga de talentos, etcétera; pero además, y especialmente, los avances en el conocimiento realizados por los científicos mexicanos. La Jornada, desde su fundación, ha cumplido un papel muy importante en este sentido. Los medios periodísticos se han convertido en un enlace entre la ciencia y la sociedad. Se trata además de un vínculo bidireccional, aspecto que no hay que perder de vista.

La ciencia, como cualquier actividad que depende de los recursos públicos, está sujeta al escrutinio de la sociedad. Si un trabajo de investigación arroja resultados que luego no pueden ser corroborados, no puede exigirse a los medios que guarden silencio. Es más, nos brinda a todos la oportunidad de conocer con mayor detalle el proceso de la investigación científica, sus aciertos y sus fallas. Una tesis de doctorado, realizada por Omar Muñoz y dirigida por Eusebio Juaristi, dio lugar a la obtención de un grado académico y a la publicación de varios artículos en revistas internacionales. Luego algunos de los resultados de este estudio no pudieron ser reproducidos por los propios autores, quienes reconocieron el error e incluyeron una fe de erratas en la tesis doctoral y retiraron algunos de los artículos ya publicados. Esto es algo que puede ocurrir en cualquier laboratorio del mundo, y no puede ser identificado automáticamente como un hecho deshonesto.

La creación de nuevos conocimientos no está sujeta a un método o a una receta que puedan conducir a resultados infalibles. Se pueden cometer errores en las diferentes etapas de este proceso, que deben corregirse siempre, ya sea que se identifiquen de manera temprana o tardíamente. Quizá en este caso había una gran sensibilidad por los escándalos protagonizados por Woo Suk Hwang, quien sí realizó un fraude muy difundido en el área de la clonación humana, y algunos pudieron pensar: "ya tenemos a nuestro coreano". Pero en este caso no hubo manipulación o fabricación de datos, simplemente errores en el diseño experimental y en los resultados, que fueron reconocidos y corregidos por los autores, que es lo que desde la ética científica debe hacerse.

Por otro lado, las instituciones académicas y científicas de nuestro país cuentan con los mecanismos para examinar y resolver estos casos. El Colegio Nacional se pronunció con toda claridad con el ingreso de Juaristi. El Sistema Nacional de Investigadores, que es parte del Conacyt, avala el amplio trabajo realizado por Omar Muñoz y no encuentra razones para modificar su decisión sobre su pertenencia a ese sistema. Las dos cosas son, en mi opinión, correctas.

Tanto Juaristi como Muñoz son parte del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), que es una de las mejores instituciones con las que cuenta México para asegurar su desarrollo científico y, por lo tanto, su independencia. Ya lo he señalado en otros momentos, y lo reitero: es un centro de excelencia, un orgullo para los mexicanos, a pesar de que ahora existan diferencias entre sus miembros. Las fallas en un proyecto de investigación no implican a este centro, mucho menos a su prestigio. Ningún investigador es equivalente a la institución en la que labora.

En todo caso creo que habrá que defender, una vez más, la independencia del Cinvestav frente a quienes, aprovechando las turbulencias, se lo quieren comer.

 
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