Usted está aquí: domingo 26 de febrero de 2006 Opinión Pasolini en la Cineteca

Carlos Bonfil

Pasolini en la Cineteca

El Festival Internacional de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México (Ficco), en colaboración con la Cineteca Nacional, La Cineteca de Bologna y el Fondo Pier Paolo Pasolini, presentan hasta el 5 de marzo una estupenda retrospectiva del trabajo del cineasta italiano. La novedad estriba en la calidad de las copias, en el conjunto que permite una valoración nueva de su obra, y en el trabajo de restauración de una cinta poco conocida, Apuntes para una Orestiada africana, de 1970. El ciclo comprende 11 títulos del también novelista y poeta, autor de Una vida violenta y Las cenizas de Gramsci.

Pasolini se distingue por sus posiciones controvertidas en el campo de la política, de la moral y de la cultura, y por su defensa de las tradiciones populares y de las lenguas regionales. El comunista heterodoxo critica al conservadurismo de la izquierda italiana y defiende a las minorías sexuales. En el terreno estético es vanguardista y al mismo tiempo nostálgico de cierto clasicismo, cuando todo mundo experimenta rupturas en el lenguaje cinematográfico, él sorprende con el neorrealismo depurado de El evangelio según San Mateo. A su actitud vital provocadora la define un desprecio tenaz a la pequeña burguesía, a sus ojos oportunista y mezquina. ¿Cómo entender, fuera de este contexto, la virulencia de Saló o los 120 días de Sodoma, su última obra fílmica? ¿Cómo descifrar el enigma de su muerte violenta a manos de un prostituto de barriada, en 1975, a los 53 años, cuando la admiración y el odio que su personalidad suscita se confunden hasta dotarlo no sólo de un aura de escándalo, sino de una dimensión casi mitológica?

De Pasolini se reconoce comúnmente la evolución del cineasta, pero poco la obra literaria que la anima y le otorga un sólido sustento. En su primera película, Accatone, de 1961, se recrea el ambiente de su novela Una vida violenta, mientras que en Mamma Roma, portentoso melodrama neorrealista, se perciben las huellas de Muchachos de la calle, otra narración del mundo subproletario romano. Desde el inicio de su carrera, la literatura y el cine, estrechamente ligados en un proyecto estético coherente, informan de las obsesiones del autor y de su sensibilidad política. En Teorema el director cuestiona el fariseismo de la moral burguesa y la enajenación de la urbe industrializada. Sus planteamientos críticos contienen, de modo sorprendente, una parábola religiosa. En El evangelio según San Mateo el cineasta mezcla elementos de marxismo y cristianismo para hacer de los soldados de Herodes una pandilla fascista, y de José y de María los prototipos de refugiados políticos del siglo XX. En 1967 adapta de modo soberbio el Edipo rey de Sófocles, y en 1969, la Medea, de Eurípides, que estelariza María Callas. La vertiente literaria de su filmografía posterior incluye tributos a Boccaccio, a Chaucer, a la literatura árabe y al marqués de Sade.

La militancia política, la herejía radical de Pasolini frente a la intolerancia moral del Partido Comunista Italiano, la virulencia de su antifascismo, son otras prolongaciones de su literatura y de su cine, a la vez poéticos y panfletarios. Es conocida la postura del realizador ante la revuelta estudiantil de mayo de 68: el izquierdismo radical de los estudiantes bien alimentados, hijos de la misma burguesía combatida, ignoraba casi todo de la condición obrera y de la explotación que padecían los policías represores. Pasolini, el disidente sexual, el disidente político, se muestra provocador, irrita, es personaje incómodo para la izquierda italiana. La derecha sencillamente lo abomina, particularmente después del estreno de su última película, Saló o los 120 días de Sodoma. Esta cinta ofrece una perspectiva clara de las posturas ideológicas del realizador en los años postreros de su vida, también de su actitud moral: es a la vez un manifiesto y una ruptura. Pasolini refuta con violencia la estética de erotismo lúdico presente en su llamada Trilogía de la vida (El decamerón, Los cuentos de Canterbury, Las mil y una noches), y lo hace por su desencanto total con la sociedad de consumo, con una Italia en la que "la lucha por la democratización de la expresión y por la liberación sexual se ha visto brutalmente rebasada y cancelada por un poder consumista que concede una tolerancia enorme y falsa". Pasolini advertía, como una consecuencia de esta degradación cultural, una decadencia de los ideales de sensualidad y de belleza corporal. Apreciar la evolución de esta mudanza dramática en la vida y obra del cineasta, es una de las posibilidades que hoy ofrece esta visión de conjunto.

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