Usted está aquí: domingo 26 de febrero de 2006 Cultura Las palabras cayeron como lluvia en la noche sobre un tejado sancristobalense

Javier Molina dialoga sobre su poemario El lugar de los hechos con Ricardo Yáñez

Las palabras cayeron como lluvia en la noche sobre un tejado sancristobalense

ARTURO JIMENEZ

Ampliar la imagen Ricardo Yáñez y Javier Molina, colaboradores de este diario, ayer en el Palacio de Minería Foto: Yazmín Ortega Cortés

Un par de poetas de dos estados con gran tradición literaria, Jalisco y Chiapas, presentaron el viernes el libro de uno de ellos, en el formato de un diálogo gozoso e informal para fortuna de los asistentes que atinaron entrar en el salón de la Academia de Ingeniería del Palacio de Minería, donde se desarrolla la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.

Afines en más de un asunto, Ricardo Yáñez, jalisciense y colaborador de La Jornada, y Javier Molina, chiapaneco, corresponsal de este diario en San Cristóbal de las Casas y autor del citado poemario de sugerente título, El lugar de los hechos (Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas), son viejos conocidos y anteayer refrendaron amistad y coincidencias en una charla compartida ahora con el escaso público.

Yáñez dijo varias cosas acerca de Molina, entre otras, a manera de reconocimiento y de ubicación de su singularidad poética, que la escritura de éste es, ante todo, "natural", y sólo en algún modo cultural.

El de Jalisco preguntó al de Chiapas por el tono de su trabajo escritural, y la respuesta fue que se trataba de algo esencial. El primero inquirió al segundo sobre el río de su poesía o su poesía como un río, y se escuchó entonces una confirmación y que, además, el río y los poemas de él derivados no se pueden separar de los elementos que le son propios al caudal, como las piedras o la profundidad.

Pero lo de natural en Molina va más allá, y por eso también el escritor y periodista evocó su poema "Bajo la lluvia", y el caer de las gotas de agua sobre el tejado, y las emociones y conmociones existenciales y estéticas que de ello pueden derivarse.

¿Cómo hacer que lo que pasa, pase a la página, y cómo pasa, pasando?, preguntó Yáñez a Molina. Lo que sucede en un baile o en el tejado es observable, y luego hay que ver qué tanto es esa fiesta o esa lluvia, o cómo lograr transmitir determinado silencio en la noche.

Ricardo Yáñez recordó que a Molina le gusta la charla y el sonido. Qué diferencia hay entre el Javier que platica y el que escribe. Ninguna, soy alguien que lee, observa y escucha, respondió el poeta al otro poeta, quien pareció coincidir.

Y luego el autor de El lugar de los hechos leyó algunos poemas, y los presentes pudieron oír palabras que parecían caer como la lluvia en la noche, sobre un tejado sancristobalense, pero pudieron oír también los silencios que todo poeta que se respete sabe crear para que los sonidos de las cosas de la vida puedan escucharse mejor:

"La música corre como linterna por jardines de arena/ reverberan recuerdos como braseros y frío/ Piedras, miles de piedras/ y calles/ y árboles/ y carretas/ El campo que hace llorar a las puertas/ de una ciudad hambrienta// Entonces el idioma vociferaba// Un escapulario y un arco/ brillaban por encima del tiempo/ un banquete de limosneros era un ayuno/ calles empedradas como el pasto.// La pluma se detiene a escuchar el piano/ queriendo tomar la soledad,/ como a una piedra preciosa./ La balsa desliza su madera como pasos/ que caminan sobre la música/ sombreros respetuosos/ antiguos como un viejo sueño/ insensato/ imposible/ inasible."

 
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