Usted está aquí: jueves 2 de marzo de 2006 Opinión Atoyac: pequeños pasos

Sergio Zermeño

Atoyac: pequeños pasos

El gobierno del municipio de Atoyac de Álvarez, ubicado a 100 kilómetros del puerto de Acapulco, en la Costa Grande de Guerrero, está cumpliendo tres meses en funciones, al igual que el resto de los gobiernos de aquella entidad.

Los afluentes del río Atoyac, bastante mermados debido a la tala forestal salvaje que hoy hace lucir pelonas aquellas montañas, nacen en el Filo Mayor, en la Sierra Madre del Sur, y cruzan primeramente por el poblado de El Paraíso, famoso porque ahí se desarrolló la guerrilla de Lucio Cabañas en los años setentas (Guerra en el paraíso tituló Carlos Montemayor su novela), y en sus casi 100 kilómetros de recorrido hasta su desembocadura en las lagunas costeras y en la barra Playa Paraíso (adonde han acampado la mitad de los estudiantes mexicanos que vacacionan) se le van uniendo las aguas negras de todas las poblaciones de esa cuenca, y de manera sustancial las de los más de 30 mil habitantes de la ciudad de Atoyac y San Jerónimo, cabecera del municipio costero de Benito Juárez. La costumbre dicta que hacia su cauce y sus cañadas y desde los puentes sea arrojada cerca de 80 por ciento de la basura, el aceite quemado de los talleres mecánicos, los desechos crudos de los rastros, la contaminante cáscara del café, y que todo eso sea arrastrado río abajo hacia las lagunas costeras en el momento de las lluvias, junto con los agroquímicos y fertilizantes agrícolas.

Los dos presidentes municipales de la cuenca del Atoyac se encuentran preocupados por las malas condiciones ecológicas de sus territorios; el de Atoyac, Pedro Brito, mandó reparar los camiones de basura y limpiar el fétido tiradero a cielo abierto en que se había convertido el espacio entre el mercado y el río. El de San Jerónimo, Arturo Cabañas, anda viendo cómo reactivar la planta potabilizadora del pueblo, inactiva desde hace mucho tiempo, y cómo reacondicionar las lagunas de oxidación de las aguas negras de la cabecera municipal, que también cayeron en la obsolescencia mucho tiempo atrás. Pero hacer frente a la recuperación de una cuenca de estas dimensiones excede con mucho los mermados recursos de esas municipalidades, que sólo heredaron deudas y comienzan con las arcas vacías.

Reactivar las plantas de tratamiento y las lagunas de oxidación, acondicionar humedales naturales o artificiales que hagan regresar las aguas negras y grises con mejor calidad al cauce del río, terminar los colectores para que puedan ser tratadas las aguas de las zonas urbanas y las colonias periféricas, acondicionar nuevos rastros para que no descarguen crudas al río osamentas, grasas, sangre y pieles; remodelar y reubicar los tiraderos de basura y comenzar una separación progresiva de los residuos sólidos, moderar el empleo indiscriminado de agroquímicos, cuyo uso ha sido prohibido en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos -a la cual pertenecemos-, arrancar talleres de educación ambiental en los distintos niveles escolares con maestros, alumnos y población en general en torno a la captación y al almacenamiento del agua pluvial, el tratamiento de aguas grises para riego, el composteo, la separación de desechos, etcétera, son tareas francamente aplastantes para unos ayuntamientos que duran tres años y son relevados cuando apenas emprenden sus programas.

En Atoyac, equipos profesionales pertenecientes a pro regiones y a ingeniería ambiental de la UNAM, así como a la Universidad Autónoma de Guerrero y al Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA) comienzan a acompañar a los habitantes de esta región en los problemas reseñados, elaborando unos diagnósticos que hoy han recibido el apoyo de los nuevos ayuntamientos y también de las organizaciones sociales y empresariales de esas localidades. Esos equipos buscan también recursos con fundaciones nacionales e internacionales y con dificultad intentan convencer al gobierno del estado de Guerrero sobre la importancia que tiene rescatar el entorno natural y la calidad de vida de los habitantes de una cuenca como la que estamos describiendo, así como echar a andar este experimento piloto, que luego pueda ser replicado en otras cuencas y regiones medias de ese estado y de nuestro país, que, sin pecar de pesimismo, se encuentran en condiciones parecidas de deterioro.

Se trata de una suma de sinergias que desgraciadamente algunas voces políticas, como las de los zapatistas, tildan de colaboracionismo con la maquinaria del capital y de transigir con los programas gubernamentales, "de simples bálsamos para las dolencias de la globalización" que no alcanzan la categoría de "anticapitalistas". También desde los partidos y los grupos de interés político son criticados porque no se convierten en cuarto piso de gobierno, en generadores inmediatos de votos, en brigadas electorales, pero constituyen sin duda las nuevas formas de articulación entre los problemas sociales y las instituciones de educación e investigación, en una acción interdisciplinaria. La universidad deja la sobrepolitización de los setentas e intuye que su función no es dirigir, sino acompañar, volver útil el conocimiento, dar continuidad con pequeños pasos.

 
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