Usted está aquí: jueves 23 de febrero de 2006 Opinión El motel de los destinos cruzados

Olga Harmony

El motel de los destinos cruzados

El personaje prestado de que hablaba Macedonio Fernández es algo muy usual en los tiempos que corren, sobre todo en el teatro de todo el mundo y Luis Mario Moncada lo utiliza -a veces habla de personajes reales en otro contexto, como en Los superhéroes de la aldea global-, siempre para contar otra historia, como en la última obra que le habíamos visto, El diccionario sentimental basada, sobre todo, en el texto de José Antonio Marina y Marisa López y en muchas otras. Es un dramaturgo que siempre da sus fuentes y en el programa de mano de El motel de los destinos cruzados no evade decir que ha tomado textos e ideas de Calvino, Borges, Bulgákov y Wenders, aunque el resultado final sea una obra nueva, escrita a principios de los años 90 del siglo pasado, que no había tenido una escenificación profesional, más allá de la que hiciera en 1995 José Enrique Gorlero con estudiantes de la Escuela de Arte Teatral. Ahora, es el propio autor quien la dirige en su afortunado debut como director.

Es difícil seguir todas las líneas de las que se vale Moncada para estructurar su texto dramático escrito a base de improvisaciones con la colaboración de Mario Balandra, Fernando Briones, Alberto Lizaola y Mauricio Rodríguez. Es posible que el laberinto en que está atrapado Li-zaola sea el inventado por Ts'ui Pen del conocido texto de Borges, El jardín de los senderos que se bifurcan, en el que todos los tiempos confluyen, esto último válido para toda la propuesta. El ángel que ha perdido su esencia de Wim Wenders y Peter Handke aquí no se convierte en mortal, sino en un demonio, contradiciendo también las ideas judeocristianas porque el bello ángel no se vuelve Satánas por soberbia, sino por la concuspicencia. La influencia más aparente es la de El maestro y Margarita de Mijail Bulgákov, sobre todo por los nombres que se utilizan. Voland es el ángel caído, el desagradable diablillo Fagot se ha convertido en un asesino alcohólico, Margarita ya no es bruja que vuela con su escoba, pero siempre está suspendida en el aire y el diabólico gato es una máscara que Voland usa en la orgía. La intrincada trama se desarrolla en ese motel, del que no se puede escapar y en donde los personajes tienen visiones que, por momentos, los alteran, aunque se desprende del texto que todo está en su mente, así los tiempos nos existan y se confundan. Si para Sartre el infierno son los otros, Moncada parece decirnos que el infierno somos nosotros mismos y lo que preferimos ocultar.

El dramaturgo incluyó en su escenificación a un nuevo personaje, el desdichado Cachorro uncido a una correa que lleva el sargento Fagot y que es víctima propiciatoria en el aquelarre de Calicut, aunque luego, como los otros personajes -Cristina, que aparece como mujer real y como visión- regrese a su condición, en el eterno retorno que esta fábula ofrece. La gran cantidad de espacios que se pide en el texto está dado en uno solo, diseñado por José Miguel González Casanova, que es lo mismo la azotea de Margarita, el vestíbulo del motel o el laberinto dado con las luces de la iluminación de Sergio Villegas. Los actores llevan los micrófonos que pide Moncada, como autor, para manejar murmullos y matices y el montaje se abre con un paje robotizado -Avelina Correa que también encarnará a Graciela- que hará las veces de servidora de los huéspedes. La escena del coito de Fagot con Graciela es resuelta por el director con un gran manto extendido por el que se asoma la cabeza de la indiferente mujer de carne y hueso mientras el hombre se agita bajo su cobertura. También el aquelarre es presentado como una muy explícita coreografía -de Pilar Gallegos- y la ubicación de cada uno de los espacios se entiende gracias a la precisión con que están marcados por el mismo texto, por el cuidado de la dirección y por el buen diseño sonoro y la musicalización de Miguel Hernández.

El elenco -vestido con los diseños de Katia Lozano- está conformado en gran parte por los actores que hicieron las improvisaciones iniciales: Mario Balandra como Voland, Fernando Briones como Popota, Mauricio Rodríguez como Fagot, aunque Alberto Lizaola esté en este caso suplido por Mario Oliver. A ellos se añaden, también con muy buen desempeño, la ya citada Avelina Correa, Diana Lein como Margarita, Verónica Rimada como Miranda, Yuriria del Valle como Cristina, Rodrigo Vázquez como El desconocido y Cristian Vázquez como Cachorro.

 
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